De la infidelidad

La muchacha se mostró ligera de cascos en la despedida de soltera, porque el garboso muchacho que recibe los favores de la novia, no es su prometido, sino un recién conocido en la fiesta de referencia. El compromiso fue roto, aunque posteriormente, el galán perdonó el desliz de la chica, propiciado por el exceso de alcohol, y de momento, el compromiso, para Abril de 2.017, sigue adelante.

Siempre me llamó la atención el concepto de infidelidad ibérico y latino, no sustancialmente diferente de otras culturas que cubren hasta la coronilla a sus esposas con telas negras; y suele asociarse, sobre todo entre algunas poblaciones, a una marcada promiscuidad, conformando un cóctel molotov que termina con demasiada frecuencia en la letra impresa de los periódicos.

Desde luego que la fidelidad sexual forma parte indisoluble de la relación en la pareja o el matrimonio, pero no parece la más relevante. Vivimos en una sociedad que no se escanaliza de escuchar en las pescaderías los defectos que tienen muchos maridos de las parroquianas -aunque no nos interesen en absoluto-, en la que el apoyo del “partenaire” brilla las más de las veces por su ausencia, en la que abundan las disputas económicas, y todo eso es, en cierto modo, una infidelidad más preocupante que el desliz de un roce físico puntual.