Revista Literatura

De Máscaras. Tres.

Publicado el 20 noviembre 2011 por Gildelopez

Regresé pues, luego de mi año sabático, a terminar el bachillerato. Mi sistema de aparecerme por la escuela casi exclusivamente cuando tenía examen funcionaba muy bien. En la práctica había establecido una especie de "escuela abierta" o "educación a distancia" que me permitía ponerme al día un poco antes de la fecha de las pruebas. En líneas generales, mi programa era bastante eficaz: la mayoría de los maestros lo que hacían era dictarnos "apuntes", que casi siempre eran repeticiones cuasi-textuales de los libros que nos habían hecho comprar al principio del curso. Leyéndolos directamente no sólo los comprendía mejor, sino que además me dejaba tiempo libre para otras actividades de que ya he hablado. El método, sin embargo, tenía sus partes problemáticas. Por una parte, el reglamento de la universidad exigía cierto porcentaje de asistencia para tener derecho a presentar los exámenes finales, porcentaje al que yo ni siquiera me acercaba. Esa era una situación molesta, pero no insalvable: los maestros me permitían hacer los exámenes, pero en la boleta de calificaciones aparecían como "no presentado", por lo que tenía que hacerlos en extraordinario. No me preocupaba eso. Porque además de que conocía bien las materias, casi todos los maestros, que sabían porque me había ido a "extra", simplemente me ponían la calificación del final. Eso me dejaba tiempo para repasar las guías de estudio de los maestros que me dijeron que de cualquier forma tenía que hacer el examen. Era una dificultad digamos burocrática, pues. La verdadera falla de mi sistema "abierto" eran las materias que forzosamente requerían de la explicación y asesoría de un maestro, sobre todo en mi caso, que siempre había tenido problemas con ellas:  Matemáticas, Física y Química. De alguna manera libré las dos primeras, pero con Química no podía. Todo el año había sido una piedra en el zapato: no pasé ninguna de las pruebas y era bastante probable que en el extra continuaría la tendencia. Me esforzaba lo más que podía, pero todo era inútil las fórmulas, números atómicos, valencias, etc. me parecían ideogramas chinos.
Platicando con unos amigos les hablaba mis angustias. Uno de ellos, creo que fue Héctor Martínez dijo: "lo que son las cosas, tú nomás no puedes con ésta materia y para tu amigo el sabio sería pan comido". Su comentario me dió una idea. Me despedí rápidamente, según yo a estudiar, pero en realidad tomé el camión para Santiaguito y llegué al Tecnológico de Morelia a buscar al sabio que había mencionado Héctor. Le conté de mi predicamento y le dije: "oye, ¿y qué tal que tú hicieras el examen por mí?" Se rió, creyendo que bromeaba, pero notó la angustia en mis ojos y se compadeció. Me dijo: "órale pues, pero con una condición: después del examen, invitas las tortas en El Mago". Desde luego que acepté la condición y le dí la guía del examen para que se diera un idea de lo que vendría en él. Faltaban sólo dos días, pero después de echarle un vistazo a los temas me dijo: "no hay problema". Así que llegó el día del extra y mi amigo entró al salón. Yo lo esperaba discretamente en una banca de otro patio de la escuela. No habían pasado ni 15 minutos cuando ví acercarse a mi amigo. Mi primer pensamiento fue: "¡deveras que es un chingón éste tipo!", pero entonces noté la preocupación en su rostro. Me dijo: " me cacharon. Cuando pasó lista la maestra y contesté a tu nombre, inmediatamente me dijo: 'tú no eres Gil' y pues me salí rapidísimo antes de que pasara otra cosa".
Según yo, como casi no iba a clases, la maestra no se acordaríade mí. Jamás se me ocurrió que precisamente lo esporádico de mis apariciones por el salón hacía que me conociera bien. Es lo malo de tratar de jugar con ases bajo la manga: te concentras tanto en sacarlo que no te das cuenta de que te están viendo. En fin...Ahora mi problema era mayor que una materia reprobada. Aquí fue donde entró a escena mi tío Vicente: me acompañó a visitar a la maestra para que pidiera disculpas por mi acción y suplicarle que me diera otra oportunidad. La maestra, con toda justicia estaba muy molesta, pero escuchó con atención la defensa que hizo mi tío, quien le dijo que yo era un buen muchacho, que había sido un error, que lo sucedido era algo que nunca había pasado, etc. Al finalizar la entrevista, la maestra dijo que en consideración a mi tío, que era una persona decente, no me haría cargos en el Concejo Técnico, habida cuenta de que la fechoría había quedado a nivel de tentativa, pero que lo que pretendí hacer era algo moralmente muy grave, que corrigiera mi rumbo, que aún estaba a tiempo. Me dió nueva fecha para el examen, que como era de esperarse, reprobé y regresé a Tacámbaro para otro año sabático (¡el segundo en cuatro años!). Al cabo de ésta tragicomedia dos dudas me quedan: no recuerdo si invité a mi amigo a El Mago (después de todo, el cumplió su parte del trato al presentarse). Lo otro que me pregunto es por qué, si tenía la capacidad de aprender y conseguir buenas calificaciones no podía superar las dificultades de las ciencias exactas. Tal vez, ya que recordé a Héctor, la respuesta a esa interrogante esté en una observación que alguna vez me hizo: "tu problema, 'Viejo', es que eres inteligente, pero estás re-pendejo".  Santa Ana, CA, 20, noviembre, 2011.


Published with Blogger-droid v2.0.1

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas