Revista Diario

49 Sombras

Publicado el 05 mayo 2015 por Chirri

-   ¿Te aprieta mucho?
-   No, bueno sí, un poco.
-   ¿Te duele?
-   No, creo que no.
-   ¿Sólo crees? Espera, que ahora viene lo bueno.
¿Cómo es que me encuentro en esta tesitura? Muy sencillo, mi actitud pusilánime es la que me llevó a este y a otros enredos en mi vida. En concreto, éste que me ocupa viene de hace un cierto tiempo, cuando pensaba que mi vida laboral transcurría plácidamente con un puesto de trabajo acorde a mis necesidades, por fin había conseguido convertirme en un mediocre oficinista, con un sueldo mediocre y unas mediocres expectativas.
No contaba con que en cualquier instante llegara algún duende burlón a jugar una partida de billar cósmica, un juego a varias bandas, lo justo para amargarme la existencia.
Mi jefe inmediato por estos predios que dios nos da, tuvo el imponderable instinto de jubilarse a la edad en la que tienes que aprovecharlo sí o sí, antes de que el número de eméritos sea tan elevado que no se pueda detraer del peculio de los trabajadores activos lo suficiente para mantener a la clase pasiva.
En fin, después de su despedida, aguardamos en mi departamento con cierta expectación la llegada del nuevo mandamás. Día a día contemplábamos los rostros de los aspirantes que iban acudiendo a entrevistarse con la directora, ahora se les veía con rostros de corderillos de lanas blancas, pero nunca se sabe en qué momento serían capaces de mutar en lobos grises.
Al final la elegida fue Lali, una cuarentona de pelo castaño encrespado, algo entrada en carnes pero sin curvas definidas y terriblemente monótona en el vestir, una sucesión de pantalones de color marrón con su partenaire blusa del mismo color, lo que enseguida la costó cargarse con el sobrenombre de “la guardabosques”. En fin, su aspecto vulgar no desentonaba con su personalidad. A pesar de todo parecía que entraba con buen pie, nos reunió a los integrantes del ahora su departamento y con buenas maneras se puso a nuestra disposición para que, en caso de cualquier problema o inconveniente, nos dirigiésemos a ellas en confianza, ella solo ia a ser primus inter pares.
El tiempo volvió a transcurrir plácidamente, pero poco a poco noté que algo iba cambiando en la atención que me procuraba, no eran las disconformidades lógicas en un trabajo y en las que está claro que el jefe siempre tiene la razón, más bien todo lo contrario, un sinrazón se iba adueñando de nuestros desencuentros, a la vez que ella sibilinamente iba haciendo que mi autoconfianza cayera bajo mínimos, el más nimio error por mi parte, ella me hacía ver que el futuro de la empresa pendía de un hilo por mi culpa.
Una persecución comenzó a fraguarse, ella era el podenco y yo la pobre liebre asustadiza. En la empresa nadie daba crédito a lo que ocurría. Ella, tan buena persona en apariencia, que siempre acababa sus frases con una sonrisa cariñosa, no solo no era capaz de sonreírme, sino que sus admoniciones hacia mí, eran más que conocidas por todos y en ningún caso comprendidas por mis compañeros.
Mi futuro comenzó a oscurecerse, Se acercaba la evaluación anual que marcaba a quién le subían el sueldo y a quién no, y sobre todo las posibles bajas se cocinaban allí, una mala nota era el pasaporte para la oficina de empleo.
Según se acercaba la fatídica fecha me iba poniendo cada día más nervioso lo que acrecentaba el cometer más errores, que si bien eran nimios, para mi jefa seguían siendo considerados como la madre de todas las catástrofes.
Un  viernes al encender el ordenador, en la bandeja de entrada de mensajes encontré una citación para mantener una reunión con ella en su despacho, realmente a mí me empezaron a temblar las piernas, no era nada corriente mantener una reunión tan cerca de la cita para la evaluación que me maltraía. Pues bien, a la hora indicada, y con un leve temblor de piernas, carraspee  y solicité permiso para entrar.
-   Pasa. Mira, iré al grano, tus expectativas de cara a la evaluación son catastróficas y ya no hay tiempo de mejorarlas.
-   ¿Y para eso me has llamado?
-   No hombre, no te he llamado para regodearme, más bien todo lo contrario, hay una solución, depende de la capacidad de sacrificio que tengas.
-   Con tal de conservar mi trabajo, es alta. –Contesté sin ambages.
-   Pues bien, toma esta tarjeta, en esta dirección arreglaremos todo, tienes que ir con mentalidad abierta y desde luego dispuesto a todo, no falles.
-   ¿Cuándo?
-   Mañana mismo, no hay tiempo que perder.
Al día siguiente aproveché que era sábado para dar una excusa fútil a mi mujer y encaminarme al lugar de la cita, un piso de apartamentos en la zona de ciudad Lineal, casualmente cerca del trabajo. Llamé al timbre y para mi asombro me abrió ella embutida en una bata de andar por casa.
-   ¿Estás dispuesto?
-   Si, si - Contesté atropelladamente.
-   Pasa a esa habitación y cámbiate de ropa, cuantas menos preguntas hagas, mejor.
Como dice el Principito: cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Y así lo hice yo, entré en la habitación donde lo único que encontré fue unas tiras de cuero negro que al estirarlas me di cuenta que era un traje como los que se usan en sesiones de sadomasoquismo, haciendo caso a la máxima que me había impuesto, me desnude e intenté vestirme con aquello, afortunadamente tenia una caperuza por lo que así no fue tan complicado pues aquél sayo tenía muchos más agujeros de los que mi morfología pedía para colocar mis extremidades.
Cuando terminé me di cuenta que de los tres agujeros que sobraban dos eran para las nalgas y así llevarlas al descubierto y el otro, el más austral de ellos, para que mis partes pudendas quedasen balanceandose cual badajo.
Lleno de rubor, afortunadamente cubierto por el capuz, abrí la puerta y allí me aguardaba ella, me tomó de la mano y me guió hasta otra habitación que mas parecía la fragua del pueblo de la sierra que recordaba haber visitado en mi infancia. En las paredes estaban dispuestas una serie de panoplias de herramientas cuyo uso se me escapaba, algo parecido a tenazas junto a grilletes, cadenas, cordeles, sogas, fustas y cien artilugios más, algo sacado de los mejores sueños de Torquemada.
Lali se deshizo de la bata que portaba y expuso a mis ojos el traje de cuero que llevaba similar al mio, como su cuerpo ya dije que no era de mi agrado, no bajé mi mirada del cuello para no tener que contemplar las carnes que escapaban por los agujeros de su traje.
De un empujón me tumbó sobre una camilla y tras tentarme, me puso unos grilletes en la parte que conté que sobresalían por el agujero más austral, los grilletes llevaban una cadena y al ponerme de pié, ella con un tirón hacia abajo me obligó a situarme de cuclillas.
-   Ahora vas a ganarte el aumento de sueldo
Y sí, así es como consigo mantener mi triste puesto de trabajo, a pesar de todo estoy echando currículos. Los sábados me gustaba dedicarlos a pasear por la sierra, pero esta maldita crisis me está provocando de vez en cuando alguna orquitis.49 Sombras

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