El 14 de noviembre se celebra el día mundial de la diabetes. Se trata de una enfermedad metabólica crónica que se caracteriza por un déficit relativo o absoluto de secreción de insulina en el páncreas. En España afecta a 3 millones de personas y se prevé que en 20 años lleguen a padecerla 6 millones.
La insulina es una hormona anabolizante que actúa en el metabolismo de todos los nutrientes energéticos, no solo de los hidratos de carbono. Favorece la incorporación de la glucosa sanguínea a las diferentes células insulinosensibles del organismo, dónde actúa como combustible para el organismo. Gracias a ella la glucosa no utilizada se almacena en forma de glucógeno en el hígado y músculo, y la que se encuentra en exceso se transforma en grasa.
Además, favorece la lipogénesis y estimula la captación celular de aminoácidos para la síntesis proteica, disminuyendo la gluconeogénesis hepática a partir de los aminoácidos. Está dentro de las hormonas que actúan disminuyendo la glucosa sanguínea. En los diabéticos la secreción de insulina es inferior (o nula) y no se eleva adecuadamente después de la ingesta de glúcidos en las comidas. Como consecuencia los niveles sanguíneos de glucosa se encuentran elevados.
Existen varios tipos de diabetes: la insulinodependiente o diabetes tipo 1, la no insulinodependiente o diabetes tipo 2, la gestacional y la secundaria o asociada. La primera es típica en los jóvenes y requiere de inyecciones de insulina, la segunda aparece en la edad adulta y está asociada en la mayoría de casos a sedentarismo y obesidad (generalmente se trata con dieta, ejercicio y antidiabéticos orales), la tercera es temporal y aparece durante el embarazo y la última aparece como consecuencia de otra enfermedad o tratamiento farmacológico.
Los objetivos de la dieta en el diabético son mantener un óptimo estado nutricional y un peso saludable (la obesidad aumenta la resistencia a la insulina y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, entre otras), además de regular los niveles sanguíneos de glucosa, lípidos y tensión arterial.
Para ello se debe fragmentar las calorías diarias en 6 tomas para una buena distribución de los hidratos de carbono (desayuno, media mañana, almuerzo, merienda, cena y un suplemento antes de ir a dormir), sin saltarse ninguna comida e intentar no alterar de forma considerable los horarios de las comidas.
El diabético debe seguir una alimentación adaptada a sus necesidades, tanto energéticas como de vitaminas y minerales. La repartición de calorías durante el día debe seguir el siguiente patrón: 50%-60% de hidratos de carbono (con restricción de azúcares sencillos), 25%-30% de grasas (reduciendo las grasas saturadas y sustituyéndolas por las insaturadas) y 15%-20% de proteínas (siendo el 50% de procedencia vegetal y evitando los alimentos proteicos grasos).
Se deben excluir de la dieta los alimentos que tienden a elevar los niveles de glucemia como el azúcar de mesa, miel, caramelos, leche condensada, mermeladas, pasteles, productos de bollería, bebidas azucaradas, cacao y sus derivados, productos pre-cocinados y helados.
Recomendaciones dietéticas:
- Sustituir las grasas saturadas por las insaturadas presentes en los aceites vegetales (oliva y de semillas) y pescados azules.
- Asegurar un aporte óptimo de fibra dietética, ya que retrasa la absorción de los azúcares y regula los niveles sanguíneos de colesterol.
- Evitar el consumo de bebidas alcohólicas, estas pueden provocar hipoglucemia (disminución de los niveles de glucosa en sangre).
- Beber suficiente agua, sobretodo en caso de poliuria (manifestación clínica de la diabetes).
- Leer el etiquetado de los productos alimenticios para diabéticos, contienen fructosa y su consumo no debe ser indiscriminado.
Marta González Caballero