Revista Literatura

Conocimiento

Publicado el 10 julio 2011 por Gasolinero

Recordado e inexistente

A doña F. A. le decían «la Tarara» y tenía un Seat 124 blanco. O tal vez fuese un 1430. Se maquillaba en exceso, con coloretes rosados como de payaso sobre la piel acartonada del intemporal rostro de gorgona que la definía. Doña F. A. daba clases en el último colegio al que asistí, pero no era maestra. A doña F. A. la habilitó para dar clases, a pesar de no ser profesora, la Sección Femenina.

Una vez que doña F. A. estaba al cargo del patio, a Carmen O. que iba a mi clase, y que estuve ensayando para no pisarla en el baile de fin de curso, le soltó un campanazo en la espalda, con saña, que le hizo mucho daño. Nos quejamos al director, pero obvió nuestra demanda. Tiene la Tarara un vestido verde lleno de volantes y de cascabeles. Carmen O. estaba inexorablemente condenada, como así fue, a llevarse además de un campanazo en la espalda, un pisotón del cuarenta y cinco: el sino es implacable.

Mari Loli P., en séptimo curso le clavo un buril en salva sea la parte a G. Monreal, que anduvo más de una semana sin poder apoyar el trasero en el sillín de la bici. Monreal era el ejemplo de bonhomía más palpable que he conocido, no obstante Mari Loli P. le clavó un buril perfilador en un mollete. Una vez en 1976, G. Monreal faltó a clase y en su casa le hicieron un justificante intercalando una te entre la ene y la erre al escribir su apellido, como la ciudad canadiense. Tiene la Tarara un vestido blanco que sólo se pone en el Jueves Santo.

Lo que si tiene «la Tarara» es una hermana, también soltera y de edad indefinida y acartonada como ella, que se pone en invierno un abrigo que parece una sobrepelliz de armiño, como San Juan Nepomuceno. Era también maestra adaptada, de hogar y labores en este caso y los coloretes se los difumina más que su hermana. Ya se sabe: cada uno es cada uno. Tiene la Tarara unos pantalones que de arriba a bajo todo son botones.

Disfrutado y real

El viernes estuve en la Thinking Party de la Fundación Telefónica que se celebró en el Círculo de Bellas Artes: marco incomparable, como antes se decía. Gracias a José de la Peña, Pablo Rodríguez Canfranc y Ezequiel Villajos, nuestros hombres en la citada fundación.

Madrugué: tenía que llevarle antes a mi amigo Ricardo Balaguer un ejemplar de «A Propio Riesgo». Así lo hice, estuvimos tomando un café y disfrutando de la charla mañanera aunque breve: las buenas faenas por la mañana temprano, rezan los antiguos y agrestes asertos locales. Camino de la calle de Alcalá, metro mediante, pasando estaciones e intentando abarcar todas las caras, mirarlas, retenerlas, identificarlas, como buen cateto, aunque fui incapaz.

Llego a la Party me identifico. Descubro y desvirtualizo por fin a Ana Ramírez de Arellano. Veo a Gregorio López Vicente, artista y amigo, nos abrazamos. Encuentro a Fátima Mártinez y Marisa Roque, las saludo y pasamos juntos al auditorio. El leit motiv del evento es, sorprendentemente un botijo, epítome de la sencillez. José de la Peña sublima el citado contenedor, incluso hay una fórmula que explica como refresca el agua. Detrás de mí se sienta Miguel Nonay. Vislumbro a Vicente Rodrigo que me hace señas al otro lado de la sala. Identifico una calva junto a él como perteneciente a Alfonso Piñeiro. Pablo Rodríguez se sienta a mi lado y lo descubro en carne mortal.

Fernando Álvarez trata de derribar nuestras barreras mentales a golpe de palabra y ejercicios. Magnifico. Pau García-Mila nos hace ver que el vender limonadas en la calle no es malo sino necesario. Pablo Herrreros nos explica la utilidad de la redes sociales para el despiojamiento entre primates. Agora News, en un ejercicio de temeridad me hacen una entrevista. Miguel Nonay no quiere vencer ni obligar a nadie, quiere convencer de que adaptarse a la discapacidad es una oportunidad de negocio. Javier Taboada nos explica su proyecto de educación, rap como apoteosis.

Excelente comida. Saludo a Miguel Nonay, encantador; a Paco Tamayo, más largo que un día sin pan; me retrato con Bere Casillas. Zeques Villajos, gran tipo, se materializa como agradable sorpresa. Conozco a María Rubio. La sonrisa de Aldolfo Suárez se hace presente y nos regala unas gratificantes horas de compañía.  El postre insuperable, pero no tanto como el pasar un día con Alfonso Piñeiro al que parecía que conociese de toda la vida.

José Manuel Sanchez Ron nos explica que somos hijos del azar; Carlos Luna sentencia que fallas todos los disparos que no haces y Antonio Castillo nos habla de humana tecnología. Leo Harlem, humorista al que no conocía remata la Thinking Party con un genial monólogo. Una fiesta acaba con el acontecimiento al que espero volver todas y cada una de las ocasiones en que se celebre. Regreso al metro como un Paco Martínez Soria con la camisa fuera de los pantalones, desandando mis pasos y encantado de haber asistido a la fiesta de las ideas.

Como muestra de mi poco pudor, os dejo el video de la entrevista.

www.youtube.com/watch?v=KCV5pmfmU24


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