Revista Literatura

Carta a los hombres.

Publicado el 03 diciembre 2010 por Marga @MdCala


(En respuesta a "Carta a las mujeres" de Vitaminas para el alma).

Nos importa un pepino cuánto les mide (el pepino). Es fascinante sentirse tocada, abrazada y acariciada por un hombre. Verles presumiendo de miembro no nos proporciona ningún efecto. No tenemos la menor idea de lo que son 25 centímetros. Nuestra evaluación es emotiva y sensorial. Es decir, si tiene conversación es interesante. Es una cuestión de inteligencia, no de medida.

Las proporciones ideales del cuerpo de un hombre nos traen, generalmente, sin cuidado. Nos conformamos con que no sean totalmente circulares, es decir, que se distingan perfectamente cabeza, tronco y extremidades. Las cinco. Los cuerpos danone pertenecen al gay o al metrosexual y ninguno de ellos tiene nada que hacer ante un hombre con buena labia, cultura y savoir faire. No hay belleza más irresistible en el varón que la caballerosidad, la generosidad y los buenos modales. La elegancia y un trato exquisito son equivalentes a mil tabletas...

Los recorta-pelos se inventaron para que los hombres los usen. Úsenlos. Para depilarnos hasta las cejas, estamos nosotras. El pelo, con no tener (mucho) más por abajo que por arriba es suficiente. Para lucir melenas ya estamos nosotras.

Los trajes y zapatos se inventaron para que luzcan proporcionados. ¿Para qué coño se visten siempre con camisetas, sandalias, pendientes y pantalones ajustados? ¿Para que los confundan con nosotras?

Es una ley de la naturaleza que toda aquella que se casa con un modelo apolíneo y entregado a la moda, al poco tiempo elige un amante cuyo abdomen tiene más de huevo Kinder que de tableta Nestlé. O funciona fuera, o funciona dentro. Cuídense sin pasar más tiempo ante el espejo que nosotras...

Los jovencitos son agradables a la vista, pero los de 40 para arriba (el hombre madura -el que madura- más tarde) son el auténtico plato fuerte. A un hombre inteligente, aceptablemente cuidado y con conversación, somos capaces de permitirle que cruce el atlántico a nado...

El cuerpo cambia. Crece (a lo ancho). Sabemos que lo tienen perfectamente aceptado y que no les preocupa en absoluto, pero no sumen su desidia intelectual a su desidia física. A las mujeres nos gusta la comunicación, el diálogo y el interés público y demostrado por nosotras. No nos ignoren. El aquí te pillo, aquí te mato es propio de animales. No nos traten como tales.

Algunos claros en el cuero cabelludo, algunas canas, algunos kilos de más, algunos pelos extra... no les quitan atractivo. No son heridas de guerra comparables a las nuestras, pero en el viaje también les hemos hecho sufrir. Son testimonio de que han padecido con y por nosotras. ¡Han vivido!

El cuerpo del hombre no es la prueba de que Dios existe. Ni el de la mujer. El cuento de la costilla es la mayor demostración de estupidez machista de la historia. No hagan caso: somos iguales en derechos y obligaciones y así han de entenderlo. Respeten a sus mujeres y, probablemente, serán a su vez respetados. Acéptennos físicamente tal cual somos y nosotros les aceptaremos psíquicamente como son. Si no hay más remedio, y aun prefiriendo conversar con nuestros maridos, ya charlaremos con las amigas.

Pero cuiden la comunicación. Cuídennos en ese aspecto, al menos en un nivel básico. No se conviertan en el Cyrano de otras mujeres. Sean el poeta de la suya... Probablemente así consigan que nosotras tengamos el máximo interés en corresponderles. La belleza y la inteligencia es todo eso. Todo junto.

Autor: Las mujeres.



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