Freya II
¡Cómo se escurre el tiempo que falta
para su partida!
Anoche permanecí durante horas frente a su puerta disfrazada de mendiga,
contentándome con imaginar que era su
sombra amada la que se vislumbraba a través de las cortinas que yo misma bordé.
Lo imaginé en sus brazos, debilitado por palabras melosas e intrigantes.
Y ahora que mi decisión está tomada, no cederé a la compasión ni al
arrepentimiento.
Fue ella quien se interpuso entre nosotros y sembró en mí la
impredecible semilla de la desesperación.
Él tampoco es feliz, lo he visto en sus ojos oscurecidos y en la línea
que atraviesa su frente como una cicatriz.
Un hombre como él no puede ni debe renunciar a su destino de grandeza,
tan solo por acceder a los deseos de una advenediza sospechada de Rebelde.
¡Sería yo quien tendría que estar a su lado alentando su decisión y su
coraje con mi devoción!
¡Ay! este Palacio me ahoga. Los relámpagos con que nos azotan los
Señores de Occidente, lastiman mis ojos.
Pero en vez de lamentarme buscaré la forma de verter en la copa de la
intrusa, un veneno que no deja huellas y que pondrá las cosas en su lugar.
No hay precio para pagar la felicidad que me espera, así que Sauron
tendrá cuanto me ha pedido.
Y si fracaso... ¡que la
Muerte nos lleve a todos!
Me he extraviado en mis propios pensamientos, y ahora veo que se
acercan las esclavas que prepararán la mesa para el banquete de despedida ¡Será
ahora, o nunca!
(Haleth
– Nedda González Núñez)