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Callar para otorgar

Publicado el 06 octubre 2012 por Rubydelfino

Supongo que la clave está en no renunciar a quien eres. Es la frase a la que doy vueltas mientras sujeto un cocktail con mi mano izquierda y espero al imbécil del electricista para que me haga la revisión de toda la casa, que lleva una hora de retraso. Y pienso en esta frase mientras me recreo en el mes tan absolutamente caótico por el que ha pasado Kimberly y del que, al parecer, le cuesta recomponerse. Nuestra conversación de hace dos horas, cuando la segunda jarra de agua de Valencia estaba aún hasta arriba, había sido muy reveladora y, a todas luces, lamentable.
-Espera, espera, espera… ¿Cómo que a las 6.30 de la madrugada? –le preguntaba yo, ojiplático mientras me contaba su historia. -No me juzgues, Ruby –Kimberly me ponía ojos de Norit-.-No, en serio, espera. ¿Tú me estás contando que en plena noche, estando tú durmiendo, este chico te llama a las 6.30 de la madrugada pidiéndote que vayas a su casa porque te echa de menos, después de una semana sin dar ni una puta señal de vida y tú, con tu santo coño arrastrado por el suelo, coges y vas? ¿Pero estamos locos?

Callar para otorgar

Kimberly, en la cama, antes de ser una arrastrada

Nuestras miradas se cruzaban, sabiendo que siendo tan impulsivos y tan jodidamente estúpidos con los tíos, aquello podía habernos pasado a cualquiera de los dos. Instintivamente, nuestras manos alcanzaron los vasos y bebimos. Normalmente tanto azúcar nos habría puesto como Winona Ryder en Tiffany’s. Pero yo, con dos cojones, había endulzado el agua de Valencia con edulcorante líquido del Día.
-Yo apostaba por esta historia, Ruby. No, miento. No apostaba a ciegas. Sino que realmente esperaba más. La noche fue genial.-¿Noche? –interrumpí yo, descaradamente-. ¿De qué puta noche me estás hablando Kim? Si Ana Rosa ya estaba a punto de empezar su programa cuando cogiste el metro. Si sólo te faltó llevarle los churros.-No. Fui en Taxi. Y no eran churros. Fueron una napolitana de chocolate y un croissant.-Tú es que, encima, eres mongola –respondí yo, antes de empezar a despollarme en su cara. Bebí otro sorbo del agua de Valencia adulterado con edulcorante barato, y entonces continué, cogiéndole la mano.- Kim, hay chicos que no nos convienen. Independientemente de que parezca que todo podría ir bien, de que aporten cierta emoción a nuestra vida, de que parezca que llevan una existencia mucho más interesante que la nuestra o de que todas las señales indiquen que están por nosotros. No podemos quedarnos sujetos a la primera impresión que nos dieron. Quedarnos sujetos a ella es como permanecer atados mientras nos dan de hostias.
Y no era incierto. Kimberly había conocido a Warren (pronúnciese Guárren) al principio del verano. Sólo una conversación con él, a la salida de una discoteca mientras esperaban a unos amigos en común, había bastado para levantar su curiosidad por él. Una conversación en la que hablaron sobre cómo veían ambos las relaciones, qué buscaban cada uno y lo mal que les había ido a ambos. Dos desconocidos, ambos igual de jodidos, hablando de sus filosofías. A Kimberly sólo le faltó cantar La Gata Bajo la Lluvia agarrada a una puta farola.
Tras aquella conversación, que terminó con la aparición estelar de la ex novia, modo Buen Rollo On, Kimberly pensaba de vez en cuando en Warren. Parecía simpático, le gustaba la fiesta y, según las propias palabras del nuevo personaje, buscaba “alguien con quien tomar un café para conocerle tranquilamente, en vez de estar de ligoteo por discotecas”. Kim se volvió a casa con el chocho empapadete.
Durante las vacaciones, hablaron todos los días por Whatsapp. Primero mientras ella estaba de viaje por tierras celtas. Después, cuando él estuvo por el Mediterráneo. Por cada día, una conversación. Algunas eran lamentables porque el susodicho siempre estaba como las Grecas. Pero algo es algo. Incluso se llamaban por teléfono, lanzándose alguna que otra indirecta a modo de ficha. Eran planes para cuando él volviera.
Querido lector. Espero que estas últimas líneas te hayan gustado tanto como le gustaron a Kim, porque a partir de aquí todo fueron decepciones. El mismo día en que Warren volvió a la capital, se fueron de fiesta en grupo. ¿Se liaron? Sí. Después de que Warren aspirara más mierda por su nariz que un WC de la estación de Atocha. ¿Se acostaron? No. Warren la llevó a su casa porque, simplemente quería dormir con ella. Y así fue. Al día siguiente, ella se fue de su casa a las siete de la tarde. ¿Se besaron? Ni una mísera vez. La gente tiene esta mierda de manía de enrollarse contigo y al día siguiente olvidarlo con una facilidad que espanta hasta los vampiros.

