Revista Talentos
Subyugado por su desinhibida desnudez y aquella pose manierista, lo rescató del contenedor. Apreciaba, sobre todo, su silencio cómplice, pero últimamente sentía tras de sí sus ojos vigilantes. Y no descansó hasta escuchar el estertor del plástico, mientras las fauces del camión de la basura engullían la sonrisa del maniquí.