Revista Talentos

Cenizas

Publicado el 12 octubre 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
CenizasRita seca las hebras de té al sol por primera vez, la partida de Gerónimo había dejado la economía familiar colapsada. El caserón de la calle Azcuénaga estaba oscuro, venido a menos, hasta Cata, la gata familiar, había abandonado el nido por falta de sobras. Cuando no tenés un peso, no hay capital social que vaIga, se acaban los fines de semana en quintas bonaerenses, los quesos importados de Francia donde la leche se usa sin pasteurizar. Sólo quedan, recuerdo de otro tiempo, los posavasos y la vajilla buena.
Celia, es tan vieja como Rita, la malaria le vino casi al mismo tiempo. Una enfermedad penosa y cara, cáncer de algo, no importa entrar en detalles. Algunos, defectuosos de la buena costumbre del perdón, atiborrados de rencor, dicen “todo vuelve”, pues su ingreso a la alta sociedad había sido por la ventana ancha de las estafas de su difunto esposo.

Celia y Rita se conocieron al frío de un contenedor de basura, de madrugada, recogiendo las sobras de los vecinos para poder comer. Rita, más cuidadosa de las formas, adujo haber tirado sin querer unas perlas compradas en Madrid. Celia, despojada del filtro de los buenos modales, le dijo que tal vez estaban cerca de la lata de atún que Rita guardó segundos antes en el bolsillo de un tapado roído, embichado.
Ambas desgraciadas compartieron el botín sobre un individual bordado, el olor a naftalina impregnaba el ambiente. Celia disimulaba su desagrado por el buen gusto en la decoración de la casa de Rita, mientras saboreaba el té secado al sol. Luego de intercambios de opiniones sobre temas banales, matizados con opiniones acertadas sobre las costumbres poco cristianas de la familia Andonaegui, ambas llegaron al silencio que ponía en la mesa la necesidad de salir de pobres. Comenzaron por descartarse del mercado laboral formal, así mismo sus cuerpos no parecían lo suficientemente atractivos como para alquilarlos, pedir dinero las avergonzaba, todos los caminos llevaron al robo liso y llano, decidido esto, pactaron encontrarse al otro día para barajar víctimas y procederes.
Aprovechando el solcito que por las mañanas alegra el patio interno del caserón, ambas señoras compartieron agua de la canilla. Rita no había encontrado demasiado, su mejor idea era la de entrar a medianoche a la casa de los Arrechea, con medias negras cubriendo sus caras y una bolsa para llevarse todo lo de valor. Celia, ante esta clara influencia de los dibujos animados en la imaginación de Rita, le planteó que si bien su plan parecía muy interesante creía tener una idea mejor: el casamiento de la única hija de los Podestá.
La niña Dolores, María de los Dolores, había encontrado refugio repitiendo: “Dios te quita Dios te da”, su casamiento con Diego Càrdenas (quien la había enamorado un poco a  primera vista otro poco por su futuro de único heredero de la fortuna de la familia) se  juntó con la muerte de  la señora de Podestà, algunos dicen que ahogada en su propio veneno de vieja bruja.
Tal acontecimiento iba a ser festejado a toda pompa, invitando a todos los contactos de su madre, familiares, vecinos y hasta algún que otro empleado antiguo como muestra de generosidad. Rita y Celia, fueron beneficiadas por el desconocimiento de la niña Dolores acerca de su situación  ya que la Señora de Podestà jamás hubiera admitido a tal runfla. El señor Podestà estaba de acuerdo en cada capricho de su niña, el viejo estaba esmerilado luego de tantos años de aguantar a su señora, años en los que aprendió a perder todas las batallas familiares, la mayoría por abandono.
Las dos viejas se emperifollaron y acudieron al convite, se bajaron media cuadra antes para que nadie viera que llegaron en un 504 desvencijado. Antes de proceder al hurto liso y llano de lo que encuentren, atacaron con voracidad canapés de la mesa de bienvenida ante la mirada impávida del caretaje. Mientras Rita manejaba peor el hecho de ser un paria,llegando a la desaparición de colarse en conversaciones, en cambio, Celia se enfocó en aprovechar el momento de la llegada de los novios para meterse en los pisos superiores de la casa, no sin antes de comentar que la novia estaba bellísima y que el bigote sentaba bien al novio. La alegría llenaba el ambiente al punto de olvidar que hace poco la señora de Podesta había pasado a otra vida. Las viejas ya no estaban allí cuando a la novia se le cayó un bretel poniendo su busto parcialmente al descubierto, habían iniciado la búsqueda de algo para afanar.
