Confesiones de una mujer mayor.

Como mayor que soy, y a veces incluso me siento, hoy quiero confesar (cual tonadillera) algunas realidades que me pellizcan desde el interior, y a las que debo dar salida por una cuestión de salud. Vosotros disimuléis…

-Salvo tres o cuatro personas, cuyo silencio no me explico, todo mi entorno ha respondido perfectamente a mi llamada de amistad en la Red. Era una mudanza sin más. Tal vez algo torpe en el traslado, pero así es una desde que nació ¡qué le voy a hacer! Quien quiera ver más allá, se equivoca.

-Con la madurez (y la presbicia) cada vez veo mejor lo grande, lo importante, y peor lo menudo, lo insignificante… Eso no quiere decir que no me duelan las actitudes de personas con mucha paja y ninguna viga, y aún más si se trata de gente que ha sido muy cercana. Imagino que nos falta objetividad y empatía, y nos sobra vanidad y soberbia. A algunos más que a otros.

-No acepto lecciones de quienes no dominan un tema. Así, en general.

-No soporto a los hombres que quieren compararse con las mujeres en cuestión de violencia de género. Me resultan infantiles y egoístas. La mujer lleva siglos maltratada, repudiada, vilipendiada y ajusticiada sin razón. Si ahora goza de algún mínimo privilegio (si vive para disfrutarlo), es de justicia que se le permita. Algunos hombres incluso pretenden un día internacional para ellos (en ridícula comparación de nuevo), olvidando que disponen de los 365 días del año… No soporto tampoco a la mujer machista que olvida su propio sexo.

-Me rebela que quienes más injustos han sido siempre conmigo, hayan sido personas católico-practicantes. A Dios rogando, y con el mazo dando.

-En general, no me siento identificada con las costumbres de mi país o mi comunidad. No soy taurina, flamenca, chirigotera, cofrade, capillita, creyente, supersticiosa, feriante, sanferminera, fallera o cualquier otra cosa por el estilo. Futbolera solo cuando la competición es nacional o sevillista, pero este es un deporte mundial, y alegrarse cuando gana tu equipo no es ningún motivo de vergüenza ajena, mal que pese. Defiendo a mi tierra como nadie, y me duele como a pocos. Desde la izquierda, donde llevo el corazón. Rojo.

-El andaluz es el español (no el castellano) con acento del Sur. Y listo. No se escribe “en andalú” como muchos errados pretenden. Seamos serios con nuestra propia forma de hablar, para que así nos respeten desde fuera. Mucha culpa de cómo nos tratan es propia. En algunos temas hay que abrir la mente y aparcar la gracia.

-Echo de menos a alguno y a alguna. Nunca me han gustado las despedidas, ni siquiera las mías.

¿Entendido…?  Nos seguimos leyendo…