Revista Literatura

Astronauta solitario

Publicado el 06 agosto 2014 por Xabelg

Astronauta solitario
Armando se levantó rápido de la cama, abriendo ruidosamente la persiana para comprobar que tal día hacía. No quedó decepcionado, a través del cristal pudo ver que lucía un espléndido sol.
Tras dejar la ventana abierta para airear la casa y combatir el calor, se vistió y desayunó ágilmente para salir a disfrutar de lo que había visto a través de la ventana, no sin antes hacer una pequeña parada en el cuarto de baño. Al pisar la calle le dió la sensación de que el aire era distinto, menos cargado.
Como en los últimos días, las calles se encontraban casi desiertas, con apenas coches aparcados, y mucho menos circulando por ahí. Tiendas cerradas. Las personas con las que se encontraba en su paseo exploratorio fueron escasísimas, como si un terremoto silencioso se hubiera tragado a la mayoría de los habitantes de la ciudad. Se sentía como un astronauta, explorando en solitario nuevos territorios completamente desconocidos, sin ningún conocido a la vista, con todo lo que veía a su alrededor para su disfrute. La ciudad redescubierta desde otro ángulo y vacía como su pequeño patio de recreo, mientras todos los demas pasaban horas en los aeropuertos o hacían rutas maratonianas en carretera.
Eso era lo bueno de pasar las vacaciones de verano en la ciudad. Este año, Armando se quedaba allí en casa, no iría ni tan siquiera al pueblo, que estaría lleno a reventar de turistas a la caza de una experiencia rural. Allí en la ciudad estaría más a sus anchas. Más de la mitad de la gente que allí vivía se había ido de viaje, para estar apretujados en los destinos turísticos que habrían elegido. El prefería aprovechar la puntual descongestión para disfrutar de aquel entorno en el que en el resto del año no había podido reparar con detalle, en parte a causa de la masificación que había experimentado la población en los últimos años. Los días que le quedaban de vacaciones iba a hacer de aquel lugar su paraíso particular, y aún más, los reclamaría como suyos, como su descubridor y explorador, el único que la disfrutaría al detalle, con todo el verano por delante para hacerla un poco más suya, clavaría su bandera como Neil Armstrong en la luna en aquel verano de 1969.

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