Revista Diario

4: La felicidad Cocoroco

Publicado el 08 agosto 2012 por 160
4: La felicidad CocorocoAún existen los cocorocos. ¡Qué bacan! Esta mañana comí uno y en verdad fue emocionante.
Para quienes no los conocieron (¿habrá alguien?), los cocorocos eran esos dulces color amarillo y rojo, que podías conseguir en la tienda a tan sólo diez céntimos. Eran los más baratitos, pero me hacían muy feliz. Mi madre solía comprarmelos a cada rato. Incluso recuerdo que alguna vez me regaló una bolsa entera de ellos. Era felicidad pura para mi, esa felicidad que sólo los niños pueden experimentar en verdad. Felicidad cocoroco.
Fue mi amiga Katty quien me invitó el caramelo, mientras yo andaba estresado revisando un informe en la oficina, ella se acercó a mi y me convidó uno con una enorme sonrisa. Me alegró el día, me hizo recordar en un instante mi infancia, pero no sólo fueron buenos recuerdos, recordé de pronto algo que hasta hoy, no me atrevía a contarle a nadie más. Pero bueno, creo poder hacerlo ahora.
Tenía 5 años cuando mi madre tuvo que partir a Argentina, me dejó junto a mi padre y a mi hermano menor pero dado que papá no tenía tiempo para cuidar de nosotros, tuvimos que mudarnos a la casa de mis abuelos. Recuerdo que mi madré me dio una instrucción muy clara: "Tu eres el mayorcito, así que debes cuidar mucho a tu hermanito, ¿ya?", luego de eso, partió sin que yo pudiera hacer nada para detenerla. Los siguientes días fueron  muy tristes para mí, muy dificiles. No comprendía porqué ya no tenía a mi mamá a mi lado, no entendía por qué siempre me decían que se había ido "por mi bien" cuando yo me sentía tan mal por dentro. Me sentía muy solo a pesar de vivir con muchas personas en esa enorme casa. Mis tíos eran aún jóvenes e inmaduros, y solían ser bastante crueles conmigo. Mis abuelos procuraban cuidarme pero a las justas podían cuidarse ellos, por lo que tuve que ser yo quien se haga cargo de proteger a mi hermanito menor. Yo tenía 5, él 4, era mi responsabilidad cuidarlo.
Un día, en navidad, mamá nos había mandado muchos juguetes de regalo, yo recuerdo que esa primera navidad sin ella, me la pasaba mirando a cada rato hacia la puerta, pensando que tal vez se había arrepentido y decidía regresar conmigo. Pero ella nunca llegó y yo no podía llorar porque sino mi hermano también lo haría y mis tíos se burlarían de mi.
Sucedió que mi hermano quería comer pavo y dado que nadie nos hacía caso, decidí ir con él a la cocina para ayudarlo a servirse. No sé en que momento pasó pero mi hermano, tan travieso como era, terminó adelantándose a mí y cuando llegué a la cocina, el pavo estaba por los suelos. Traté de poner todo en su sitio de inmediato, pero de pronto llegó mi tía y al ver la escena, se acercó queriendo pegarle. Me interpuse entre los dos pidiéndole perdón y diciéndole que había sido yo quien botó el pavo. Pero ella sabía que era mentira. No me creyó y siguió tratando de golpearlo mientras él se aferraba a mi fuertemente. Lo único que se me ocurrió en ese instante fue mentarle la madre e insultarla lo mas que podía para que se olvide del pavo y de la cólera me odie más a mi. Lo logré.
Me terminaron dando una buena paliza, pero a mi hermano no le tocaron ni un pelo. Al menos valió la pena. Nos quedamos sin cenar pues nos mandaron a ambos a la asotea. Me dolía mucho mi brazo y mis labios estaban algo hinchados, pero estaba tranquilo porque pude protegerlo. Pasamos el resto de la navidad allí, mirando el cielo oscuro de la noche, y yo seguía pensando dónde estaría mi mamá en ese momento ¿Estaría pensando en mi?
Lo más bonito de esa noche fue cuando mi hermanito, para consolarme, sacó de su bolsillo un Cocoroco... Y me hizo sentir muy feliz por un instante.
Gracias Cocoroco, y gracias Katty, por traer a mi mente este momento tan emotivo.
#157 antes de ti: Katty M.
Enviado desde mi BlackBerry de Claro.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas