Revista Talentos

carcelona-caracas

Publicado el 24 enero 2012 por Mcaellas
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Sábado emotivo en la quinta paisaje, donde terminan los Palos Grandes, muy cerca de ese Ávila que nos sirve de referente en esta ciudad de la furia. Caracas, la gran Caracas a la que le canta Piero. En esa Caracas en la que viví quizás los mejores años de mi vida andan José Tomás Angola y Leo Felipe Campos, dos escritores, dos amigos, dos actores de este teatro de la vida en el que intentamos no desentonar. A ellos y al gran Jairo, el dueño del circo, les debo la gran broma final (o la penúltima), la fiesta interminable del sábado noche.
GRACIAS!
Copio a continuación el maravilloso texto que leyó José Tomás Angola (o fue Leo Campos?)
Marc Caellas, autor de El Quijote
Buenas noches.
Mi nombre es Leo Felipe Campos. En el diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña es posible encontrar una entrada para Marc Caellas. Justamente después de Andreu Buenafuente y Monserrat Caballé y antes de Pablo Casals y Carme Chacón, y si se están preguntando por qué en el Diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña, aparecen dos damas es que no han reparado en el hecho de que Carme Chacón fue la primera mujer Ministra de Defensa de España para lo que es menester tener un par de cojones, y en el caso de doña Monserrat Caballé… bueno, es una señora tan grande y kiluda que nadie se atrevió a sacarla del texto y decírselo. Comentaba antes de la digresión que nuestro aludido de hoy tiene una entrada en este diccionario eminentísimo que paso ahora a leer: Marcos Serafí Caellas, mejor conocido como Marc Caellas (Barcelona, 1974) Algunas fuentes documentales de poca seriedad sitúan su nacimiento, no en Barcelona, sino más bien en Puerto La Cruz, con más precisión: Lecherías, cerca del Centro Comercial Plaza Mayor, pero está demostrado que es muy difícil saber cuándo termina Barcelona y empieza Puerto La Cruz. Estudió de párvulo en el Institut per a nens fluixos de la Generalitat, una escuela gubernamental y gratuita creada para atender la condición especial de cierto tipo de niños… por cierto el nombre del colegio se traduce al español como Instituto para niños flojos. Caellas no estaba dado para los estudios de algunas materias académicas como las matemáticas, o la química, o la biología, o la historia universal, o la física, o la lengua, o la geografía, o la historia de España, o la religión, o la filosofía, o la cívica, o las ciencias sociales, o el latín, o el inglés, pero para todas las demás… tampoco. Eso es común leerlo en la biografía de personajes famosos. Donde sí en cambio brilló fue en asignaturas como futbol I, futbol II, futbol III y futbol IV y en el seminario “Yo quiero ser del Barca”. Se graduó con honores con una tesis que obtuvo mención publicación por su honestidad, severidad de investigación y calidad de redacción, titulada: “Me cago en tu puta madre, Mourinho”. Ni qué decir que extrañamente después de su graduación, Caellas nunca ha conseguido un trabajo honesto, jamás ha sido empleado en algún puesto legal, ni ha podido ejercer la profesión para la cual se preparó y que él mismo no tiene idea de cuál sea.
Pero ¿a qué viene toda esta introducción biográfica de nuestro invitado de honor? Pues a la sencilla razón de que hoy Marc Serafí Caellas, (ni que decir que a Marc le incomoda un poco usar su segundo nombre, Serafín, y no lo hace), hoy Marc demuele la escueta y poco justa entrada que le habían escrito para el Diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña al presentarnos su primer… libro. A los mal pensados quiero aclararles que no estamos hablando del primer libro que se lee, ni siquiera del primer libro que compra… nos referimos al primer libro que escribe. ¿Y qué podríamos decir de esta obra? En una observación de filología comparada o de crítica fenomenológica literaria diría que lo primero que noté del libro es que es… amarillo. Este dato que podría ser un poco vago adquiere significación cuando también anotamos que en su portada aparece la foto de un… mono. Pero no, no se distraigan con el hecho subliminal o de connotaciones freudianas oscuras. No es cualquier mono… es un gorila… un gorilita. ¡Y he aquí el dato que puede ayudarnos a desentrañar el misterio de este libro! ¡Es un gorilita albino! Bien, concluida mi crítica literaria ahora podemos hablar de lo que cuenta el libro. Lo primero que acusará un lector despierto, si es que sigue despierto al iniciar la lectura del libro, es su título: Carcelona… no Barcelona que sería lo obvio. Tras desechar, por las sospechas que nos siembra su entrada en el diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña, el hecho de que pueda ser un error ortográfico de nuestro autor, debemos inclinarnos entonces hacia la posibilidad de que Caellas nos esté diciendo algo. Conociendo el ego de todos los catalanes uno podría deducir que tal palabra, Carcelona, es un constructo entre el apellido del autor, Caellas, y el patronímico de la ciudad