La casa tenía varios cuartos, piezas, habitaciones, recámaras, la transpiración les corría el maquillaje mientras alborotaban escritorios y movían cuadros en busca de cajas fuertes, documentos, efectivo, joyas. La imprevisión de al menos chequear el plano de la casa se hacía sentir, el tiempo las apremiaba ya que en algún momento alguien notaría su ausencia aunque sea por señalarlas para hablar mal de ellas.  En lugar de joyas y camafeos, las señoras encontraron crucigramas, ecografìas, revistas Weekend y boletos de colectivo capicúas . Rita alertó con un  “larguémonos” salido de una novela de época española, Celia, impotente ante el fallo de su plan, atinó a meterse bajo el vestido un jarrón que le había parecido bonito.
La fiesta llegó a su fin cuando todos estuvieron justamente saciados, los novios, con naturales ansias sexuales, habían intentado que todos se rajen de su casa lo antes posible. Las delincuentes obviaron los servicios del 504 para volver al caserón de Rita, graficando la derrota de su plan con una caminata triste. Al llegar compartieron sandwichitos robados,Celia lloró en el hombro de su compañera y en una rabieta sacó de la cartera el jarrón robado y lo estalló contra el piso. Lo que quiso ser impotencia terminó por ser un guiño de Dios, entre los pedazos de cerámica estaban las inconfundibles cenizas de la señora de Podestá. Rita rezó un padre nuestro mientras que Celia juntó los restos en un tupper, restos adulterados con mugre que había en el piso del caserón. Rita sorprendió a su compañera al preguntar cuánto se podía sacar por la Sra de Podestá dando por sentado que el robo había mutado en un secuestro cuasi profanador. Un papelito afloraba entre las cenizas:
“Serás parte del rocío, te fundirás con el sol, volverás de alguna forma, porque eres vida eterna, porque siempre te amaré, nos encontraremos cuando parta, como la primera vez, en una tarde nevada, en aquel río de Budapest. “
J. M. P
Los corazones de las bandidas,,endurecidos por el tiempo, se desinflaron hasta hacerles piantar un lagrimón . Estaban en una encrucijada, la crueldad de negarle la posibilidad del descanso deseado a una persona era más grave que el afano de unas perlas, pero al mismo tiempo devolver las cenizas sería admitir la culpabilidad. No tenían el cinismo del maleante profesional, eran apenas dos viejas desesperadas que pasaron de la abundancia a rascar el fondo de la olla.
Luego de una siesta reparadora, las dos viejas se levantaron y como es de costumbre, sus problemas seguían allí, los únicos problemas que se van cuando uno duerme son los de sueño. Rita tomó una agenda vieja en la que estaba el teléfono del Ingeniero José Pablo Pescarmonti, autoexiliado durante el peronismo en la Hungría comunista. El hombre había sido repudiado por su familia, pero nunca expulsado porque al fin y al cabo corría sangre Pescarmonti por sus venas. Las viejas sabían que podían confiar su secreto al ingeniero, quien varias veces había puesto de manifiesto su odio al viejo Podestá y a toda la calaña que formaba el circulo cerrado de la alta sociedad.
La llamada fue concisa, el ingeniero accedió de inmediato a recibir las cenizas en un paquete a pagar y esparcirlas por el Danubio. Las viejas apuraron el tramite y se sacaron literalmente el muerto de encima. En cambio la familia Podestá estaba golpeada por la desaparición de la sra de Podesta. La policía encontró a unos muchachos que con los ojos en compota confesaron la felonía. El viejo Podestá, a sabiendas de los bueyes con los que araba (por bueyes se refería a la policía) tuvo enseguida su sospechoso, una persona que protagonizada el secreto guardado en el ático de los olvidos de la familia, que por el buen nombre de la misma debía ser ocultado a cualquier precio: El Ingeniero Pescarmonti. Resulta que Pescarmonti y la señora de Podestá disfrutaron del amor mutuo en su juventud, amor cristalizado en una escapada de la señora a Budapest alegando motivos inconsistentes. El viejo Podestá ya le había perdonado la vida una vez a precio de dejar su deshonra de cornudo como un mito, no pensaba cometer el mismo error otra vez.
Movido más por quien siente que le han robado algo suyo más que por una cuestión sentimental, el viejo contactó a un miembro del ejército cesanteado por traición a la Patria para hacer el trabajo sucio. El objetivo, más allá de el ingeniero, eran los brazos bandidos que habían perpetrado el robo, que se habían atrevido a entrar en su casa, que habían arruinado el casamiento de su hija y que amenazaban con manchar el buen nombre de su familia.El sicario tomó el primer avión a Europa Oriental, todo el mundo sabe todo en Budapest, encontrar al argentino no fue difícil, conseguir elementos de tortura para satisfacer el sadismo del ex militar, tampoco. }El cuerpo muerto de Pescarmonti fue hallado a orillas del Rio Danubio por el militar, quien  tuvo que poner a prueba su imaginación para desquitar su instinto sanguinario con el cuerpo pálido, frío y con un tiro en la sien. Luego de finalizado su ritual de tortura al muerto, revisó sus bolsillos a fin de quedarse con el dinero o algo de valor. Solo encontró un papelito:
“Has vuelto amor mío vaya a saber uno por que desandar del destino, que mano benefactora te ha traído, no tengo más capricho ahora que descansar a la vera de este río, oh no vueles todavía, esperame que voy contigo”
El militar guardó el párrafo como prueba y volvió a Buenos Aires a entregarlo a Podestá como prueba del robo del ingeniero, no sin antes pasar por el correo a averiguar quien remitió las cenizas a Hungría.  Ante la reticencia de los empleados postales y la inconveniencia de rozar a la policía, el militar desistió e informó a  Podestá de los hechos. Así mismo lo persuadió de que era inutil seguir hurgando donde sólo se conseguiría matar a un repartidor. Podestá accedió y dió por terminado el tema. Sin embargo, la noticia de los enamorados que descansan juntos en el Danubio recorrió rápidamente el mundo. Incisivos periodistas húngaros no descansaron hasta saber la verdad e imprimirla en sendos libros que prometían ser best sellers. La verdad destruiría a la familia Podestá,  pero para llegar a la verdad tuvieron que pasar por el puente de Celia y Rita.Rita seca las hebras de té al sol por primera vez, la partida de Gerónimo había dejado la economía familiar colapsada. El caserón de la calle Azcuénaga estaba oscuro, venido a menos, hasta Cata, la gata familiar, había abandonado el nido por falta de sobras. Cuando no tenes un peso, no hay capital social que vaIga, se acaban los fines de semana en quintas bonaerenses, los quesos importados de Francia donde la leche se usa sin pasteurizar. Sólo quedan, recuerdo de otro tiempo, los posavasos y la vajilla buena.
Celia, es tan vieja como Rita, la malaria le vino casi al mismo tiempo. Una enfermedad penosa y cara, cáncer de algo, no importa entrar en detalles. Algunos, defectuosos de la buena costumbre del perdón, atiborrados de rencor dicen “todo vuelve”, pues su ingreso a la alta sociedad había sido por la ventana ancha de las estafas de su difunto esposo.Celia y Rita se conocieron al frío de un contenedor de basura, de madrugada, recogiendo las sobras de los vecinos para poder comer. Rita, más cuidadosa de las formas, adujo haber tirado sin querer unas perlas compradas en Madrid. Celia, despojada del filtro de los buenos modales le dijo que tal vez estaban cerca de la lata de atún que Rita guardo segundos antes en el bolsillo de un tapado roído, embichado.
Ambas desgraciadas compartieron el botìn sobre un individual bordado, el olor a naftalina impregnaba el ambiente. Celia disimulaba su desagrado por el buen gusto en la decoración de la casa de Rita, mientras saboreaba el tè secado al sol. Luego de intercambios de opiniones sobre temas banales, matizadas con opiniones acertadas sobre las costumbres poco cristianas de la familia Andonaegui, ambas llegaron al silencio que ponìa en la mesa la necesidad de salir de pobres. Comenzaron por descartarse del mercado laboral formal, asì mismo sus cuerpos no parecìan lo suficientemente atractivos como para alquilarlos, pedir dinero las avergonzaba, todos los caminos llevaron al robo liso y llano, decidido esto, pactaron encontrarse al otro dìa para barajar víctimas y procederes.
Aprovechando el solcito que por las mañanas alegra el patio interno del caserón, ambas señoras compartieron agua de la canilla. Rita no había encontrado demasiado, su mejor idea era la de entrar a medianoche a la casa de los Arrechea, con medias negras cubriendo sus caras y una bolsa para llevarse todo lo de valor. Celia, ante esta clara influencia de los dibujos animados en la imaginación de Rita, le planteó que si bien su plan parecía muy interesante creía tener una idea mejor: el casamiento de la única hija de los Podestá.
La niña Dolores, Marìa de los Dolores, habìa encontrado refugio repitièndo: “Dios te quita Dios te da”, su casamiento con Diego Càrdenas (quien la habìa enamorado un poco a  primera vista otro poco por su futuro de único heredero de la fortuna de la familia) se  juntò con la muerte de  La señora de Podestà, algunos dicen que ahogada en su propio veneno de vieja bruja.
Tal acontecimiento iba a ser festejado a toda pompa, invitando a todos los contactos de su madre, familiares, vecinos y hasta algùn que otro empleado antiguo como muestra de generosidad. Rita y Celia, fueron beneficiadas por el desconocimiento de la niña Dolores acerca de su situaciòn  ya que la Señora de Podestà jamàs hubiera admitido a tal runfla. El señor Podestà estaba de acuerdo en cada capricho de su niña, el viejo estaba esmerilado luego de tantos años de aguantar a su señora, años en los que aprendiò a perder casi todas las batallas familiares, casi todas por abandono.
Las dos viejas se emperifollaron y acudieron al convite, se bajaron media cuadra antes para que nadie viera que llegaron en un 504 desvencijado. Antes de proceder al hurto liso y llano de lo que encuentren, atacaron con voracidad canapès de la mesa de bienvenida ante la mirada impávida del caretaje. Mientras Rita manejaba peor el echo de ser un paria,llegando a la desesperaciòn de colarse en conversaciones, Celia se enfocò en aprovechar el momento de la llegada de los novios para colarse en los pisos superiores de la casa, no sin antes de comentar que la novia estaba bellísima y que el bigote sentaba bien al novio. La alegrìa llenaba el ambiente al punto de olvidar que hace poco la señora de Podesta había pasado a otra vida recientemente. Las viejas ya no estaban allì cuando a la novia se le cayò un bretel poniendo su busto parcialmente al descubierto, habìan iniciado la búsqueda de algo para afanar.
La casa tenìa varios cuartos, piezas, habitaciones, recámaras, la traspiraciòn les corrìa el maquillaje mientras alborotaban escritorios y corrían cuadros en busca de cajas fuertes, documentos, efectivo, joyas. La imprevisiòn de al menos chequear el plano de la casa se hacìa sentir, el tiempo las apremiaba ya que en algún momento alguien notarìa s ausencia aunque sea por señalarlas para hablar mal de ellas.  En lugar de joyas y camafeos, las señoras encontraron crucigramas, ecografìas, revistas Weekend y boletos de colectivo capicuas. Rita alertò con un  “larguemonos” salido de una novela de epoca española, Celia, impotente ante el fallo de su plan, atinò a meterse bajo el vestido un jarròn que le habìa parecido bonito.
La fiesta llegò a su fin cuando todos estuvieron justamente saciados, los novios, con naturales ansias sexuales, habìan intentado que todos se rajen a su casa lo antes posible. Las delincuentes obviaron los servicios del 504 para volver al caserón de Rita, graficando la derrota de su plan con una caminata triste. Al llegar compartieron sanguchitos robados, Celia lloró en el hombro de su compañera y en una rabieta sacó de la cartera el jarrón robado y lo estalló contra el piso. Lo que quiso ser impotencia terminó por ser un guiño de Dios, entre los pedazos de cerámica estaban las cenizas de la señora de Podestá. Rita rezó un padre nuestro mientras que Celia juntó los restos en un tupper, restos adulterados con mugre que había en el piso del caserón. Rita sorprendió a su compañera al preguntar cuánto se podía sacar por la sra de Podestá dando por sentado que el robo había mutado en un secuestro cuasi profanador. Un papelito afloraba entre las cenizas:
“Serás parte del rocío, te fundirás con el sol, volverás de alguna forma, porque eres vida eterna, porque siempre te amaré, nos encontraremos cuando parta, como la primera vez, en una tarde nevada, en aquel río de Budapest. “
J. M. P
Los corazones de las bandidas,,endurecidos por el tiempo, se desinflaron hasta hacerle piantar un lagrimón a las dos. Estaban en una encrucijada, la crueldad de negarle la posibilidad del descanso deseado a una persona era más greave que el afano de unas perlas, pero al mismo tiempo devolver las cenizas sería admitir la culpabilidad. No tenían el cinismo del maleante profesional, eran apenas dos viejas desesperadas que pasaron de la abundancia a rascar el fondo de la olla.
Luego de una siesta reparadora, las dos viejas se levantaron y como es de costumbre, sus problemas seguían allí, los únicos problemas que se van cuando uno duerme son los de sueño. Rita tomó una agenda vieja en la que estaba el teléfono del Ingeniero José Pablo Pescarmonti, autoexiliado durante el peronismo en la Hungría comunista. El hombre había sido repudiado por su familia, acerera, pero nunca expulsado porque al fin y al cabo corría sangre Pescarmonti por sus venas. Las viejas sabían que podían confiar su secreto al ingeniero, quien varias veces había puesto de manifiesto su odio al viejo Podestá y a toda la calaña que formaba el circulo cerrado de la alta sociedad.
La llamada fue concisa, el ingeniero accedió de inmediato a recibir las cenizas en un paquete a pagar y esparcirlas por el Danubio. Las viejas apuraron el tramite y se sacaron el muerto de encima. En cambio la familia Podestá estaba golpeada por la desaparición de la sra de Podesta. La policía encontró a unos muchachos que con los ojos en compota confesaron la felonía. El viejo Podestá, a sabiendas de los bueyes con los que araba (por bueyes se refería a la policia) tuvo enseguida su sospechoso, una persona que protagonizada el secreto guardado en el atico de los olvidos de la familia, que por el buen nombre de la misma debía ser ocultado a cualquier precio: El Ingeniero Pescarmonti. Resulta que Pescarmonti y la señora de Podestá disfrutaron del amor mutuo en su juventud, amor cristalizado en una escapada de la señora a Budapest alegando motivos irregulares. El viejo Podestá ya le había perdonado la vida una vez a precio de dejar su deshonra de cornudo como un mito, no pensaba cometer el mismo error otra vez.
Movido más por quien siente que le han robado algo suyo más que por una cuestión sentimental, el viejo contactó a un miembro del ejército cesanteado por traición a la Patria para hacer el trabajo sucio. El objetivo, más allá de el ingeniero, eran los brazos bandidos que habian perpetrado el robo, que se habían atrevido a entrar en su casa, que habían arruinado el casamiento de su hija y que amenazaban con manchar el buen nombre de su familia.El sicario tomó el primer avion a Europa Oriental, todo el mundo sabe todo en Budapest, encontrar al argentino no fue dificil, conseguir elementos de tortura para satisfacer el sadismo del ex militar, tampoco. }
El cuerpo muerto de Pescarmonti fue hallado a orillas del Rio Danubio por el militar, quien  tuvo que poner a prueba su imaginación para desquitar su instinto sanguinario con el cuerpo pálido, frío y con un tiro en la sien del ingeniero. Luego de finalizado su ritual de tortura al muerto, revisó sus bolsillos a fin de quedarse con el dinero o algo de valor. Solo encontró un papelito:
“Has vuelto amor mío vaya a saber uno por que capricho del destino, por que mano benefactora, no tengo más capricho ahora que descansar a la vera de este río, oh no vueles todavía, esperame que voy contigo”
El militar guardó el párrafo como prueba y volvió a Buenos Aires a entregarlo a Podestá como prueba del robo del ingeniero, no sin antes pasar por el correo a averiguar quien remitió las cenizas a Hungría.  Ante la reticencia de los empleados postales y la inconveniencia de rozar a la policía, el militar desistió e informó a  Podestá de los hechos. Así mismo lo persuadió de que era inútil seguir hurgando donde sólo se conseguiría matar a un repartidor. Podestá accedió y dió por terminado el tema. Sin embargo, la noticia de los enamorados que descansan juntos en el Danubio recorrió rápidamente el mundo. Incisivos periodistas húngaros no descansaron hasta saber la verdad e imprimirla en sendos libros que prometían ser best sellers. La verdad destruiría a la familia Podestá,  pero para llegar a la verdad tuvieron que pasar por el puente de Celia y Rita.

Las viejas recibieron a los húngaros entre sorprendidas e incomodas al ver que no había ni una masita seca para ofrecerles. Los periodistas ofrecieron dinero contante y sonante por el testimonio así como una reserva total. Celia y Rita se miraron, sonrientes después de mucho tiempo y aceptaron el dinero para luego largarse juntas, lejos, bien lejos de lo que alguna vez habían sido.  

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