Revista Literatura

Amarrado a ti.

Publicado el 21 mayo 2017 por Marga @MdCala

Amarrado a ti.

-¿Y cómo decías que se llamaba, abuelo?

-Lucía. Han debido ya pasar unos cincuenta años, y aún no puedo decir su nombre sin…

-¿Si tanto la querías… por qué te casaste con la abuela?

-¿Que la quería? La quiero y la querré siempre, jovenzuela.

-Pues no lo entiendo… -La curiosidad de la nieta adolescente por conocer más detalles de la historia de amor de su abuelo materno iba en aumento. Ambos parientes, confidentes desde siempre, habían guardado un respetuoso y cómplice silencio hasta el fallecimiento de la esposa de este, la abuela María.

-Yo era un pobre marinero; bueno, sigo siéndolo de alguna forma. Mi Lucía era -como yo- de aquí, de Porto Covo. Crecimos juntos, en el mismo barrio de pescadores. Su padre también faenaba, como el mío, como mi abuelo… Ya sabes, ni siquiera te planteas hacer otra cosa. Aunque te confieso que me hubiera gustado.

-Continúa, por favor; me encantan tus historias.

-De acuerdo, niña -dijo sonriendo el anciano a su nieta, deseoso de poder hablar un buen rato sobre su amor pasado- te contaré lo que recuerdo, a duras penas, sobre la que fue mi mujer… en mi corazón.

Antonio, uno de los pocos viudos septuagenarios que vivían en el lugar, encendió un cigarro, aspiró profundamente, y se acomodó en la silla de mimbre de su humilde y descuidada casa. El toque femenino y hogareño se lo había llevado su esposa con ella, y él se sentía demasiado solo y vencido como para realizar ningún cambio. Su vida se limitaba a ver transcurrir el tiempo y añorar un final distinto para su vida… Al menos, el final. Su nieta Luisa, de quince años, se encontraba sentada sobre un almohadón, a sus pies, apoyada en sus rodillas y con los ojos y oídos muy abiertos, ante lo que sin duda sería un relato precioso. Cuantos más detalles tuviera, mejor podría ayudar a su abuelo. Necesitaba hacerlo. Siempre había sido una romántica incurable…

Tras una hora de conversación monologada con el corazón de Antonio, Luisa ya tenía información suficiente: Lucía Olivenza Gómes. Así se llamaba la mujer que debía encontrar.

Escasas indagaciones en la Red dieron pronto su fruto y llevaron al encuentro virtual de Lucía y Luisa, las dos mujeres más queridas por el viejo marinero. La señora Olivenza escribía en un periódico y tenía, además, un blog personal. Su innata afición por la escritura y las letras la habían conducido a Lisboa, a los dieciocho años, donde había estudiado periodismo. A su término, consiguió encontrar trabajo en la redacción de un diario de tirada nacional, donde conoció al que finalmente hubo de ser su marido. Sin hijos, le confesó emocionada a la niña Luisa que aquella había sido la sorpresa más maravillosa de su vida. Aún recordaba al joven marinero de amplia sonrisa y pelo rubio que tan bien jugaba al fútbol en sus escasos ratos libres.

-Señora: me dice usted que enviudó joven y que no rehizo su vida ¿no es así? -preguntó en una de sus numerosas charlas de Messenger.

-Sí, querida. Supongo que a los cincuenta y dos no es fácil comenzar de nuevo en algunos aspectos. Preferí vivir sola y rodearme de buenos amigos. Los conservo de mi trabajo y los tengo también en mi blog…

-¿Y querría usted volver a Porto Covo y pasar un fin de semana en un hotelito que yo le reservara? Conozco un sitio encantador, y podría relajarse unos días…

-Y volver a ver a tu abuelo, ¿verdad niña? ¡A mis sesenta y ocho años! -Un escalofrío de emoción y duda recorrió la espalda de la mujer, que de forma instantánea sintió un puñado de mariposas acariciándole las tripas.

-Sí, señora. También. Mi abuelo la quiere mucho y continúa echándola de menos… Siempre dice que se siente amarrado a usted, igual que lo está ya a la tierra. Es mayor y siempre se ha sacrificado por todos. Me gustaría que ustedes se reencontraran, y solo sería un fin de semana. Tengo algo ahorrado, no le costaría nada…

-¡Querida, eres encantadora! Creo que no puedo negarme; a mí también me hace mucha ilusión esa escapada, y creo que desde que me jubilé, hace ahora tres años, esta es la reunión más apasionante que se me presenta. Trato hecho, niña. Mañana hablamos.

Dos semanas después, Lucía hacía acto de presencia en el pueblecito de pescadores, y conocía personalmente a Luisa, quien la conduciría hasta la casa de su abuelo. Antonio, tan sorprendido como fascinado, observó a la elegante señora que se mantenía quieta y sonriente, a cierta distancia, y sacó fuerzas de donde ya no creía tener para correr a su encuentro. Un abrazo interminable selló el mágico instante en el que ambos quisieron regresar a una juventud de futuros eternos.

-¡Gracias, Luisa! -dijo emocionado a su nieta- ¡Muchas gracias, cariño! Me has hecho el hombre más feliz de la tierra…

-Tienes una nieta maravillosa y convincente, Antonio. ¡Qué alegría de volver a verte!

Treinta años después se cuenta y vuelve a contar, como si de una leyenda romántica se tratara, que si estás enamorado aún puedes ver a la pareja de ancianos paseando las noches de luna clara, por las empedradas callejuelas de Porto Covo.

Y que si pones atención también escucharás lejano, como un eco leve: “Te amo, te amo, te amo…”

P.S.: Fotografía de Ricardo Acosta, cedida en su día para la composición de la historia. Gracias siempre, amigo. 

La entrada Amarrado a ti. se publicó primero en Marga de Cala.


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