condal. De allí Carcelona. Pero la premisa se desmorona fácilmente pues inclusive Marc habría caído en cuenta de que el resultado de la fusión entre apellido y ciudad debía ser más bien Caercelona. No, no es por ahí, mis queridos contertulios, por donde debemos buscar. ¿Será más bien Barcelona como una cárcel?, ¿será de allí que viene este Carcelona enigmático? Cuesta aceptar que esa sea la idea que intenta transmitir Caellas. Para quienes hemos vivido en esta Caracas de la demencia, de las casas llenas de rejas, de los apartamentos encerrados tras puertas multilocks, de los carros con alarmas, trabegás, cortacorriente, trancapalanca, de las urbanizaciones con casetas y vigilantes con escopetas, de barras de seguridad, de policías acostados, de guardias nacionales con trajes militares, cascos y rifles rusos de guerra en cada esquina, cuando llegamos a Barcelona, la catalana, no es precisamente la sensación de una cárcel la que experimentamos. Para los turistas, para esos agradables y simpáticos visitantes casuales, que los catalanes tan cortésmente llaman guiris, Barcelona es el reino de la libertad humana. Es posible por ejemplo, mear en las calles. ¿Cuántas veces no se ven a estos educados alemanes meando en la vía pública? Eso es libertad, mis amigos. Libertad para que esos mismos alemanes puedan comer paella y sangría, sangría y paella todo el santo día. Eso es libertad. Es verdad que ya no hay corridas de toro en Barcelona pero eso es porque los catalanes, que son más listillos que los demás habitantes de la península, terminaron con el encierro del toro, sí, el encierro que es la palabra técnica en la tauromaquia para hablar de la fiesta. Es decir, el toro ahora está libre, ya no está en ningún encierro. Y aunque será un peso económico importante eso de tener de paro a tantos toros de lidia, al menos habla de la libertad. No les extrañe que en unos años veamos a los toros de taxistas por Barcelona puteando del alcalde, la ley antitabaco, de Rajoy, del Rey, de los impuestos y de los guiris, los agradables y simpáticos guiris que se mean en las calles.
Pero volviendo al libro de Caellas habré de decir que Carcelona sorprende por dos razones: la primera, por su simpatía, vamos, ¡su humor! Que el libro es en verdad muy divertido. Por ese humor entendemos que la cárcel a la que se refiere Marc es una cárcel mental que los catalanes llevan sin darse cuenta. Y pareciera que la única llave posible para los barrotes es la risa. La otra razón que sorprende es la rabia contenida de Caellas con la que se quiere cargar a medio mundo: al civismo del barcelonés, ahora impuesto por ley incluyendo la prohibición de los happy hours en los bares, de los graffitis y de los ruidos molestos, se quiere cargar a los dueños de mascotas que dejan que sus perritos caguen en las calles, a los genios del marketing que venden patatas a la brava con denominación de origen, a la escasez de hoteles donde ligar y las mujeres insatisfechas con caras de atletas sexuales, se quiere cargar a Vicky, Cristina, Barcelona, Bardem y Scarlett Johanson incluidos, al teatro catalán oficial lleno de cadáveres que no se han dado cuenta de que lo son, y a todos los periodistas de La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, Público, El País y El Mundo, opinadores de oficio, literatos frustrados, que convierten el padecimiento de algún problema de estreñimiento estomacal en una metáfora sobre el tráfico alrededor de Plaza Cataluña. Ni qué decir que el libro no ha recibido buenas críticas en esos periódicos.
Tras la lectura de Carcelona entendí por qué Marc ha vivido en Bogotá, Caracas, Miami, Buenos Aires y tan poco tiempo en Barcelona. De pasar períodos mayores en su ciudad natal se habría vuelto un asesino serial en la onda de Dexter o Hannibal Lecter. No dudo que Marc sufra de los mismos problemas que padecemos los sudacas cuando aterrizamos en Barajas y queremos entrar a España, donde nos miran como si fuéramos terroristas indígenas que venimos a vengar la muerte de Atahualpa o narcotraficantes avezados llevando doscientos veinte dediles en narices, culos, orejas y sobacos, pero en el caso de Caellas lo difícil que la tiene para regresar a Barcelona es porque debe estar en una lista como el único catalán apóstata que existe, el único traidor a una patria que constitucionalmente no lo es. No por nada es un peligroso ser que se ha metido con los símbolos más sagrados que tiene Barcelona: Copito, el gorilita albino, y Woody Allen.
Hasta aquí llega mi disertación para no abusar de ustedes, queridos contertulios. Es menester dejarlos en una voz más versada propiamente en la literatura, una voz culta, profunda, sabia, anciana, la voz de un geniecillo incomprendido pero geniecillo al fin. Los dejo ahora con José Tomás Angola.
Y para despedir quiero citar una frase de Marc con la suele referirse a su propio libro: No és tant dolent com sembla, en realitat és pitjor, frase que no les traduciré porque yo no sé catalán.
Buenas noches.

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