Revista Diario

Cuando los norteamericanos aún vestían con plumas nosotros ya celebrábamos Halloween

Publicado el 01 noviembre 2016 por Marco_muniz

Cuando los norteamericanos aún vestían con plumas nosotros ya celebrábamos Halloween

Siero (Cantabria) - 1917
Celebrando el Halloween. Luego Franco lo sustituiría por el Día de todos los Santos.


  Mucho antes de que llegaran los colonizadores británicos a suelo norteamericano, en tierras asturianas se ahuecaban nabos para rellenar de carbón e iluminar los caminos en la noche de los muertos, el 31 de octubre.
  Mucho antes de que niños disfrazados de zombies pidieran golosinas casa por casa al ritmo del ‘trick or treat’, en el norte peninsular y en todas las tierras con ancestros célticos se llenaban vasijas con agua y dulces alrededor de las casas para ayudar a las almas a encontrar su descanso y el camino al sol.
  Mucho antes de que los americanos industrializaran el cutre género cinematográfico halloweenesco, en Asturias y Galicia la noche del 31 de octubre era común la narración de historias y leyendas sobre las andanzas de bruxas, curuxas y la "Güestia" o Santa compaña.
  Mucho antes de que la Iglesia se quejase de la invasión y del nuevo culto macabro anglosajón al diablo, la muerte y lo grotesco... sus antepasados más rancios del clero lucharon por convertir y acabar con los paganismos que triunfaban en toda Europa la noche de los muertos.
  Pero no solo en Galicia o Asturias se celebraba entonces la noche de los muertos. La procesión de las ánimas era una tradición muy extendida en Extremadura y Castilla y León en el XIX. Ánimas vestidas de negro o blanco que recorrían las calles del pueblo pidiendo dinero casa por casa (¿os suena?) y que solía terminar en el cementerio. Como en otras tradiciones la Iglesia metió mano y firma. En Zamora, por ejemplo, todavía se sigue celebrando tras pasarse al 2 de noviembre y perder todo vestigio pagano.
  Los faroles de calabaza pueden parecer una original tradición estadounidense pero no es más que una adaptación de viejos hábitos célticos. En Andalucía, sin ir más lejos, existe (todavía) la costumbre de hacer farolillos con melones huecos la noche de difuntos. Se ahuecan y se modelan con ojos (¿os suena?) para después colgarlos en el dintel de las puertas y asustar con ello a los malos espíritus.

Cuando los norteamericanos aún vestían con plumas nosotros ya celebrábamos Halloween

Farolillos hechos con melones huecos en Andalucía.
Fuente: IberiaMágica

  Ningún historiador tiene ya dudas sobre el origen celta de la fiesta de Halloween. Hace más de 3000 años, a finales de su octubre, cuando el verano estaba más que rematado, los celtas celebraban el fin de las cosechas. Durante la noche de Samhain del 31 de octubre, los espíritus de los muertos volvían también para reconocer el mundo de los mortales. Para ello el pueblo celta (y por ende los celtíberos) se preparaban en toda una serie de rituales que mezclaban la fiesta, la comida y el culto a sus muertos. Con la ocupación romana la fiesta se mantuvo, haciendo suyo las tradiciones e incorporando únicamente a sus dioses.
  Todo cambiaría cuando llegó la Santa Madre Iglesia. La Iglesia moría de rabia por el éxito de las fiesta paganas durante la expansión musulmana y ya los papas Gregorio III y Gregorio IV durante los siglos VIII y IX intentaron fagocitar y poner orden ante el exceso de irreligiosidad y brujería. Durante mucho tiempo el proselitismo cristiano intentó, paradójicamente, disfrazar la antigua fiesta de culto a la muerte y a lo desconocido con sus mártires, santos y plegarias.
  Fue en Escocia e Irlanda donde la celebración celta estaba todavía más arraigada. En el siglo XVI el clero escocés intentó institucionalizarla poniendo un nuevo nombre al día de los muertos: ‘All Hallows' Even’ o 'Víspera de Todos los Santos', para relacionarla con una fiesta que sí era suya, la del día siguiente.

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