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Ciencia de la mentira

Publicado el 17 julio 2010 por Lphant

La edad es sólo un número con el que nos asustan. ¿Qué pasa si me hago viejo?

Ciencia de la mentira

La única realidad es que me estoy muriendo con el paso del tiempo, con cada bocanada de aire que inspiro, con cada aliento que exhalo. Y ya que vamos a estar poco tiempo, debo querer conseguir lo que deseo.

Yo quiero escalar las montañas de mis pensamientos y ver luz, y sombra, y también quiero olvidarme de que existo, y de que existes. A veces necesito alcanzar el monte blanco de la ignorancia para poder justificar mi indiferencia, pero ahora necesito escupir sangre en forma de palabras, porque tengo una úlcera en el cerebro que no me deja vivir.

Y lo cierto es que siempre andamos criticando y maldiciendo a nuestro mundo, a nuestro país o a nuestra ciudad, y no me paro a pensar que nada tiene sentido si antes no trato de destruir la esencia de lo humano. El amor, la amistad, las sonrisas, las lágrimas, las miradas… todos sentimientos y gestos aparentemente incontenibles fuera de nosotros.

¿Lloran los delfines, aman las ballenas o sonríen las aves? No lo sabemos. Y a veces obviamos y queremos hacer ver que no, o que no queremos saberlo. A mí siempre me atrajo la etología, una ciencia estudiosa del comportamiento animal, y que hoy día comienza a tener el peso que se merece, pero que no suele tomarse con frecuencia lo suficientemente en serio, e incluso me aventuro a decir, no siempre es lo suficientemente seria.

El ser humano “humaniza” desde el momento en que respira, transforma luz en imágenes y figuras en objetos, por el simple hecho fisiológico de que estamos dotados de un órgano de la visión conectado al ordenador central de nuestra red de redes que es el sistema nervioso. Creo que es simplemente una cuestión retrospectiva, porque no queremos mirar atrás y tapamos la mentira sobre la que se erige nuestro mundo falso y mugriento, al que llamamos ingenuamente “civilización”. Cierto es que el problema es mucho más gordo, puesto que no basta con una simple mirada hacia nuestro pasado sino que realmente deberíamos de buscar, no ya un consuelo, sino una alternativa a toda esta farsa.

Ciencia de la mentiraProbablemente llevemos muchos más años evolucionando de lo que, primero el sr. Darwin, y luego un grupo sagaz e intrépido de ciéntíficos idólatras han ido apuntando a lo largo de siglo y medio. No sé, no me parece prudente la fe ciega en ninguna teoría que no pueda ser contrastada de manera tan irrefutable como, a veces, las pruebas clínicas o los ensayos biológicos. Ni puedo, ni trato de poner en duda, la idea de selección natural, sólo pienso que nada es ni tanto, ni tan calvo.  Sólo trato de hacer ver que no sólo mueve el amor a la ciencia al mundo científico, que llegados a este punto, hay un cúmulo de intereses demasiado importante como para obviarlo.

Es aquí donde quiero atacar.

Y es que nada queda exento de lo que de verdad nos cataloga como humanos, porque los primates sonríen, puede que las ballenas amen y los delfines lloren, pero ningún animal sabe mentir tan bien como nosotros. Yo no tengo datos, no tengo pruebas, no tengo nada, pero lucho porque exista algo sincero en donde el ser humano pueda hallar una pizca de verdad. La ciencia es un mundo competitivo, como lo son los negocios y las peleas callejeras, pero si en algo merece la pena invertir es en el descubrimiento de nosotros mismos (¡y en una solución para el hambre en el mundo, me cago en la puta!).

Vamos a olvidar la filosofía, la palabrería y todo ese vomitivo traje de seda con el que ando cubriendo mis palabras. Lo que quiero decir es que no podemos seguir siendo ingenuos. Joder, nos toman por idiotas, hasta a los más ilustres de ustedes los científicos ¡A la mierda con eso! La ciencia, señores, por mucho que la desvirtúen, no está al servicio de SU progreso, sino al de la verdad, la ciencia es un camino que puede abrirse con o sin nosotros. Y sí, porque si quitamos el velo, la máscara de las sociedades, sólo queda caos, el caos que dio origen al universo y que se esconde en cada mierda que pisamos cuando damos un paseo por el parque, en cada mota de polvo y en cada grano de café que va disolviéndose brownianamente.

No quiero buscar la utilidad de las cosas ¡QUIERO ENTENDER SU SENTIDO, SU SIGNIFICADO, POR QUÉ!

Por una ciencia libre, sin progreso, sin utilidad, sin intereses. Sólo un loco apostaría por esto, sólo él llegará verdaderamente a la luna.

PD. Ya volveré con algo más que palabras en la boca para defender la locura.

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