Revista Literatura

¿Conocen a Giovanni Papini?

Publicado el 15 abril 2014 por Blancamiosi
¿Conocen a Giovanni Papini? Reconozco que hay muchos escritores, más de los que sería capaz de calcular, que escapan a mi conocimiento. Trato en lo posible de conseguir libros de autores poco mencionados entre la avalancha de títulos que invaden las librerías y, como siempre, termino acudiendo a mi viejo librero. Esta vez tengo en mis manos un libro muy especial: Gog y El libro negro, escrito por Giovanni Papini en 1931, y en 1951 respectivamente.
Empiezo por aclarar quién es Gog. Para quienes no lo sepan, es un personaje bíblico; aparece en el Apocalipsis, XX, 7: "Satán será liberado de su cárcel y saldrá para reducir a las naciones, Gog y Magog…"
Giovanni Papini nació en Florencia, Italia, el 19 de febrero de 1881, hijo de un ateo y de madre católica, quien lo bautizó a escondidas. Fue filósofo, políglota y un fecundo escritor. Me llamó la atención el título Gog y El libro negro, nada más verlo, y empecé a hojearlo. Después de leer parte del prólogo decidí que tenía que leer sus quinientas once páginas. Es un tomo que consta de dos libros, en los que Gog cuenta sus experiencias, y veinte años después las continúa en El libro negro. Y aprendí mucho, ¡vaya si aprendí! Desde la primera línea del primer párrafo existe un llamamiento impostergable a seguir leyendo:

Me avergüenza decir dónde conocí a Gog; en un manicomio particular.
Díganme ustedes si no es un comienzo con el que se intuye una historia extraordinaria. Como lo fue la misma vida de Papini. Escribió Gog recurriendo a la técnica de suponer que publicaba el diario íntimo de un individuo excepcional; Gogins, conocido como Gog. Se sirvió de un personaje, cuyo nombre de origen bíblico, nos da el sentido de su temperamento: personificación de las fuerzas del mal. Descreído, salvaje, cruel, poderoso y anhelante de gloria y placer… y se llega al final de la parábola bíblica tan bien trazada por el autor con un Gog insatisfecho, hastiado, sin haber llegado a conocer la verdad, ni haberse divertido, que por no morir de hambre y miseria, encuentra su única salvación en el mendrugo de pan que le da una muchacha campesina desconocida.
Y para no dejarlos con la miel en los labios, voy a proseguir con el resto del trozo que sigue a la primera línea que copié arriba:

