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¡a la playa!

Publicado el 21 julio 2009 por [email protected]
Cada verano, mis abuelos y mis padres me llevaban a la playa. Al principio en chozas, aunque también es cierto que había casetas de madera. Podríamos decir que eran como los chalet de hoy en día. Allí nos reuníamos personas de todos los pueblos de Doñana: Aznalcázar, Pilas, Almonte, Villamanrique, Hinojos y por su puesto de La Isla.
En aquella época el veraneo era muy fácil: un bañador y un pijama. Uno te lo ponías por la mañana y el otro por la noche. Recuerdo perfectamente cómo mi madre ponía los baños de agua dulce que por la mañana sacabamos del pozo helada, al sol para que, al llegar la noche, estuviese calentita y poder bañarnos. Las gomas negras y enormes de los tractores eran nuestro flotadores. Un almonteño con una trompetilla de esas que se venden en las ferias de los pueblos, recogía los encargos de las "pringá", traía el pan y vendía barras de hielo. Las camas sólo se hacían a la hora de acostarse, para sacudir la arena acumulada durante todo el día. Los araclanes eran nuestros vecinos pepétuos. Mientras los mayores jugaban partidas de cartas interminables jugandose los garbanzos del potaje, los niños acudíamos a un improvisado cine cuya pantalla era una sábana blanca aplanada con dos jincos (el dueño del único chiringuito era todo un empresario).
La tarraya y el transmayo nos surtía de pescado y la rueda del tractor habría un gran surco del que cogíamos las coquinas por cubos.
Para mí era muy emocionante el día en que llegabamos. En la bajada de tierra rojiza nos esperaba un tractor con una plataforma delante y otra detras. Se cargaban los chismes y las personas y elegíamos el lugar donde queríamos poner nuestra "residencia".
Me gustaba mucho, cuando nos trasladamos de Matalascañas al Pico del Loro, ayudar a mi padre a instalar el agua corriente. La tarea consistía en introducir media caña en el escarpe de las dunas y, como por obra de arte, de allí manaba un hilo de agua dulce y fría. A través de una goma y con unas orquillas de madera a modo de acueducto, el agua se dirigía hacia un bidón.
Me encantaba cuando llegaba la noche y se encendían las bombonas de butano azules pequeñitas que, durante el día, hacían las veces de ornilla. Me gustaba ayudar a la abuela Amelia a cambiar lo que ella denominaba "la camisilla" de la luz.
Recuerdo como los niños, cuando llegó a nuestro país el destape de mano de "los alemanes" (daba igual su procedencia de origen, para nosotros todos eran alemanes). Con disimulo nos alejabamos de la zona de acampada para ir a ver la desnudez europea.....
¿Porqué estaban tan buenos aquellos albures? ¿y las coquinas? ¿Porqué los niños nunca protestabamos porque el pan de la merienda fuese de dos dias ? ¿Porqué no nos aburríamos si sólo teníamos una goma negra y kilómetros y kilómetros de playa? ¿Porque hemos cambiado tanto?
Y los domingos al Sol y Frío a por una heladito o una granizada......
Momentos imborrables de mi memoria, sobre todo cuando se acababa el agua calentita y de aquel cubo colgado de un travesaño caía un agua endemoniadamente fría.
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