Revista Talentos
Aquel sombrío atardecer de 1890, Lady Windsor-Smith huía desolada alejándose del castillo Drake con lágrimas en los ojos. Aún resonaba en sus oídos la afligida voz de su amado lord Collingwood confesándole ser un vampiro. Quizás, si esa noche no hubiera luna llena, ella también le habría revelado su secreto.