Crónica sexta (NaNo 2013)

Tras cierto arranque de alegría que mi querido señor esposo ha soportado vía privado en Twitter, vengo a anunciar mi alegría del día y del mes por aquí: ¡Las cincuenta mil! ¡Por fin! ¡He conseguido acabar el NaNo!
Es la primera vez, en tres años que me pongo a ello, que lo acabo. En años anteriores he terminado abandonando, ya sea por estudios, agobio, tramas que no seguían adelante o la suma de todo lo anterior. Y este, que me apunto por apuntarme, con la única intención de darle un empujón a mis textos, voy y lo consigo. No quepo en mí de gozo.
Por resumir un poco qué ha sido el NaNo para mí este año: veintiocho días (un par de ellos sin poder ponerme, pero el resto han sido de provecho), un empujón de muy alta consideración a mi reto 365 (con relatos, textos cortos y demás por medio), un empujón algo más pequeño para proyecto ilusión y muchas cosas apuntadas por medio para seguir trabajando a lo largo del resto del año hasta noviembre que viene.
Tengo que decir que gran parte de la facilidad que he tenido este año ha venido de la mano del mencionado reto 365, ya que al conseguir hacer una rutina diaria de escritura, ha sido fácil ponerme todos los días y no rendirme ni venirme abajo ni uno solo.
Así que, bueno, no me queda mucho más por decir aparte de lo evidente: que estoy como loca de alegría por haber conseguido una meta que, hasta día de hoy, era un horizonte demasiado lejano para mí. Hoy lo contemplo como algo posible y me he dado cuenta de la enorme cantidad de palabras y cosas que puedo hacer a lo largo de un mes si me pongo a ello y me organizo, si me motivo.
Esta es, pues, la última crónica que escribo del NaNo de este año. Y con razón.
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