Revista Literatura

Consejos para un lío de faldas. Maldita tarta de queso.

Publicado el 30 abril 2014 por Javier De Lara @FValentis

Consejos para un lío de faldas. Maldita tarta de queso.
Si quieres saber cómo diablos comenzó esta historia, puedes pinchar aquí.  Para ver la anterior entrada, hazlo aquí.**Alonso corrió hasta la mesa, recogiendo los platos y lanzándolos en el fregadero, revisando de un vistazo si había algo que pudiera causarle problemas durante la visita, esperaba que corta, de Ali.
El timbre sonó con estruendo, ominoso, como si lo hubiera pulsado un lobo hambriento deseando comerse a un cerdito muy asustado. El joven respiró, rezando para salir bien de la situación y preguntándose qué demonios hacía Ali llamándole siendo prácticamente medianoche.
-Hola –dijo, abriendo levemente la puerta y asomándose para encontrarse con Ali, de pie ante él. Ella lo miraba entre divertida y extrañada.-¿No me dejas pasar? –preguntó, adelantando una bolsa que llevaba en la mano-. Traigo regalos.-Claro, eh, lo siento, pasa por favor –dijo él, sin poder controlar un ligero temblor en su voz. Estaba absolutamente histérico. -¿Estás solo? –preguntó Ali, nada más entrar, echando un vistazo rápido a la cocina.-¿Yoooo? –dijo Alonso, con un gallo largo y agudo- Claro, bueno, es que ha venido un colega a cenar, pero se ha ido ya.-Bueno, ¡mira lo que te he traído! –dijo ella, dándole la bolsa de plástico.
Alonso abrió la bolsa para encontrarse con un tupper, que también abrió, sabiendo de antemano lo que contenía. Era un trozo de tarta de queso. Le dieron ganas de vomitar toda la que ya se había comido minutos antes.-Oh –dijo, intentando sonreír y sintiéndose como un gusano.-Sé que te encanta –dijo ella- Así que ya que estabas malito, he pensado en venir a verte y estar un rato contigo, antes de salir a dar una vuelta. -Gracias –sólo se le ocurrió decir a Alonso, que se quedó quieto en el sitio, mirando alternativamente la tarta y a Ali.-¿Nos sentamos? –dijo Ali, viendo que su interlocutor seguía completamente inmóvil tras varios segundos de silencio.
Él asintió y ella fue, tras quitarse la chaqueta, caminando delante de él hacia el salón, con el paso seguro del que ya conoce el terreno con anterioridad.  Alonso observó el profundo escote del vestido de encaje negro que llevaba puesto, que dejaba ver toda su espalda hasta ese lugar en que empieza a perder su casto nombre. Sus piernas, largas y delgadas, terminaban en unas sandalias de strass también negras. Desde luego, estaba completamente equipada para la guerra.
Se sentaron en el sofá, ella haciendo esfuerzos para estirar su vestido y que cubriera con la mínima decencia posible sus piernas desnudas. Estaba asombrosamente morena para la época del año en la que se encontraban. Aunque su escote delantero era mucho más modesto y estaba cubierto en parte por un fino encaje negro, tampoco ocultaba las suaves curvas que se escondían debajo. No es que Ali tuviera mucho pecho, pero sabía sacarle provecho, como ya sabía perfectamente Alonso. -¿Qué pasa? ¿Quieres comértelo ya? –preguntó ella, haciendo que a él le diera un vuelco el corazón.-¿Qué si quiero qué? –preguntó él, tragando saliva y despegando los ojos del delgado cuerpo de Ali.-Pues lo que te he traído. Todavía llevas el tupper en las manos. ¿Quieres que nos lo comamos ya?
Alonso observó el recipiente, como si no supiera de qué le estaba hablando ella al principio. Joder, estaba comportándose como un imbécil integral. Tenía que tranquilizarse. Pero claro, ¿quién iba a imaginarse que su exnovia iba a aparecer en su casa tras haber retozado con su hermana? ¿Y encima iba a aparecer tan guapa? ¿Por qué tenía que ser tan cerdo lascivo?-No, bueno, es que ya sabes que no me encuentro muy bien.  No me he dado cuenta que lo traía.-Bueno, pues déjame que lo guardo en la nevera, anda, que se nota que hoy no estás muy lúcido –dijo ella, intentando quitarle el tupper de las manos.-No… ¡no! Voy yo –dijo él, levantándose de un salto, recordando que en la nevera había dejado un tupper exactamente igual al que tenía entre las manos. Pero con trozo de tarta mucho más pequeño ya, claro. Si Ali lo veía, estaba muerto. Fue corriendo hasta la nevera, dejando el que había traído Ali y escondiendo en un armario el que le había llevado Lorena esa misma tarde. Cuando regresó, Ali había doblado las piernas sobre el sofá y se había quitado las sandalias.
-Te has cortado el pelo un montón –dijo Alonso, sentándose a su lado, observando la media melena lisa de la mujer, que conservaba su color caoba. Cuando ellos salían siempre la había tenido bastante larga y no era tan lisa.-Sí, hace unos días, quería dar un cambio total ¿qué tal me queda? –dijo ella deslizando el pie ligeramente, haciendo que entrara en contacto con la pierna de él.-Joder, me estás poniendo palote y muy cerdo, pedazo de guarra y me da la sensación de que no es sin querer. Aunque todo podría ser, porque sólo a mí me pueden pasar estas cosas. Llevo una eternidad sin mojar y sin que nadie me haga ni puto caso y de repente se me juntan dos chicas, una es mi ex, de la que no me había olvidado, y otra su malvada hermana pequeña, que además de estar buena como un huevo Kinder, es preciosa y graciosa; y me encanta. –quiso decir Alonso, sudando como un pollo en un horno. Pero sólo pudo barbotar algunas incoherencias y volver a levantarse.-Ten… tengo que ir al aseo, perdona, es que… estoy fatal.-No te preocupes, peque, yo te espero.
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-Una te llama “peque” y la otra “chiqui”. Es bastante indicativo ¿no? –preguntó Álvaro, con muy mala leche.-¿Te cuento todo esto y es lo único que se te ocurre? –le dijo Alonso, acusándole con el dedo índice.-Bueno, bueno. Es algo que había que decir.-¿Qué ocurrió luego? –pregunté yo, interrumpiéndoles-. No harías nada con ella ¿no? -Bueno… ganas no me faltaron. Pero no, no pasó nada. No sé si hubiera pasado nada tampoco, si te soy sincero. No sé muy bien por qué cojones me vino a ver Ali, pero creo que fue básicamente a ponerme cachondo como un perro. Marca de la casa, vamos. Estuvo un ratito tonteando conmigo y jugando otro poco, pero yo tampoco estaba muy participativo, o intentaba no estarlo, al menos. Sólo que…-Siempre hay un pero –dijo Álvaro.-Joder, sí. No seas listillo. Cuando se cansó o se acercó la hora en la que había quedado, dijo que se marchaba. La acompañé a la puerta y, bueno, al despedirnos, me dio un pico.-¿Cómo que un pico? –dije yo.-Pues eso, un besito, un roce apenas. Y me dejó allí, con cara de alucine. -Esto se complica –afirmó Álvaro, con una risita- te van a joder vivo.
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