Complicación

Se sentó convencido de que no iba a sacar provecho alguno de aquello. Tenía intención, aunque tenue; obligación y necesidad, intensa y abrasadora; pero carecía de todo lo demás. Fumar no ayudaba; que la lluvia callese fuera como lienzos nublando la visión de la ciudad del otro lado del parque, tampoco; la música de Arvo Pärt girando como una peonza metálica por los rincones, menos aún. Todo eso era apenas el escenario, una disposición de objetos casuales o buscados que establecían un ámbito tópico que no iba a ocultar la ausencia de lo fundamental: las palabras con sentido, el proyecto que necesariamente tenía que haber detrás de todo eso. Usaba la taza de té como cenicero. Miraba a través de la ventana. Por un intante se sintió como el que espera algo y no sabe qué, o el que desea salud y se siente débil, o el que no halla el modo de subir la cuerda que cuelga rígida del techo. Ya decidido a desistir, se defendió a sí mismo atribuyendo la imposibilidad a la falta de hábito. Llevaba ocho meses sin intentarlo. En el último momento, se dijo también que todo fracaso enraizaba tal vez en un carácter flojo e inseguro, en esa sospecha que ensartaba su ánimo como una daga en tales circunstancias de que todo su empeño en momentos así no era más que una necia pose, dar respuesta inacabada a una intención vacía y sin propósito, tiempo perdido que no intentaría, ni podría aunque esa fuera su intención, recuperar jamás. Se levantó sin haber, en efecto, removido nada en su interior, desanimado exactamente como cuando se sentó para avanzar ese paso más que al final no llegó a dar.