Revista Talentos

Acuarela

Publicado el 28 enero 2013 por Misafueras
AcuarelaHace unos días estrené mi caja de lápices. Tres años ya en un armario, desde que fuera mi regalo de Reyes. Tampoco había usado el bloc ni los pinceles junto con los que los Magos la dejaron una noche mágica como la de hace unas semanas.
Cuando la abrí aparecieron todos alineados, cumpliendo a la perfección las normas de la escala cromática. Lapiceros de dibujo de grados de dureza diversos, lápices de carbón, lápices de colores clásicos, otros de colores metálicos y, para mí los más deseados, los acuarelables. No tenía ni idea de lo que haría con ellos, pero me apetecía experimentar, ver qué salía.
Busqué en varios libros sin dar con el motivo que me arrancase las ganas imprescindibles para dedicarme a dibujar durante horas. Entonces recordé que el primero de mes descolgué de la cocina el calendario de 2012. Lo había guardado porque contenía decenas de fotografías bellísimas con las que algún día, quién sabe, poder hacer algo especial. Lo hojeé, regresando a los instantes, a las citas, a las esperas, los anhelos, las estampas de todo un año. Impresa en papel satinado de excelente calidad, una de las imágenes acabó por seducirme.
Un llamador o aldabón de los que cuelgan de las puertas. Sobre todo de las de hace décadas, cuando aún no había timbres ni porteros automáticos, ni otros medios para avisar, más allá de la voz en grito o de unos golpes sobre la superficie de madera. ¡Cuántos porrazos sufrían aquellas puertas! Hoy estas aldabas ya se emplean como meros adornos, aunque puedan atizar ruidosamente. Una mano de bronce pintada de azul, gastada por la fiera pátina del uso. Toc, toc, toc, toc, así llamaría con una mano sirviéndome de otra. Delicada pero maciza. No mostraré la foto que he querido remedar, sino el dibujo y mis licencias en él.

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