Revista Literatura

Capítulo 5

Publicado el 14 abril 2011 por Persephone
Apenas tuvieron tiempo de cerrar la puerta de la habitación. Se habían contenido durante el camino al hotel,  incluso habían mantenido una distancia prudente  en el ascensor, pero cuando Sakis abrió la puerta, se vio empujado al interior de la habitación por Kostas, que lo acorraló contra la pared y cerró la puerta de una patada. No perdieron e tiempo con preliminares. Se arrancaron la ropa con prisa, sin molestarse en explorar el cuerpo del otro. Sakis no protestó al sentirse aplastado contra la pared porque necesitaba aquel contacto urgentemente. El beso finalizó de forma brusca y el calor del cuerpo de Kostas contra el suyo desapareció. Jadeante, abrió los ojos para ver qué sucedía y se encontró con una imagen deliciosamente erótica: Kostas estaba de rodillas frente a él, listo para tomarlo en su boca. La picara sonrisa de Kostas lo hizo reír.
-Estás mejor dotado de lo que creía – Dijo acariciando el pene de su amigo, lo que provocó que Sakis diese un respingo.
-¿Pensabas que…?
-Sí. – Le cortó  Kostas – Estaba convencido de que era pequeña. Deberías usar ropa ajustada para que los demás sepan qué clase de armamento gastas.
Sakis rió.
-Al contrario que tú, prefiero que los demás utilicen su imaginación en lo que a mis armas se refiere.
Kostas chasqueó la lengua con fingido fastidio ante la respuesta y, con un rápido movimiento, tomó todo el miembro de Sakis en la boca. Este gimió.
-¡Jesús! – Exclamó mirando al otro hombre con franca sorpresa.
¿Cómo era posible que alguien con un rostro tan dulce fuese capaz de hacer algo así? Kostas era la dulzura personificada y, de no haber sido por su cuerpo perfectamente esculpido, habría pasado desapercibido sólo por ser tan condenadamente dulce.
No tuvo demasiado tiempo para seguir preguntándose cómo había aprendido eso, porque su amigo había comenzado a moverse con más rapidez, sujetándole las caderas contra la pared para impedir que se moviese. Quería llevar el control y no permitiría que se lo arrebatase embistiendo como un animal. Desde luego, no iba a protestar por esto. Enterró los dedos en la espesa mata de rizos castaños, pero contuvo el impulso de guiar sus movimientos. La visión de aquellos labios moviéndose sobre su miembro era más de lo que podía soportar.
El orgasmo se acercaba demasiado rápido. Habría deseado prolongar aquello más tiempo, pero Kostas no se lo permitía. Tiró delicadamente del cabello de su amigo para indicarle que era el momento de retirarse. Kostas protestó y Sakis sonrió.
-Después de asegurarnos de que estamos limpios.
Su voz sonaba ronca, áspera. Kostas asintió con desgana y finalizó con la mano lo que había comenzado con la boca. Ahogó con su boca el grito de Sakis al llegar al clímax y sonrió triunfal al ver el estado de agotamiento en el que había quedado su amante.
-Quiero follarte. – Le susurró al oído.
Sakis sonrió. Le temblaban las piernas a causa de la intensidad del orgasmo. Acarició la espalda desnuda de Kostas y descendió hasta rodear una de sus nalgas y apretarla con ternura. Con gran esfuerzo se apartó de la pared y caminó hasta la cama llevando a Kostas de la mano. Se colocó en el centro del lecho sobre sus manos y rodillas, dándole una inmejorable visión de su trasero. Kostas lo miró con lascivia.
-¡Joder! – Exclamó, incapaz de encontrar una palabra que expresase cómo se sentía al tener a Sakis en aquella posición.
Fue a su maleta y rebuscó en ella. Si había aprendido algo en sus doce años como modelo, era que siempre debía ir preparado. De hecho, para aquel viaje se había preparado muy bien con la esperanza de vivir un momento similar a aquel. Nunca había perdido la esperanza de conseguirlo. Tardó unos minutos en encontrar lo que buscaba y, cuando lo hizo, se volvió hacia Sakis con expresión triunfante mostrándole un condón en una mano y un bote de lubricante en la otra. Este, que no se había movido de su posición, alzó una ceja interrogante.
-¿Vas siempre así de preparado?
Kostas se encogió de hombros dando a entender que era lo habitual y se acercó presuroso a la cama. Vertió una generosa cantidad de lubricante en los dedos y dedicó el tiempo justo a estirar a Sakis. En aquel momento no tenía la paciencia suficiente como para alargar el proceso. Y al parecer Sakis tampoco, porque ya estaba abriendo el condón con los dientes. Kostas rió.
-Parecemos dos adolescentes desesperados que follan por primera vez.
Sakis lo miró por encima de su hombro y sonrió.
-Estamos desesperados y no sé tú, pero yo llevo dos años sin follar.
Kostas rió y deslizó el preservativo por su miembro. Se lubricó abundantemente, aunque casi derramó la mitad del contenido del bote con las prisas. Y entonces, por fin, atacó a su objetivo… literalmente. Sakis protestó por la rápida invasión y Kostas lo miró consternado.
-¡Joder! Perdona… ¿te he hecho daño?
-No… no importa.
-Me siento como si fuese virgen y esta fuese mi primer polvo. Pararé si quieres. – Como respuesta. Sakis se empujó hacia atrás, sepultándolo  en su interior. Kostas jadeó – Vale, lo capto: no quieres.
Y, antes de que Sakis pudiese cambiar de opinión, comenzó a embestir con rapidez. Sabía que estaban siendo muy escandalosos, que probablemente sus gritos y jadeos se escuchaban en todo el hotel, pero les daba igual. Fue rápido, torpe y probablemente no había sido el mejor polvo de sus vidas, pero no les importó. Era su primera vez juntos, la primera vez que Kostas veía a Sakis relajado, sin prisa, sin preocupaciones. ¿Qué importaba si había sido rápido y no se habían caracterizado por su gran pericia y coordinación? Ambos estaban hambrientos y desesperados.
Kostas gimió con fastidio cuando recordó que su vuelo salía en un par de horas. Su agente había reservado un billete para él. Tendría un aspecto deplorable cuando llegase a Roma, pero no importaba. Había conseguido su mayor sueño y la bronca de su agente o de las maquilladoras por sus ojeras o su aspecto cansado no importaban lo más mínimo.
Arrastró a Sakis hasta la ducha. No tenía tiempo de disfrutar de un polvo bajo el agua, pero sí para acariciar y ser acariciado. Sakis, que le sacaba varios centímetros,  le lavó el cabello con delicadeza.
-¿Qué pasará ahora? – Preguntó cuando Sakis lo envolvió en una toalla y comenzó a secarlo.
-¿Te refieres a nosotros? – Kostas asintió – No lo sé. Depende de ti.
-¿De mi?
Su voz sonó amortiguada por la toalla con la que su amigo le secaba el cabello. La apartó con impaciencia y miró aquellos ojos grises.
-Kostas, mis suegros están esperando que cometa un error para quitarme a Alex. – Suspiró – No puedo pasear contigo de la mano ni decirle a todos que estamos juntos. Eso por no hablar del hecho de que soy padre y…
Kostas lo silenció con un beso. Si eso era lo único   que los separaba, sería estúpido alejarse de él. Llevaba dos años deseando aquello y no lo iba a rechazar porque fuese complicado.
-Podré con ello. – Dijo feliz.
-¿Seguro? – Preguntó Sakis receloso.
-¡Por supuesto! – Le arrebató la toalla y regresó a la habitación - ¿Cuándo vuelves a Atenas?
-Pasado mañana.
-Iré a verte cuando vuelva de Roma.
-¿De verdad no te molesta la situación?
-¿Honestamente? Sí. – Se abrochó los pantalones – Pero quiero estar contigo.
-No quiero que acabes odiándome por…
-No, Sakis. – Le cortó - Sé perfectamente cómo serán las cosas entre nosotros. – Se abrochó la camisa – Sé que no podremos publicarlo en las páginas de sociedad, pero está bien.
-Kostas, tengo…
-Tienes que vestirte o llegaré tarde al aeropuerto. – Sonrió – Hacía tanto tiempo que quería tenerte desnudo, tal y como estás ahora, que si no te vistes, me abalanzaré sobre ti y perderé un trabajo más.
Sakis rió y se puso unos pantalones.
-Te acompaño.
-No. – Le guiñó un ojo –  Prefiero las buenas despedidas en privado.

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