Revista Literatura

Atraco en un bus: miedo y paranoia (Crónica)

Publicado el 07 agosto 2016 por Jahs2003
Atraco-Maracaibo-Bus-UniversidadUn atraco en un bus genera miedo a quien lo vive, los robos por lo general causan paranoia. A unas semanas de su de vivirlo le temblaban sus manos cada vez que sentía una emoción fuerte, el robo a mano armada le generó una pequeña crisis. Antes ella evitaba llamar la atención, con un celular “potecito” adicional al que usaba, sin embargo no pudo escapar del hampa de Venezuela.
Ahora miraba con recelo los paisajes, buscando personas con características que le hicieran huir. En un país donde se estigmatizaron las motos y se les asocia con atracos es complicado disfrutar del paisaje en paz,  lo cual era una triste verdad para una chica que  disfrutaba de Maracaibo a pesar del calor y la contaminación.Comentó que hace días estaba con su madre de regreso a su casa luego de hacer diligencias en el centro de la ciudad, tuvo una decisión difícil: elegir por una ruta más complicada que no pasara pordonde la atracaron (Avenida Los Haticos) o tomar un solo bus que la dejara en su casa pero que pasaba por aquel lugar del robo.  Ante el cansancio de su madre y el poco dinero, decidió enfrentar su trauma y no complicar más el trayecto.Estaba al lado de su madre, tomó el puesto donde daba sol para evitarle molestias. Ella se cubrió con su chaqueta con la excusa del sol, pero se cubrió como un niño que se esconde debajo de su cama cuando tiene pesadillas, no quería recordar el robo.
El roboTenía clases a las 3:25 pm, debía salir de su casa a las 1:00 pm. Salió más tarde, repasaba para un examen de Ética y legislación ¡qué irónica hablar de ética!“Repasé, almorcé apurada y me fui.” Los venezolanos pasan un martirio con el transporte público, ella espero a pleno solo un bus, carrito, van, cualquier cosa que la sacara de ahí. El desespero aumenta, ya salió tarde de su casa y el trayecto es largo.Tomó un carrito y fue a la Plaza de las Banderas, fue a la parada del bus de Las Delicias y miró la hora desde un celular. Sabía que llegaría tarde, pero no podía faltar a su evaluativo.Atraco en un bus: miedo y paranoia (Crónica)Foto: elperiodicovenezolano.comTomó asiento donde, al dar la vuelta el bus, no le diera sol. El asiento quemaba, el sol hacía sentir el bus como un horno. Eran más de las 2:00 pm, tomó un pañuelo y secó las gotas de sudor que comenzaban a recorrer su frente, buscó en su bolso una botella de agua para refrescarse.“¡Que lentitud estos buses! Ella no sabía que el trayecto se le haría más eterno de lo usual. Quizás debió de salir a la 1:00 pm, quizás aún así sería atracada.Siempre que pasaba un vehículo por la “bajaíta” frente al Enelven de Los Haticos le daba fatiga. Fatiga y mal olor, dos elementos comunes cuando pasaba por ahí, pero hoy la incomodidad sería mayor.Pasan frente al barrio Danilo Anderson, media cuadra después se montan dos sujetos de aspecto ligeramente desagradable. Apuntan al chófer del bus con un arma de fuego. Se tensa todo su cuerpo al observar la escena, respira, cierra los ojos fuertemente; trata mantener la calma, ya no está tan tensa pero siente como su corazón late rápidamente.El arma era un revolver, primera vez que veía uno, pequeño, plateado y hasta delicado. Las únicas armas que había visto en su vida eran la escopeta de un familiar lejano que sólo usaba para espantar a los “rateritos” de su barrio y el arma de un familiar más cercano, con la cual a veces tropezaba sin querer (sin cartuchos).Las armas bajo un aire acondicionado son muy frías, por su condición de metal, recuerda ella las veces que tropezó con una. Este extraño recuerdo le hizo pensar en cómo sería la temperatura del revolver a semejantes temperaturas de una tarde en Maracaibo. Un momento inoportuno para estas preguntas, quizás sus nervios le hacían evadir la realidad.Volvió al momento, miró como los hombres le quitaban el dinero al chofer. Uno se quedó al lado del conductor del bus, otro fue con su arma puesto a puesto a robar pertenencias, celulares principalmente.—¡Dame el teléfono! —dijo y caminó hacia cada uno repitiendo esto.
—¡Dame! —gritó, arrebatándole la cartera a una señora por entregarle un celular “pote”.
—¡Dame el bolso! —le dice a la chica por entregarle otro pote.
—¡¿Qué?!
—¡Qué me deís esa verga!
—¡No! —a la defensiva—, ¿por qué? yo tengo examen ahorita. —Le señala los apuntes que tiene en su mano derecha.
—¡Quédate tranquila! —dice, mientras le arrebata su bolso.
—¡Coño! ¡qué tengo examen! Ya te di el teléfono, necesito mis cosas para poder ir, —le dice mientras ve que él no dice nada.
