Revista Diario

AMOR VISTO y NO VISTO (3ª parte)

Publicado el 24 septiembre 2016 por Evamric2012

AMOR VISTO y NO VISTO (3ª parte)

Cogí el último tren, mentira. Salí cuando a mí me apeteció y me sentía con ganas. Me llevó mi amigo Javier con la moto. Lo que no sabía Max es que habíamos decidido a finales de agosto alquilarnos mis Insomníacos y yo una casa en la Normandía para pasar los fines de semana cuando nos apeteciese desconectar.

Javier, mi mejor amigo, tiene una casa allí, en Honfleur, no muy lejos de la de Max en Cabourg, y la que habíamos alquilado estaba en Villers, -todos detestamos Deauville- pero todos estos lugares quedaban muy cerquita de lo de Max. Así que me llevé las llaves, por si.

Cuando llamé a la puerta, tras dejar antes mis cosas en Villers, tomarme una buena ducha, y prepararme para salir con la bici, (unos 10km entre los cuales me paré para tomarme un grog), pensando que llegaría hasta muy tarde y después de la cena, pues va y fue que no.

Tras tres toc toc toc- que los conté- allí estaba él, de pie, y con una sonrisa devastadora, y abrazándome y diciéndome que estaba esperándome para la cena. Más solos que la una, Max y yo mirando la chimenea y sus llamas ficticias (es lo que tiene el glamour del sXXI, llamas de chimenea artificiales para crear ambiente), con un aire de tontaelhaba que no veas.

En eso que Max enciende un aparatito y se escucha la musiquita de su última maqueta por todas partes, y me ofrece su mano proponiéndome que baile con él, ya con sus manos por mi cintura.

Al cabo de unos cinco minutos ( que es tiempo eh? aunque parezca que no...) habíamos evolucionado vagamente dentro de un perímetro de cincuenta centímetros y ya al cabo de cuatro minutos cincuenta y seis segundos estaba ya negociando yo con lo que haría con aquella espalda, y aquella mirada.

En el fondo no estaría en esa misma situación si Margot hubiese omitido el hecho de que a Max le moví el piso en cuanto me vio por primera vez.

Ante aquel hecho había trazado un destino, una línea, la cual me había conducido hasta aquella casa a orillas del Océano.

Por si fuera poco, había bordado, recomponiendo y arreglando los colores a mi antojo, la calle que me llevó hasta allí, nuestras noches anteriores, y el todo tan bien cosido que hasta yo misma me había creído y creado la necesidad y todos los futuros que acompañarían este nuestro nuevo encuentro.

Así, sin más ni más, a aquel mal trago e impresión que me produjo cuando me lo presentaron, le di la vuelta como al guante con el que suelo fregar los platos sucios sueltos que no caben en el lavavajillas.

Visto desde este nuevo ángulo, perspectiva y prisma - todo es del color con que se mira- los ángulos ya iban cobrando un halo suave, sensible y hasta trémulo.

Todo listo y a punto, hasta la leve textura de esa chispa, de ese escalofrío pillín que sabría cómo arreglárselas para acorralarme el cuerpo entero, razón y corazón incluido: un tres en uno, vaya.

Ay cuántas historias nos contamos a menudo las más de las veces para no dormir haciendo el insomnio lo más llevadero posible.

Y sí, todo hay que decirlo, si no hubiese habido por medio el mar, es más, un océano en este caso... como decorado infalible, ni hablaríamos ni de la magia.

No hubiesemos caido ninguno de los dos bajo el encanto de nuestras propias mareas.

P.S. Aviso a rebeldes. Es un culebrón. Será tan largo como la historia lo merece... libres sois de seguir o no seguirlo.
Y además todas estas entradas, están programadas e independientemente de mí, la vida sigue y yo, con ella también.
;)


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