Me pilla este Día de Todos los Santos leyendo sobre ángeles, los mensajeros del más allá. De santos sé bastante poco, pero ángeles he conocido alguno que otro. En los últimos años, sin embargo, no se ha posado ninguno sobre mi hombro, así que algo he debido hacer mal.
Dice Thomas Moore que la "luz cegadora del interés en nosotros mismos" apaga el resplandor de los ángeles, e intuyo que por ahí deben ir los tiros.
"Los ángeles y los espíritus que se asocian a las diferentes culturas del mundo resultan esenciales para el encantamiento, porque son lo único que nos queda en nuestro deseo de conectar con lo divino", indica Moore. "Sin el aleteo de sus alas en el fondo de la experiencia, nos quedamos con los chirridos y zumbidos de las máquinas, con el ruido blanco y el rumor de nuestros propios pensamientos".
Añado que los miles de pensamientos, la mayoría repetidos, con los que la mente nos devora cada día no contribuyen a engrandecer el aspecto más celestial nuestra vida. Ni tampoco la exuberante tecnología, de la que cada vez es más difícil despegarse y que nos distrae a cada momento; es improbable que tu ángel se comunique contigo a través de tu iPhone.
Hermosa Soledad, de Jimmy Liao.
Pero ¿qué es ese encantamiento? Ni más ni menos que el alimento del alma. Sin encantamiento estamos perdidos, dice Moore: todos nuestros problemas tienen su origen en la pérdida del alma, y un aspecto importante de esa pérdida es el desencanto. "Un mundo encantado es aquel que habla al alma, a las misteriosas profundidades del corazón".
Dos niñas gorditas disfrazadas de esqueletos llamaron ayer tarde a mi casa para pedirme "truco o trato". El impuso inicial de dedicar este post a la arrasadora y mega comercial irrupción de la fiesta de Halloween en España ha dado lugar a este pequeño hueco para los ángeles. A ver si así me hacen más caso, que tengo un par de cosillas que consultarles.
Puzzle Bobble
Karate Blazers
Puzzle De Bloques
Magical Cat Adventure