Revista Diario

Alma blanda con mermelada

Publicado el 25 julio 2011 por Negrevernis

Decido desayunar distinto, por una vez. Busco la tostadora en el armario del fondo de la cocina, estante superior, tras el escurridor naranja de los macarrones y el rodillo de los bizcochos. Pan de molde de color blanco lustroso y doble de ancho. Mantequilla ablandada y mermelada de fresa, en bote pequeño.
No hay nada que me guste más que untar de mantequilla una tostada bien caliente: el cuchillo acaricia la grasa, rompiéndola en escamas blandas que se amontonan sobre la hoja, los surcos diminutos de mi cuchillo marcados como un arado en el campo. La pericia de mantenerlas en el aire un segundo y deslizarse por la oscura cara de la tostada, apenas rozando su piel requemada para mantener la capa inmaculada de mantequilla blanca. Dejar otro segundo que desaparezca entre la miga y el calor. Adivinar el sabor dulce escondido en el alma de la tostada y dudar si poner otra segunda capa de roja y sangrante mermelada de fresa...
Alma blanda con mermelada.


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