Revista Talentos

7° Concurso: "Arma una historia basada en una imagen" de El Círculo de Escritores

Publicado el 30 noviembre 2014 por María José Luque Fernández @sonrisasdecamaleo
CHAITRA
La noche de los espíritus había llegado, era cuestionable el lugar, pero no el momento, ya lo habían debatido largamente. 
Se encontraban en el noveno día del mes chaitra, en el cielo podía observarse la alineación perfecta de la Luna con Marte, Júpiter, Saturno y Venus. No había tiempo que perder. El universo había comenzado a danzar.
No era difícil encontrarle, su piel azul clara, y su largo cabello enredado libremente al antojo del viento no le permitía pasar desapercibido.
Caminaba sin prisa, su mirada perdida y su mente posiblemente a muchos kilómetros de distancia. Su vestimenta era también extraña, una corta túnica y un ancho pantalón color amarillo, en la mano un arco. Quien si no Sajad, siempre vigilante,  podía ser aquel muchacho.
Forma, tiempo y espacio ya no eran visibles, en su lugar energía, llamaradas de luz y color en discontinua armonía danzaban a su antojo por todo el universo.
Una lucha sobrenatural se había desencadenado, la consecuencia sin duda alguna, Sajad. La solución el mismo.
Se dirigía con un paso firme y decidido hacía aquel tétrico lugar, el bosque de los espíritus, no tenía miedo, nadie podía infringirle ningún daño, era el elegido.
Al despuntar el día aún no había noticias de Sajad. Los sabios empezaban a dudar, ¿ tal vez, no era el elegido?
Él desencadenó la furia de los elementos, su antecesor ya le había aleccionado al respecto, “no  los retes, ellos son indispensables, insaciables, aunque tú creas tener el poder, no es cierto, son ellos los que te consienten”.
El umbral había sido traspasado y requería una rápida intervención, la intensidad de aquella luz podría llegar a cegarlo
Antes de adentrarse en el portal,  arrojó lejos el arco, en esta lucha no sería necesario.
Ellos le interceptaron pero consiguió abrirse camino, se dejó llevar, cerró los ojos y abandonó la prisión de su cuerpo casi al instante.  Suprimió el transito, allí no existía el tiempo, sólo energía.
Sobre él, como si se tratará de una proyección, los cuatro elementos, tierra, aire, agua y  fuego se debatían entre el escarmiento o el perdón, la insumisión no podía ser permitida en un ser estelar transportador de luz.
 A pesar de estar tranquilo, algo le turbaba y le hacía sentir débil. Aquel quinto elemento superior a todo lo conocido, le mantenía cautivo.
Sin saber porqué decidió sumirse, dejó su orgullo a un lado, su audacia debía, tal vez, ser castigada. Sintió algo extraño, su mente había pasado a ser controlada y dirigida  hacía un enmarañado laberinto de luz. Estaba en estado latente dentro de una espiral, sumergido en el ciclo de la vida, muerte y renacimiento.
Esferas de luz se aunaban al viaje. Cuatro portales Norte, Sur, Este y Oeste cada uno con un mensaje diferente, un circulo que cerrar, el ciclo de la existencia y la conciencia, complementadas con la polaridad positiva y negativa,  fuerzas que se complementan y aúnan para que el ciclo termine. La sabiduría y el equilibrio eran su sustento.
Aquel quinto elemento había permitido su acceso a una frecuencia superior, donde se aúnan las fuerzas terrenales,  las celestiales  y  la humanidad, dando lugar a la auto regeneración absoluta.
Se había convertido en un guardián del equilibrio planetario.
 María José  Luque  Fernández.





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