Revista Talentos

Casa compartida

Publicado el 31 mayo 2012 por Dolega @blogdedolega

Pasillos dentro de mi alma

Antes de empezar esta historia quiero dejar claro que detrás de todas estas circunstancias siempre hay dramas personales, pero también los hay detrás de los chistes de borrachos y de cornudos y por eso no nos dejan de hacer gracia.

Resulta que hoy tenía que escanear un papel y mi escáner está pendiente de que el técnico (el niño) saque tiempo de su atareada vida (currar y jugar al Diablo III) para que lo arregle así que me voy a la librería de mi pueblo.

El librero de mi pueblo es un chico de unos treinta y tantos años con pinta de buena persona y además lo es, rubia coleta y perilla que ha levantado su negocio a base de trabajo y buen hacer durante años. Incluso se ha convertido en editor a pequeñísima escala, claro.

Su aspecto es de bonachón y cuando habla le imprime a sus relatos vida propia a base de gestos con las manos y la cara.

Llego y mientras me escanea el documento y me lo envía a mi mail nos ponemos a hablar de lo que todo el país habla desde hace meses, la crisis.

Hacemos las consideraciones obvias del tema, nos quejamos del gobierno pasado, presente y futuro y me dice:

Chica si es que esta situación está generando situaciones que si no las vives no te las crees, si te las cuenta alguien crees que se ha fumao algo…

Y relato aquí la historia de la manera más fidedigna posible:

-No sé si sabes que yo compro libros usados.

-Pues no, no lo sabía, que interesante.

-Pues resulta que aquí en este edificio hay una parejita que es clienta, bueno era clienta, que estaban de alquilados y decidieron comprarle el piso al casero. Cuando me dijeron que les costaba el piso treinta y cinco millones yo les dije

-Ni borrachos, no deis ese dinero por ese piso ni borrachos.

-¿tú conoces esos pisos, no? Me pregunta.

-Sí, claro que los conozco. Contesto

Y continúa su relato:

Pues resulta que se lo compran y dan los treinta y cinco millones de pesetas por él.

Hace ya unos meses que me enteré que estaban medio separados y el otro día viene él y me comenta que tiene unos libros de segunda mano, que si me interesan. Le contesto que los tendría que ver y me dice que suba a su casa cuando tenga un rato y que los veo y que si me interesan, que genial.

Y hace una semana, antes de abrir digo, voy a pasar donde este hombre a ver si está y veo los libros.

Chica que subo al piso, llamo al timbre, me abre él y cuando voy a entrar me dice:

-Perdona tío pero mira por donde pisas, no pises ahí.

Bajo la mirada y me encuentro una raya blanca todo lo largo que es el pasillo, ¡que tu sabes que debe de tener un metro y poco de ancho! Me dice:

-Es que nos hemos separado y hemos puesto en venta el piso pero como no se vende, hemos dividido el piso en dos.

El tío como ve que yo me he quedado con cara de tonto:

-Pero pasa, pasa y ves los libros.

Claro y yo ahí que no sé cómo reaccionar le digo:

-Pero es que yo no quepo (es gordito sin ser obeso) en tu lado del pasillo.

Y va el tío y con toda naturalidad me suelta:

-Si si, mira si pones la espalda contra la pared y caminas de lado, puedes.

Y allí me ves andando de lado con la espalda pegada a la pared por aquel piso con una raya blanca pintada en el medio del pasillo.

(En este punto de la historia, a mí me empieza a entrar esa risa floja y tonta que te entra cuando te está imaginando una escena surrealista)

Y claro, me sigue contando, tú sabes que esos pisos tienen un solo baño y todo, las habitaciones, la cocina y el baño está todo del mismo lado de la casa, porque el salón está al final del pasillo, y ¿qué dirás que han hecho?

Pues como en las carreteras. La línea es continua y discontinua frente a la puerta de la cocina, los dormitorios, el baño…

Y yo flipando y le pregunto:

-¿Oye y con el baño y la cocina y el salón, cómo lo hacéis?

El tío me contesta resignado

-Con horarios. Tenemos horarios de uso, mira:

Y me enseña unas cartulinas pegadas en las puertas con los horarios de uso de cada estancia.

-¿Pero ella está ahora? Le pregunto yo ya con un poco de miedo.

-No no, me contesta pero en cualquier momento puede venir y no quiero problemas, tío.

Así que pasamos la línea discontinua a su habitación, veo los libros, creo que me interesan y allá me ves con una pila de libros encima, con los brazos estirados y andando de lado por el pasillo con la espalda pegada a la pared y con ganas terribles de salir de aquella casa, porque allí hay un mal rollo que te cagas.

(En este punto de la historia, yo ya estoy que se me saltan las lágrimas de risa pero me contengo para no interrumpir el relato)

Y que crees, cuando ya estoy llegando a la puerta…..

Sentimos la llave y aparece la otra con un tío con pinta de monitor de gimnasio, se pone de su lado de la línea y empieza:

-¡¡A ver dónde has pisado, dónde has pisado, desgraciado!!

-¡¡¡¡Te advierto que estoy en horario de baño, como hayas ido al baño, te enteras, gillipollas!!!!

(En este punto de la historia yo ya estoy literalmente con medio cuerpo encima del mostrador llorando de risa)

-¡¡¡Y tú que coños haces aquí!!! Dice dirigiéndose a mí.

Yo, sigue relatándome, empiezo a dar pasitos cortos en la zona del pasillo del otro, intentando llagar a la puerta…

(Todo esto me lo relata escenificando la escena, él con los brazos estirados por los libros y un poco encorvado por el peso y andando a saltitos de lado por detrás del mostrador de la tienda) Continúa relatando:

-Y de repente le veo la cara al amiguete, que no ha pasado de la puerta y alterna la mirada entre la línea del suelo y los dos que siguen discutiendo, cada uno de su lado del pasillo, por el horario del baño. ¿¡¡¡Pero ella ganaba ehh!!!? Y le digo:

-No sé si venías con intención de mojar pero yo que tú macho, salía corriendo de aquí y no paraba hasta llegar a Madrid capital, porque estos dos van acabar como el Rosario de la Aurora.

Aquel muchacho, de lo flipado que estaba, solo acertaba a decirme:

-Si si, vámonos, vámonos. Trae que te hecho una mano con los libros y así vamos más deprisa….

Y chica, salimos de allí echando leches, escaleras abajo y óyeme lo que te digo, estos salen en el telediario, te lo digo yo….

Esto lo decía mientras yo con un clínex, me secaba las lágrimas y los mocos de la panzada a reír que me había pegado.

Y tal como me lo contaron lo he relatado.

 


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