Revista Talentos

Cobardes... Antes de volar, hay que caer

Publicado el 30 noviembre 2014 por Xilenaenellimbo @XilenaEnElLimbo

Cobardes... Antes de volar, hay que caer

Esas fotos que te vienen al pelo. Gracias Mezaninne

Tengo un problema. Creo que es gordo. No puedo con la gente cobarde. Me supera. Bueno, en verdad, el problema lo tienen ellos: los cobardes. Porque yo siempre he intentado ir de frente. De llamar las cosas por su nombre. De intentarlo una y mil veces. Y las que haga falta. No, no soy SuperWoman. También tengo días que me hundo, me dejo caer y me escondo debajo del edredón. Y me doy el lujo de ser cobarde. De apagar el móvil, de no contestar el teléfono. De vender la pomá e irme por las ramas para no dar la cara. Incluso, de vendérmela a mí misma. Me doy el lujo de dejar de intentar por miedo a volver a fallar.
Pero se me pasa. Se me pasa porque cuando estoy cobarde, no me reconozco. No me reconozco con miedo, porque el miedo paraliza. Y nunca más quiero estar paralizada por una sensación como esa. Y no entiendo cómo hay gente que puede vivir así. Sin hacer las cosas por miedo. Por miedo a cagarla. Por miedo a perder. Por miedo a sentir. Por miedo a hacer daño. 

En el fondo, no es otra cosa que miedo a vivir. Y eso, señoras y señores, es lo más triste que nos puede pasar. A eso hemos venido. A vivir. A sufrir, a cagarla, a sentir. Y también a reír. A ser felices. A equivocarnos. A rectificar. Por supuesto que los momentos de flaqueza están más que permitidos, pero tienen que ser momentos. Puntuales. Y no una constante que domine nuestra vida. Porque si vivimos con miedo, no vivimos, sobrevivimos y eso, es triste. De cojones.
No hay nada más gratificante que meterse el miedo por donde la cerveza sin alcohol y el café sin cafeína, levantarse e intentarlo de nuevo. Una, dos, tres y las veces que haga falta. Y conseguirlo. Lo que sea. Ese desafío personal. Eso que te estaba dando por saco y no te salía. Esa conversación pendiente que te acojonaba hasta la médula. Lo que sea. Insistir tiene que ser la clave. 

Y es que a veces, antes de volar, hay que caer.  Lo peor de los miedosos y cobardes, es que son contagiosos. Son contagiosos porque no hacen otra cosa que gritar sus miedos, sus parálisis y sus cobardías a los 4 vientos. Y eso, es como la gripe. Porque necesitan que les digan que tienen razón, que hacen bien. Que es la decisión adecuada. Conmigo no contéis para eso. Nunca. No voy a ser cómplice. No os voy a compadecer. Y no lo voy a hacer porque no quiero que lo hagáis conmigo. Así que podéis ir a llorar vuestros miedos y vuestras cobardías donde alguien que también las sufra. Y las entienda. Y las quiera en su vida. 


Yo no las quiero. Ni cobardes, ni cobardías, ni miedos. Con mantener los míos a raya, tengo bastante. Así que ya sabéis por dónde.

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