Revista Diario
Campanadas
Publicado el 14 octubre 2011 por Anabel
Acudí a tu entierro elevándome diez centímetros sobre los demás, con unas gafas de pasta negras todo estilo, un bolso nuevo, maquillaje a discreción y un traje sencillo y oscuro. Ni así conseguí estar a tu altura.
Al ver pasar el ataúd, tuve la convicción de que nunca más volvería a tu casa, ni a la que fue mía. No pisaría las calles empedradas, ni las nuevas. Nunca regresaría allí: me duele. Metí todos mis recuerdos en una caja, donde guardo casi todo lo que me ocurre. Algún día todo eso me explotará en la cara. Lo tendré merecido.
Al ver pasar el ataúd, tuve la convicción de que nunca más volvería a tu casa, ni a la que fue mía. No pisaría las calles empedradas, ni las nuevas. Nunca regresaría allí: me duele. Metí todos mis recuerdos en una caja, donde guardo casi todo lo que me ocurre. Algún día todo eso me explotará en la cara. Lo tendré merecido.