Dale Carnegie fue un escritor y empresario estadounidense de libros de autoayuda. Una de sus obras más conocidas se titula “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, y aquí os la dejo junto a diecisiete consejos suyos, extraídos de dicho trabajo. También, para no ser una mera transmisora, os apunto mis opiniones a cada uno de sus mensajes, basándome en la experiencia personal. El señor Carnegie tenía razón en todo lo que sugería, pero su optimismo, confianza, y -finalmente- astucia, quizá eran excesivos. Veamos (en negrita el consejo del autor. Seguido y en cursiva, servidora):
- No critique, ni condene, ni se queje. Si bien un quejica crónico y un pesimista reincidente resultan insoportables, el estoicismo y la otra mejilla no son soluciones en todos los casos. A veces hay que criticar (por inútil que resulte), condenar, y pegar el grito para no volvernos masoquistas o cómplices.
- Demuestre aprecio, honrado y sincero. Estoy de acuerdo siempre que se den la honradez y la sinceridad. Si no es así, la demostración es pura hipocresía interesada. O cobardía.
- Interésese honradamente en los demás. Más factible que los anteriores, está al alcance de cualquiera, aunque sea practicado por unos pocos.
- Hable siempre de lo que interesa a los demás. Aquí la astucia es obvia, pues tal vez sea la única forma de ser escuchado. Lograda la atención, el resto es más fácil.
- Genere empatía, trate de ver las cosas desde el punto de vista del otro. Muy recomendable en cualquier caso, e imposible para algunas personas. Se puede entender el punto de vista contrario sin estar, necesariamente, de acuerdo con él.
- Deje que otros hablen. Permita que la otra persona sea quien hable más. Más estrategia “Carnegie” que seguro da sus frutos. A todos nos gusta hablar y tener razón. Algunos no se hallan sin decir la última palabra, hablada o escrita. Realmente, no tiene importancia. Concedido.
- Evite discusiones. Es la única manera de salir ganando de ellas. Muy de acuerdo con esto, evitaré discutirlo…
- Demuestre respeto por las opiniones ajenas. Por infantiles, resentidas, estúpidas o interesadas que nos parezcan, son opiniones, y tan válidas como las nuestras. El respeto, dentro de la legalidad, es fundamental.
- Admita sus errores, rápida y enfáticamente. Es lo mejor para eludir el agravio o el insulto. Desarma al contrario y nos devuelve autoridad.
- Muestre simpatía por las ideas y deseos de la otra persona. Aquí hay que tirar nuevamente de la diplomacia (la hipocresía maquillada), si es que esas ideas y deseos no son compartidos. Resulta muy agradecido por el prójimo.
- Haga sentir bien al otro. No debería costar tanto hacer un cumplido, elogiar un trabajo, una actitud, un logro… La envidia, aun inmortal, nunca está sana.
- Reconozca el mérito ajeno. Eso no nos hace inferiores al otro, y si el mérito es próximo nos debería hacer sentir orgullo por su cercanía. ¡Pero qué difícil es…!
- Hable de sus errores antes de criticar a los demás. De nuevo desarmamos antes de atacar. Más estrategia que razón.
- Haga preguntas en lugar de dar órdenes. Aquí es donde el señor Carnegie se contradice con sus 17 puntos imperativos… Pero sí: todo antes que manduquear.
- Sonría. Si queremos y nos apetece. ¿Cómo se nos puede ordenar sonreír?
- Sea un buen oyente. Anime a los demás a que hablen de sí mismos. Muy importante, de ahí que tantos acudamos a los psicólogos que, en muchos casos, se limitan a escuchar. Quien sabe atender al otro, sabe la mayor parte.
- Motive a la otra persona. Haga que los errores parezcan fáciles de corregir. Mucho más práctico y beneficioso que reprochar, echar en cara, criticar, mofarse y desoír. Errores cometemos todos, y aún más quienes creen que no.
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