Revista Diario

Altura

Publicado el 30 junio 2011 por Mixha
Altura
Peña alta al borde del abismo, donde miles de cruces asoman, puedo atisbar el horizonte más lejano que da directo a un peñasco cerca de la cresta de la nada.
Me tracé por años la meta de treparla, por ello viajé a Cantabria para poder concebir el nacimiento de los montes emergentes más etéreos que podría concebir mente humana. Por ello, cuando llegó el momento del bendito viaje. Asumí que todo lo esperado estaba a punto de comenzar,  la aventura de mi vida. Todo fue hecho con mucho sigilo, incluso las recomendaciones del doctor fueron realizadas. Las expectativas de este viaje eran tremendas y cada día era una gran espera. Las voces revoloteaban alrededor, la familia presurosa que llevara cámara, agua, todo lo necesario. Estaba tan cansada con el ajetreo que mi marido se ocupó de ciertas banalidades, como mi equipaje y que cada cosa debería estar en su lugar.
Cuando partí me sentí como una niña que se aleja por primera vez, a pesar de tener a mi lado alguien incondicional que calladamente soportaba mi gran temperamento. Me dio un fuerte abrazo y me recordó cada minucia del viaje y que el mapa estaba dentro de mi vieja chaqueta beige.  Lo único que no confiaría a nadie: trazar caminos. Como buena escaladora controlaba mis rutas y trazaba con colores específicos mis márgenes algo que no podría hacerlo en absoluto nadie, menos mi esposo que era bueno pero de ninguna manera inteligente.
Subir, subir y subir con el aire golpeándote el rostro, podía sentir la adrenalina que recorría todo mi cuerpo llenándome de excitación y empuje. Me sentía dichosa al bordear esos abismos como si retara al mismo diablo. Crucé por horas los montes. Sin embargo noté dobleces de ruta. Que no deberían existir según lo planificado, ya que tenía que llegar antes de oscurecer al primer peñasco. Busqué mi mapa y allí estaba, no los recordaba pero si estaban puntuales dentro del papel. Así que seguí cuesta arriba. Se hacía más tarde y se torcía el horizonte por la ondulación del cerro. Sentí sed y abrí mi segunda botella pero la sentí agria hasta medio rancia. Pensé que era mi boca seca que tenía un gran amargor. El sol le cayó de lleno al mapa y pude ver unas breves letras que no conocía y así que saqué mi lupa y pude leer “copia fiel del original” mire de cerca mis marcas y descubrí que los matices no pertenecían a mis plumas.Sentí mareos y cansancio, incluso algo de temor. Mi cuerpo me vencía y  únicamente podía pensar que no era posible. “¿En qué momento lo planeó?”. Sabía que estaba perdida; que había bordeado la peña pero del lado reverso, a la nada. Donde hay un precipicio y miles de rocas me abrazarían. Mi cabeza estallaba, estaba a punto de explotar. “Sólo tuvo una hora” pensé.
Nunca noté que era tan listo, lo hubiera amado tanto.Altura

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