Callar para otorgar

Hola, soy de N'Sync

-Me cago en la puta, Ruby. Es que me cago hasta en la más gorda de las putas. Parecía encantador. Y encima era guapo, joder –se lamentaba Kimberly-.-Mira, nena. Esto de encontrarte a un niño que parece malote y que te enganche está más visto que un fondo de coro de negros en una gala de los Grammy.-¿Sabes? Es gracioso. Volvimos a quedar para cenar. Yo iba a hacer la compra y haríamos la cena en su casa. E iba a dormir allí otra vez. Pero al parecer se quedó dormido y no supe de él.-¿Pero qué coño le pasa a la gente con las putas cenas? Tú y yo tenemos un imán para que los tíos se duerman con las cenas que les preparamos. ¡¡¿¿Tan mal cocinamos??!!-Qué va, Ruby. Si sabes que cocinamos de puta madre –respondió Kim riéndose a carcajadas-. La cuestión es que ni siquiera cuando se despertó me dijo nada, como si le diese igual.-Huye, Kim. Y a partir de ahora, silencio.
Warren era un puto desastre. Así se definía él. No era falso. Kimberly sólo quería que aquellos días de las vacaciones se hubieran mantenido. Un simple “Buenas noches, ¿cómo ha ido tu día?” le hubiera bastado. Pero cada vez que se veían, después de que ella cerraba la puerta de casa de Warren… sólo había silencio.
-No lo entiendo, Kim. Si tú le gustabas, ¿por qué no hacía nada? –le preguntaba yo, ya terminando el agua de Valencia-.-No lo sé. Creo que nunca le he llegado a gustar realmente. Aparte de que estoy segura de que se sigue tirando a su ex, esa a la que tanto ha puteado y que aún sigue enganchada a él por más hostiazos que le dé, creo que realmente no me ve. No ve lo que hago, no ve mi interés. Le cojo el teléfono a cualquier hora. Le contesto a todo. Le digo que sí a todo. Le limpié el puto salón mientras dormía, joder.-¿Qué crees que necesita?-Alguien que le busque. Que vaya detrás de él bailándole el agua. No creo que sea mal tío, ni mucho menos. Sólo fíjate en toda la gente que tiene a su alrededor. Pero conmigo no se han hecho las cosas bien. Buscamos cosas distintas. Pero a partir de ahora, silencio.
Y una mierda. Todos buscamos lo mismo. La cuestión está en la forma en que intentamos encontrarlo. Tras besar a Kim, continué su cocktail hasta terminarlo, pensando en que la clave está en no renunciar a quien eres. Mucho menos por un chico que espera que estés siempre detrás de él, siempre disponible cuando lo requiera, y que sólo sea capaz de mantener una conversación contigo estando colocado. 
Pero lejos de lo que ella pueda pensar, Kimberly no es débil. Simplemente ha decidido callar para otorgar. Dicen que el tiempo ayuda a olvidar. Yo creo que lo que realmente ayuda es mantenerse callado durante ese tiempo. Acelera el proceso. Es triste que tu silencio vaya acompañado del silencio del otro, porque confirma tus temidas sospechas. “No va a durar. Demasiadas diferencias”. Quizás Warren pensaba eso y por esa razón se mantuvo impasible. Intuyo que nunca lo sabremos. Querido lector, he leído por ahí que lo mejor del viaje es el juego hasta la meta. Pero cuando hay juego sucio, no olvidemos que son dos los jugadores, y que cualquiera de ellos puede darlo por finalizado. Kim, como mínimo, ha conseguido las tablas. 

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