Revista Literatura

Cuentos Carnívoros, de Bernard Quiriny

Publicado el 16 enero 2012 por Ninyovampiro @ninyovampiro
Cuentos Carnívoros, de Bernard Quiriny
Algunos autores escriben cuentos tan buenos, con un planteamiento y un desarrollo tan impecables que, por mucho que nos sorprenda el final, nos damos cuenta de que no podían terminar de otra manera. Por otra parte, existen escritores que le dan a sus historias un planteamiento y un desarrollo tan brillantes que tanto da que el desenlace flojee un poco. En mi opinión, Bernard Quiriny pertenece a esta segunda categoría.En Cuentos carnívoros, Quiriny nos presenta una serie de cuentos fantásticos en los que da rienda suelta a su fabulosa imaginación, con algunas pequeñas maravillas narrativas creadas, en algunos casos, a partir de situaciones de la vida cotidiana; en otros, basándose en personajes nada corrientes ni mundanos. Quiriny se revela aquí como un dignísimo heredero de algunos de los grandes autores de cuentos de  os dos últimos siglos, como Poe, Borges, Buzatti, Cortázar, Stevenson, o incluso Bolaño, por nombrar unos pocos.Así, el primer relato, "Sanguina", nos recuerda en su planteamiento inicial a los grandes autores centroeuropeos de entreguerras, como Roth o Zweig. Un narrador que se aloja en un hotel, donde conoce a un tipo que, entre copas, resuelve contarle su historia (y aquí es donde terminan las similitudes con los autores mencionados): cómo conoció a la mujer de piel de naranja, y no, no se trata de una metáfora..."Qui habet aures..." parece casi un mito clásico. En él se narra la tragedia de un hombre que recibe un don sobrenatural -en este caso la capacidad de oír, sucedan donde sucedan, todas las conversaciones en que se hable de él-, que no tardará en convertirse en su maldición. "Mareas negras", en el que aparece Pierre Gould, personaje recurrente de Quiriny, nos hace pensar en aquellos extraños clubs y sociedades de algún relato de Stevenson o Chesterton, mientras que "Quidproquópolis (De cómo hablan los Yapus)", una surrealista reflexión sobre una tribu del Amazonas que se comunica mediante lo que podría denominarse un antisistema lingüístico, podría haber estado firmada por Borges. El libro, no obstante, también tiene sus momentos flojos, si bien éstos son muy pocos. Aparte de un par o tres de finales que dan más sensación de anticlímax que de desenlace propiamente dicho, la serie de "Crónicas musicales de Europa y otros lugares", pese, de nuevo, a su derroche de imaginación, se hace repetitiva. Pero inmediatamente recupera la forma con el nada velado homenaje a De Quincey en el extraordinario "Recuerdos de un asesino a sueldo", con, entre otros, el encargo de matar a un niño de cinco años por estar poseído por el diablo.El libro es tan entretenido, fácil de leer y memorable que es difícil no referirse en la reseña a todos y cada uno de los relatos. Intentaré, sin embargo, limitarme a tan sólo unos pocos más: "El cuaderno" es la historia de un aspirante a escritor sin pizca de imaginación y con una nula capacidad de sacrificio, por lo que, para despegar en el mundo de las letras, decide robar el cuaderno de notas de un escritor de gran éxito y prestigio. Se trata, una vez más, de un relato excelente que me ha recordado vagamente a los de Quim Monzó, mientras que "Unos cuantos escritores, todos muertos" está claramente inspirado en La literatura nazi en América de Bolaño, y el último, "Cuento carnívoro", la historia de un botánico obsesionado con las plantas carnívoras, nos recuerda mucho a Poe.Pero ha sido "Una borrachera perpetua" el que, personalmente, me ha parecido magistral, no sólo por lo bien escrita que está, y por el amargo humor que destila, sino sobre todo por la resonancia legendaria que le ha sabido imprimir, a base de combinar citas de libros perdidos, recuerdos de infancia, remotos escenarios de Europa central y manuscritos. Y lo mejor de todo es que Bernard Quiriny, de treinta y pocos años y tres obras publicadas, apenas acaba de comenzar su carrera literaria. Poco más se puede decir de su biografía, dado que, además de joven, es belga. 
Cuentos Carnívoros, de Bernard Quiriny
Y por si todo eso no basta, la edición de Acantilado viene con un magistral prólogo de Vila-Matas, cuya influencia en Quiriny, de hecho, es también fácil de adivinar. Vila-Matas se sale por la tangente como sólo él sabe hacerlo y da toda una lección sobre cómo prologar un libro sin decir nada de él. El resultado, un soberbio prólogo a la altura de los mejores relatos de este libro. 

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