¡Cállate la jeta! –dice, el que apuntaba al chófer luego de ir rápidamente, mientras apunta su arma.Los observó, eran menores de treinta años, morenos, vestían con jeans, franelas de algodón y gorras. El primero le apuntó nerviosamente, como a un metro de distancia con un arma rudimentaria que parecía hecha con tubos oxidados; el segundo, más agresivo, le acercó más el arma, el revolver.Escuchó un grito, era la chica de atrás, no la hirieron, fue una clase de llanto desgarrador. Le arrebataron el bolso sin tantas palabras como a la chica anterior y bajaron inmediatamente del bus. Un bolso similar, un morral; una chica similar, entre sus 18 y 22 años. Hay un silencio incómodo que es interrumpido por la chica que llora. “Intenté consolarla, pero no tenía palabras para un momento así”.Miró a su alrededor, suspiro con tristeza, sintió el aire caliente pasando por sus labios. Es la adrenalina, después de pasar, es como un calor ligero que te envuelve.El bus para frente al terminal, se monta una chica al lado con características similares, con la palabra “estudiante” en su frente, morena, contemporánea a ella y con un bolso de la misma marca del que fue el suyo. La chica del bolso siente el ambiente tenso y la miró con curiosidad como queriendo preguntar, ella leyó su mirada y le dijo “Te salvaste, hace poco nos atracaron”.—A mí nunca me han atracado.
—A mí nunca me había atracado.
—¿Qué te quitaron?
—Todo. El bolso.
—¿Y el celular estaba ahí?
—Celular, cédula, apuntes, cámara, cosméticos…todo.
—Lo más cercano que me pasó fue una vez que un muchacho que  se me sentó al lado y me dijo “dame el celular” y me señalo una navaja que me acercó. Le dije que si lo hacía gritaría como loca.
—Jaja (una risa forzada con la garganta seca de tanto llorar). Creo que si no me hubiesen apuntado con pistolas hubiese hecho lo mismo.
—¿Pistolas?
—Sí, dos.La del bolso prefirió callar y acompañarla en silencio, al bajarse le dijo “Me bajaré, espero que no te pase nada malo”, se extraño con esto y le dije “Igual, cuídate mucho, se bajó y no la vio nunca más.Le pesaban sus ojos, aún así intentaba repasar. Quería tomar agua, quería limpiarse el sudor, quería llamar a su mamá y decirle que estaba bien a pesar de todo. No podía, no tenía ni agua ni pañuelo ni teléfono. Si tenía un teléfono, el potecito que no le aceptaron los ladrones; estaba sin saldo pero al menos servía para ver la hora, para saber que tan tarde llegaría.Super Tienda Latino, le tocaba bajarse. Cuando se levantó sintió un leve mareo, estaba débil. Bajó y caminó con lo único que le quedaba: el potecito y la chaqueta que no amarró al bolso sino a un tubo del bus. Se sentía frágil, toda persona le causaba desconfianza, un chico que le miró mucho le asustó y su miedo le hizo decirle “Chico ¿qué hora tienes? Me atracaron y este pote ni la hora buena tiene?, el tipo camino hacia otro lado y le dijo “creo que son las 3:30”.Llega a la universidad, debe decirle el drama a los vigilantes para que le permitan entrar. El carné, eso era otro estrés, tener que dar 2600 bolívares por un plástico era deprimente.Logra entrar a su salón:—Profe, tengo un problema.
—¿Qué pasó?
—Me atracaron.
—Pero descansa —la mira preocupado— y vienes mañana a presentar.
—¡No! ¡yo no vengo mañana!
-¿Qué hago?
—No tengo con qué presentar,
—¿Quién le facilita un lápiz y una hojita? —dice, dirigiéndose al salón.Un chico dividió su hoja de examen en dos y una chica le sacó punta a un lápiz que tenía en su cartuchera, mientras los demás hacían preguntas sobre el robo. Terminó el examen y debía esperar hasta la noche para otra materia, decidió visitar a un compañero de clases en su trabajo, él le ofreció comprarle comida, lo rechazó (y más tarde se arrepentiría de ello).En la siguiente clase estuvo como un zombie y casi le queda esa materia por no querer ir los miércoles por el recuerdo. Salió, consigue a un compañero del transporte, le quiso brindar un jugo “¡Vamos! Yo te brindo un juguito pa’ que te endulces, estás pálida”, pero comenzó una “guarimba” y el resto de la noche fue fastidiosa.Pudo regresar temprano y en el transporte le ofrecieron chocolate, para ella fue ese dulce como lo más delicioso que sus papilas gustativas probaban en años, si acaso tenía un poco de almuerzo en su estómago a las 8:00 pm.Llega a su casa, abraza a su madre, la abraza con tristeza. Comenta que rara vez se abrazan, pero en momento en los que el alma se desploma son cuando realmente necesitan abrazos.—¿Qué te pasó?
—Estoy bien, lo que estoy es cansada y enojada.
—Acuéstate.
Recordando el traumaEstaba al lado de su madre, en el bus regreso a su casa, pasando cerca del lugar donde ocurrió el hecho. Recordó todo en cuestión de minutos, “Mami, me siento nerviosa” y le coloca su cabeza en el hombro, ella le contesta “Es normal, aún es reciente”.El bus pasa frente al barrio Danilo Anderson, ya era de noche, aproximadamente las 7:00 pm. Contempla el barrio con cierto temor, pero luego observa una chica como ella bajándose de un bus, con un bolso grande como el que le quitaron y aparentemente pesado por como lo tomaba. Fue a su casa y buscaba sus llaves, se veía tan cansada como ella en un día de clases, luego observó al iluminarse el frente de su casa  que la chica con bolso tenía un uniforme de la Facultad de Medicina y sintió un alivio.El alivio le hizo suspirar, ahora con tranquilidad. “No todo está perdido aquí, hasta en barrios consigues personas que se esfuerzan” y dejó que su cuerpo se relajara poco a poco y perdiera la tensión ante ese pensamiento en el resto del recorrido.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas