En lo más profundo del valle, unas escasas farolas daban cuenta de aquella aldea sin altar consagrado. Ninguna excomunión, ninguna leyenda se conocían, aunque él sabía que era lugar de desconjuros, y el suyo cumplía ya trece aniversarios.
Aquella bruja que le acompañaba, demasiado interesada en herbolarios, no tardaría en dejarse atraer por el profundo azul de los acónitos.
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