Revista Diario

"Creencias"

Publicado el 06 junio 2017 por Vesta @Vesta01

Nuestro mundo cambia todos los días y de forma incesante. Ya lo decía Heráclito: "Todo fluye, nada permanece" y nosotros cambiamos con él. Ahora, para comunicarnos con alguien lejano, tenemos varios medios para hacerlo al instante, sin embargo, siglos atrás, tenían que esperar las misivas que tenían que atravesar montañas, ríos, mares,... Y en diferentes medios, a caballo, en carro, en barco, en locomotoras,...etc.

Todo aquello que creemos da lugar a lo que vivimos. Por eso, si observamos nuestra realidad, seremos conscientes de las creencias que poseemos y otra forma de darnos cuenta, es atendiendo a nuestro debate interno, el que tiene lugar en nuestro pensamiento que nos plantea dos opciones:

    Ese que nos hace pensar: "¡soy idiota, siempre me equivoco una y otra vez en lo mismo!"; "¡Todo me sale mal, no doy una!"; "¡No sirvo para nada!"; "¡Soy un infeliz!",... Y así, puede haber tantas disparidades negativas como personas existen.
    Y la otra opción, es evidentemente, la positiva: "¡qué maravilla de experiencia!"; "¡Siempre aprendo algo, hasta de lo peor!"; "¡Me encanta pasar por todos estos ensayos de vida!"...

"Dos hermanos, dos creencias"

Cuentan que un padre tenía dos hijos gemelos de signo opuesto. Uno era un pesimista empedernido; el otro, un optimista que siempre veía el lado bueno de las cosas. Al llegar ambos a la mayoría de edad, un amigo le aconsejó que, para compensar las diferencias entre sus estados de ánimo, hiciera al pesimista un regalo impresionante y al optimista algo espantoso.

Dicho y hecho, la mañana de su dieciocho cumpleaños el padre hizo salir de casa a los gemelos para que descubrieran sus regalos, que había tapado en la calle con sendas mantas.

El pesimista descubrió una potente moto japonesa y rompió a llorar, mientras se lamentaba: "me regalas esto porque quieres que me mate".

A continuación, el optimista levantó su manta y debajo apareció un enorme excremento de caballo. El chico empezó a gritar y a saltar lleno de entusiasmo.

Su hermano pesimista le espetó entonces: "¿de qué te alegras imbécil?". A lo que el optimista le respondió: "si aquí hay este excremento, es que enseguida viene mi caballo".


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