Revista Diario

Criar en manada

Publicado el 18 enero 2015 por Colo Villén @Coliflorchita
Sé que no desvelaré un secreto al afirmar que vivimos a un ritmo desfasado con las necesidades infantiles. Que nos regimos por unos horarios e imposiciones difíciles para la conciliación familiar, no hablemos ya de la personal. Y que se nos va minando con una serie de prioridades que poco o nada se aproximan a las de los niños y la maternidad.

El puerperio, sin más, es una etapa desértica carente del espacio que precisa para convertirse en abundancia. Que para mí no es otra cosa, sino la total abundancia, la entrega absoluta: alimento, calor, emociones, aromas, fluidos, caricias, arrullos, canciones y carnes. Un continuo brotar de la mujer a la que se la obliga a hacerlo hacia adentro... y eso es imposible, no se puede brotar hacia adentro. Hacia adentro se rellena y una mujer puérpera, de las que se despellejan sin reservas, rebosa enseguida. Pero ya no puede hacerlo con la alegría del brotar sino con la angustia de la incomprensión, del no reconocimiento, del no espacio para ser abundante.Y esto sí es invisible. Y si no lo es para algunas personas, es fácil continuar ignorándolo. O peor aún, banalizándolo.Y todo repercute.Embarazos desconectados del propio cuerpo y del cuerpo del hijo. Partos con violencia enmascarada. Puerperios secos. Y una crianza no presencial. Y al decir no presencial no sólo me refiero a la falta de medidas que faciliten la conciliación sino también a la presencia contenedora. ¿Qué esperamos obtener? Demasiado bien nos va todavía, francamente.Cuando vas tomando determinadas decisiones en cuanto a la crianza de tus hijas y palpas que con algunas, muchas, la mayor parte, te estás saliendo de lo habitual, al principio no sientes vértigo. Y no lo siento, porque algo más fuerte hace de motor para que no me frene en seco y regrese de una vez al camino. Pero salirte tiene un coste y es transitar ese sendero que has abierto una y otra vez.Pronto asumes que una hija trae consigo el estrechar muchos lazos. Y que ya no es tan sencillo como afirmar que no esperas comprensión sino respeto. Porque cada gesto es una nueva oportunidad para tensar o destensar dichos lazos.Es necesaria la ayuda de una manada. Claro está. Pero las manadas, en sentido figurado, no se eligen. Y esta falta de capacidad para aceptar e integrar formas menos habituales de maternar, trae consigo el desconcierto, la sensación de soledad, intranquilidad y falta de confianza por todas partes. Esta inestabilidad se traduce en ataques y defensas que podrían acabar desembocando en aceptación y colaboración mutua, si finalmente se rigen con entendimiento y constancia. Pero no siempre sucede así.La manada está ahí. Y es la que es. Y tú eres la que eres, con todo lo tuyo que, desde luego, no es poco. Otra cosa es que la vida te permita reconocerte en otras mujeres, hombres y vivencias estableciendo una valiosa relación de comadreo. Pero esto no cambiará que seamos quiénes somos y de dónde procedemos. Con lo dado y con lo cargado a hombros.Me siento afortunada en muchos aspectos y esto no deja de ser una reflexión a partir del desconcierto que a veces siento al sucederse las cosas demasiado deprisa como para reubicarme. Y debo dedicar largas horas a lamerme las heridas.Cuando sólo era yo tenía mi lugar bien construido y mis distancias. Pudo haber resultado más sencillo, pero ya había llegado. Punto.Cuando fuimos él y yo, se creó un círculo sólo nuestro, porque ya se sabe que en temas de pareja mejor no meterse... y así flotamos juntos muchos años. Solos con nuestras mareas y calmas.Pero llegan las niñas, y esa burbuja íntima se rompe al mundo, irrumpiendo bruscamente en ella una multitud. Y se olvida que ahí dentro estamos desnudos, que es un momento de crecimiento personal y que somos seres entregados a asentar las bases de nuestra nueva estructura familiar. Que no deja de ser un espacio ajeno y privado y, por tanto, dentro de él, me defenderé si me siento atacada o invadida. Y aseguro que no es difícil sentirse de este modo al despertar a la maternidad, tantas veces como te ofrezcas a ella.Criar en manada es esencial y maravilloso. Pero para ello primero hay que integrar el grupo porque no se puede construir una vida hacia afuera y pretender de golpe regresar al centro, para permanecer en él. Primero habrá que resituarse y valorar la nueva piel, y con ella, la capacidad que tenemos para ser como somos y aceptar al resto tal como son en el nuevo rol que cada uno desempeña.Y en el fondo, sé que tejo mi único modo, tan independiente, porque no me siento con ánimo aún para remover mis propios cimientos y restablecer una relación verdaderamente sana. Y a la vez, me turbo, porque deseo que mis propios abismos no interfieran, haciéndome sentir en deuda con mis hijas por ello.Sería cuánto más sencillo si no hubiéramos perdido tanto queriendo evolucionar a cualquier precio. Pudiendo disponer del tiempo y atención que nuestras cachorras requieren permitiéndonos crear relaciones sólidas alejadas de la presión, protegidas de las demandas que nos impone esta sociedad que elije vivir de espaldas.Pero esa realidad no existe y el sentimiento de pertenecer a una manada es algo intrínseco y poderoso que debemos cuidar. De modo que confiemos en lo inamovible: el amor. Amor para preservarnos en conjunto, gratitud para honrarlo y voluntad para que así sea.

Criar en manada

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