—Eternamente —musitó moribundo.
Desde entonces suele aparecérseme, señala a quienes hablan conmigo y fallecen, retrasando mi muerte tantos años como les roba.
Ayer, desesperadamente solo, cumplí 40 años. Decidí suicidarme.
Hoy, condenadamente vivo, mi maldición amaneció prolongada por la muerte súbita de cuarenta neonatos.