Me avergüenza decir dónde conocí a Gog; en un manicomio particular.
Fui allí con objeto de hacer compañía a un joven poeta dálmata, a quien la pasión desesperada por una sombra —la amada era una «reina de la pantalla» y únicamente en la pantalla le había sonreído— condenaba al delirio.
Como ordinariamente estaba tranquilo, el director de aquella casa para locos pensionistas —enano de estatura, pero gigante en carnosidad— nos permitía estar juntos en el jardín. Aquí y allá, a la sombra de los cedros y de los castaños de Indias, había mesas redondas de hierro y sillas como en los cafés. Enfermeros pálidos vestidos de blanco, transcurrían por los paseos, disimulando vigilancia.
Un día muy caluroso en que el poeta y yo estábamos hablando, se acercó a nuestro velador uno de los huéspedes. Era un monstruo que debía tener medio siglo, vestido de verde claro. Alto, pero mal garbado; no tenía ni un solo pelo en toda la cabeza; sin cabellos, sin cejas, sin bigotes, sin barba. Un informe bulbo de piel desnuda, con excrecencias coralinas. La cara era de un escarlata oscuro, casi pavonado, y anchísima. Uno de los ojos era de un bello celeste un poco ceniciento; el otro, casi verde con estrías de un amarillo de tortuga. Las mandíbulas eran cuadradas y potentes; los labios, macizos pero pálidos, se entreabrían en una sonrisa completamente metálica, de oro.
Saludó, sin habla, al poeta y se sentó a nuestro lado. No abrió la boca, pero pareció que seguía atentamente nuestra conversación, Me enteré después, por mi amigo, que ése era Gog.
…Cuando le conocí se hallaba allí desde hacía poco. Y todas las veces que fui a visitar a mi poeta le veía también a él. Comenzó a hablarme. De este modo pude saber, un poco por él y un poco por los médicos, su historia. Su conversación era singularísima: pasaba de un discurso paradójico, pero al mismo tiempo inteligente, a manifestaciones de una vulgaridad peor que plebeya, bestial. Parecía que estuviesen unidos en él Asmodeo, con su agudeza cínica, y Calibán, con su ciega torpeza de bruto.
Pero conmigo hablaba gustoso. He tenido siempre la virtud de aplacar a los agitados y de amansar a los locos. Un día, después de haber hablado más que de costumbre, se marchó a su habitación —vivía en una villa, toda para él, en el parque del manicomio— y volvió para entregarme un envoltorio de seda verde.
¿Conocen a Giovanni Papini?
—Lea —me dijo—, son hojas que he salvado del último naufragio. Aquí dentro hay algo del viejo Gog. Ahora ha llegado para mí el día en que nace más de un sol, y cedo con la máxima despreocupación los harapos de la noche.
Encontré, dentro del envoltorio, un grueso paquete de hojas sueltas, escritas en tinta verde, con una caligrafía pesada e inexperta de muchacho. Las leí todas, a veces con una sonrisa, a veces con disgusto, a veces con horror, pero siempre, lo confieso, con avidez.
Eran apuntes sueltos, páginas de antiguos diarios, fragmentos de recuerdos, mezclados todos sin orden, sin fechas precisas, redactadas en un inglés vulgar, pero bastante descifrable.
… Supuse, y a mi juicio atinadamente, que tuvo la intención de regalarme esas hojas, y tal fue también el parecer de los amigos a quienes consulté. Por eso me he decidido a traducirlas —excepto cinco o seis demasiado repugnantes— y a publicarlas.

Para los que deseen leer la obra completa, los remito a este enlace: Gog, texto completo publicado en Ciudad Seva.
De la segunda parte, El libro negro, resalto algunos capìtulos:
El poema del hombre (de Walt Whitman)
La biblioteca de acero
Noticias del más allá
La fábrica de novelas
Verdugos voluntarios
El mercado de niños
El abate y las pecadoras
El regreso (de Frank Kafka)
La conversión del Papa
Los vendedores de imposibles.
Giovanni Papini falleció el día 8 de julio de 1956, después de pasar tres años de su vida ciego del todo y con buena parte de su cuerpo completamente inutilizada. Fue uno de los escritores más leídos y más combativos de nuestro tiempo. Aquí una parte de su bibliografía: El crepúsculo de los filósofos, su primer libro, publicado en 1906, cuando apenas tenía veinticinco años; Lo trágico cotidiano, antes de finalizar ese mismo año, y El piloto ciego, en 1907. Un hombre acabado, 1913; Bufonadas, 1916; El hombre Carducci, Días de fiesta y Testimonios, los tres en 1918.
Diccionario del hombre salvaje, 1923; A pan y vino, en 1930, Retratos italianos, 1932, y Dante vivo, en 1933. Figuras humanas, 1940, Exposición personal, 1941; Cielo y tierra, 1943.
Cuando escribió Cartas a los hombres del Papa Celestino VI y preparaba Vida de Miguel Ángel, apenas veía, y afirmaba ya que los géneros literarios estaban todos en decadencia. Proseguía trabajando en su novela póstuma: El juicio final, que fue publicada después de su muerte, y antes, escribió El diablo, en 1953. Otro de sus libros registrado en las postrimerías de su vida fue: Pasado remoto.
B. Miosi

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas