Revista Diario

Capítulo uno

Publicado el 30 julio 2010 por 4nthony192
Capítulo uno
Me siento a escribir como una alimaña, como un ser pérfido, como un perro chusco:
Lucía ajena,
Como si fuésemos unos completos extraños, no te deseo mal ni bien. Simplemente ya no te deseo. Sólo déjame morir delante de ti y resucitar en un mundo donde no pueda recordarte. Si acaso sea posible escribirte y hacerme de la vista gorda. Dejarte para siempre en estas hojas, encadenada en esta ficción de la que no podrás huir ni esconderte. Sólo déjame escribir por última vez antes de abandonarte para siempre.
Quiero escribir de mis derrotas esta noche, de mis penas, de mis vergüenzas. Quiero asirme de mi mejor arma como escritorcito barato: mis palabras. Quiero disparar a diestra y siniestra y que el mundo se me termine en estas líneas. Quiero reinventar mi vida en estos párrafos. Quiero tomar venganza de todos quiénes me maltrataron cuando no sabía cómo defenderme, cuando todavía era bueno y tal vez noble. Y tenía, entre otras cosas, la esperanza de que me acompañaras el resto de mi vida.
Yo no busco a alguien perfecto. Yo no busco ser feliz. A penas, por una vez en mi vida, quiero ser yo mismo e intentar olvidar el pasado que me persigue como a un criminal. Intento huir de mí mismo, de lo que fui, de aquello que en otros tiempos me apretaba la garganta y me dejaba lloroso, con unas palabras adoloridas y serviles, francamente humillantes.
Tú jamás consideraste mis derrotas, siempre te burlaste de mis triunfos. Nunca me diste la oportunidad de disfrutar mis sueños contigo. Y sin embargo, hoy, cuando finalmente tuve el valor hidalgo de correrme de ti y vivir solo, te desesperas ante la idea de que no estaré más para ti de la forma como estuve. Saberte sin títere te ha ocasionado un caos emocional. Y de repente te diste cuenta que eres prescindible.
Y yo, a la verdad, entiendo que te enojes conmigo. Entiendo también que te enojes conmigo y que, a pesar de aquello, intentas mantenerme a tu lado, porque piensas equivocadamente que soy para ti. Ahora lloras más que yo. Ahora te lamentas haberme humillado tantas veces frente a tus amigos, de haberme degollado como a una res, sin darle importancia a mi destino. Pero es tarde, no lo sabes aún pero lo presientes. Te aferras a la escueta esperanza de que yo aún esté enamorado de ti.
No entiendes, y me lo dices en cada llamada, por qué y cómo llegamos a esto. No obstante, para mí es muy claro: ya no me gustas. No se trata de que hayas subido algunos kilitos de más, sino de que me estoy dando cuenta que no valió la pena haberme sacrificado todos estos años por una persona que en algún momento no demoró en gustar de otro y olvidarme sin más.
Se trata de actitudes, querida, se trata de jodidas actitudes. Muy a la peruana por cierto. Muy pero muy surrealista, de cómo en algún momento me trataste de exagerado y mal pensado, del enamorado celoso e inconveniente. Y de cómo a mis espaldas me jugaste mal, muy mal. Con ese chato que sí te dio lo que querías: una pinche rosa. Y mis cartas al desagüe. Y mis esfuerzos por escribirte bonito, lo mejor de mí, nada menos, por el tubo derechito al río.
Y con su pata (quien, por cierto, también es tu amigo): Justo, el chico del nombre anticuado, Justín de cariño, el enamoradito de tu mejor amiga Tamara, el autor “intelectual” de mi derrota. Ese hijo del mismito demonio que sin duda se ha burlado de mí todos estos años. Sí, él y el chato, los dos. Porque el muy tonto del escritorzuelo apenas le escribe cartitas, es tan tonto, no sabe tratar a las mujeres. A ellos se sumaban tus amigas, mis más conspicuas opositoras: Yolita, Liz y Tamara. Nuestra relación las entretenía por las noches cuando llegabas para que te escucharan y decidan por ti. Todas de acuerdo, salvo Yolita, que mejor estaba el chato simpaticón que el escritor.
Ciertamente, el chato sabía que tú y yo éramos novios. Pero también sabía que desde que se vieron en la iglesia te había dejado impresionado. Su porte caballeresco, parecía sacado de una telenovela, qué lindo, qué galante, qué rico este chato y no es feo. Del escritor fácil se olvida esta flaquita, pensaba el chato. Aquí la hago, aquí me quedo.
Y casito salen en pareja, ¿o salieron? Claro que como amigos, ¿no? amigos de tres mujeres y tres varones. Dos parejas y ustedes dos, nada menos. Y yo, en el desván, en la banca de suplentes. Y, encima, se me ocurre reclamarle a ese chato infernal por unos mails muy insinuadores que te mandó al correo el muy procaz, con epítetos blasfemos: “Un regalo para ti”, “Mi amada L”, “Conocerte fue un regalo del cielo”, etc. Pero yo, según yo machito, le reclamé porque veía que tú no podías hacerlo. Porque equivocadamente pensaba que te incomodaban sus eufemismos. Le exigí respeto, casito rogándole comprensión.
Enloqueciste, finalmente me había metido con tu chato sagrado, con tu chato querido, con tu plancito, con tu hombrecito de verdad. Me insististe en disculparme por tamaña barbarie y, en contra de todo pronóstico, obedientemente un mal día fui a pedirle perdón. Me disculpé con él por haberle dejado en claro que tú y yo somos novios y que su irreverencia me incomodaba; me disculpé porque no tenía autoestima ni mucho menos orgullo del bueno. Nadie me respetaba como persona ni mucho menos como tu enamorado, ni tú ni él ni yo. Era condenadamente un perdedor, era un desperdicio humano, un mediocre del amor y esas cosas. Me humillé delante de ti y gritaste: “Eureka” a tus adentros. En tu mismita cara me acerqué a tu amante emocional y le pedí que por favor me disculpara. Dejaste que me humillara, y fui el mejor espectáculo de aquella tarde para tus amigos que sin chistar comentaban de mi derrota. Todos se emocionaron. Todos se burlaron. Todos me tuvieron lástima. Y tampoco aquello te importó.
Qué decir de las altas horas a las que acostumbraban chatear, tu chato y tú. Y sin embargo, cuando yo entraba contento de saberte en línea, te desaparecías, te ibas en complicidad con tu amiguito. Dejándome plantado frente al monitor. Odié a ambos. Los odié porque no eran sinceros conmigo. Si tanto te gustaba hubieras terminado conmigo y me ahorrabas mucho sufrimiento. Si hubiese sabido que te gustaba tanto, como lo supe meses después cuando él no era más que un mal trago, no me metía en su amor naciente e ilegal, en su amor criollo.

...


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


4nthony192 1 voto ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revistas