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Bestiacesto. Cuando el deporte se vuelve repugnante.

Publicado el 24 agosto 2010 por Bloggermam
Bestiacesto. Cuando el deporte se vuelve repugnante.Mis cualidades físicas para el basket eran buenas, y aunque a mi favor tenía que era técnicamente bastante bueno, en mi contra estaban mi corta estatura (1,84, para el baloncesto es poquita cosa) y que no tenía padrinos que me auparan dentro de la mafia religiosa (maristas, salesianos, salle...) que campa en el baloncesto de base. Prueba del buen funcionamiento del apadrinamiento es la medalla de bronce de alguien  al que era tan fácil quitarle un rebote sin necesidad de ser alto.
Siendo juvenil me ofrecieron jugar en un equipo de lo que ahora se llama LEB plata (segunda B, para los entendidos en fútbol). Salvo en el fútbol, practicar deporte en categorías inferiores te cuesta dinero, de modo que rechacé la oferta pensando que que debería estudiar para ganarme la vida. Los pobres siempre pensamos que estudiando ganaremos dinero, por eso somos pobres siempre.
En definitiva me encanta el deporte, en especial el baloncesto. No sólo para verlo desparramado en el sofá, rellenando mi tripa de cerveza. Reconozco que lo hago, que es casi mi única actividad deportiva en los últimos años y que es la que menos me gusta.
Pero todavía hay algo que me gusta menos del deporte y son las peleas. El pasado viernes en un partido "amistoso" de preparación para el Mundobasket 2010, jugadores de Grecia y de Serbia se liaron a golpes hasta intentar que la sangre llegara al río. Por suerte no lo consiguieron y la policía sólo tuvo que llevar detenido a un cabestro de la selección Serbia que estampó una silla en la cabeza a un contrincante, aunque realmente quería abrirle la cabeza a otro distinto. Espero que en el Oklahoma City Thunder de la NBA tenga mejor puntería con el balón, con las sillas ya ha demostrado que es un inútil.
El baloncesto parece un deporte ligero por la televisión. Lo cierto es que es un deporte de mucho contacto y muy guarro. Todos los que hemos disfrutado de este deporte hemos sentido en nuestros codos el tacto de un labio, de una ceja, que no se aparataron a tiempo. Cualquier jugador levanta la mano para recibir el balón y el defensor le está clavando el codo en la axila intentando hundirle las costillas. Es normal agacharse para tomar impulso apoyando la rodilla en el gemelo del contrario esperando a que este salte antes que tú con todas sus fuerzas y se lleve un buen dolor de recuerdo (la próxima vez saltará menos). Los insultos al oído. Mordiscos. Puñetazos en los riñones. Manos que intentan barrer un balón en un rebote sin importar si de regalo vienen los ojos de alguien enganchados a los dedos. Sutiles empujones con la cadera para que el adversario salga catapultado hacia un gran golpe, mientras se levantan las palmas de la mano y se pone la inocente cara de "disculpe señorita, yo nunca le miraría el escote". Las entradas a canasta suicidas contra tíos que te doblan en peso, pero que puedes doblar por la mitad sabiendo donde pones la rodilla o la bota. En definitiva, el baloncesto es duro, el corazón está muy por encima de las cien pulsaciones en ataque y también en defensa. No hay descanso ni para los músculos, ni para el cerebro. Todo es rápido, de hecho es muy rápido. Es agotador y tienes que ser capaz de aguantar todo el chaparrón. Todo el ritmo. Los golpes, los gritos, las zancadillas, correr, corre más, saltar como si el suelo fuera de lava, encestar sabiendo que te han dado tantas hostias que el árbitro tendrá que pitar falta hasta al que vende los helados y cuando te levantas del suelo por enésima vez, con los ojos inyectados en sangre sabes que debes guardar silencio porque es un deporte, no una pelea de tu barrrio marginal, mientras mentalmente deseas que toda la estirpe del que puso el pie para que al torcieras el tobillo al llegar al suelo sufra dolorosas diarreas de por vida.
Nada hay que justifique una pelea mientras se está practicando un deporte. De modo que todos los que forman parte activa de una pelea bochornosa y repugnante deben asumir las consecuencias. Para empezar ninguno de los que estaban en la cancha deben jugar el mundial y se debería pensar en una suspensión de al menos un año para el que agredió con la silla. Los equipos son así. Todos son responsables de los éxitos y todos son responsables de los fracasos. Hasta la fecha el mayor fracaso de ambas selecciones es haber olvidado los valores intrínsecos del deporte y que son un modelo para miles de jóvenes que se miran en sus ídolos deportivos.
Si la FIBA permite que alguno de los jugadores de la repugnante pelea participe en el mundial se estará retratando y enviando el mensaje de que se puedes ser violento en una cancha de basket, que sólo pagarás una multa y el show continuará como si tal cosa. Para empezar las propias federaciones serbia y griega deberían pensar si realmente quieren participar en el mundobasket o ceder su puesto a otros equipos. A falta de una semana del inicio del mismo sería complicado sustituirlos, pero sí que podrían acudir con la selección junior, a modo de disculpa e intentando demostrar que la siguiente generación de jugadores estará llena de deportistas y no de verracos descerebrados. Sin embargo hay intereses creados y la FIBA no hará nada para enfadar a sus consentidos griegos y balcánicos.
La otra opción está fuera del alcance de la FIBA y está en los contrincantes que tendrán en el mundial: boicotear el campeonato negándose a jugar contra Serbia y Grecia. Pero el dinero de los sponsors es muy goloso y no hay redaños para plantarle cara al que administra el dinero fácil.
Si quieren que las peleas formen parte del espectáculo como en la NHL, que lo digan abiertamente y que le pongan pinchos al balón para que sea todo más espectacular. También pueden esconder látigos en alguna parte de la cancha para que un deporte ya emocionante de por sí tenga todavía más alicientes, y al acabar el partido canjear los testículos de un pivot por un apartamento en la costa, así el público participaría más motivado.
Hay gente que es de esta opinión y ya hace vídeos con la pelea, con música de Eminem, que es la excepción a la regla que dice que la música amansa a las fieras.

keagustitomekedao

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