Revista Literatura

De mayor quiero ser… ¡adolescente!

Publicado el 28 abril 2014 por Marga @MdCala


Llevo tiempo pensando en todas esas personas que conozco, algunas mejor que a otras, que tienen más de 40 años (o se aproximan), y sin embargo se comportan como auténticos adolescentes. Las hay que fueron maduras durante largos periodos de tiempo, para regresar a la adolescencia como si se hubieran teletransportado al estilo de La Mosca. Otras jamás conocieron esa etapa tan plena, y permanecen ancladas en la época del instituto sine die... Se dan casos de adolescentes con treinta y muchos, con cuarenta, con cuarenta y muchos, con cincuenta… ¡e incluso con setenta y ochenta! Y lo que es ¿peor?: se trata de una epidemia contagiosa que va a más. Si es que es peor, que ese es un buen debate que estoy dispuesta a compartir.
Ayer vi en televisión la película “Young adult”, con una protagonista que bien podría encerrar en sí misma todos los ejemplos de comportamiento a los que me refiero: inmadurez psíquica, egocentrismo, vanidad, coquetería, arrogancia, pedantería, egoísmo, esnobismo, falta de escrúpulos y remordimientos, inmediatez, orgullo, inconsciencia, ausencia de empatía, etc., etc., etc., es decir, todo lo que engloba a la adolescencia real, pero trasladado -o continuado- a la edad adulta. Debo admitir -no sé si porque además era escritora- que no me disgustaba nada el personaje, incluso en sus peores momentos…
young-adult-concurso
Pero la cuestión, señalada más arriba, es: ¿cómo deberíamos comportarnos al llegar a adultos? Si de lo que se trata (y esto ya nos ha quedado claro a estas alturas de la película) es de ser felices, ¿por qué no revivir esa época de búsqueda, de adrenalina, inseguridad, nuevas experiencias amorosas, flirteos, bailes, vicios más o menos legales, ausencia de responsabilidades, otra vez de nuevo y ya sin fin…? ¿Por qué habría que “sentar la cabeza”, casarse, reproducirse, esclavizarse, endeudarse, enfermarse (mentalmente), y todo lo que conlleva la estereotipada madurez? ¿Es mejor vivir como cigarra, o como hormiga? ¿Nos atrevemos a ser ridículos y felices, o respetables y amargados? ¿Respetables y felices? ¿Es posible…?
Realmente, no lo sé. Pero observo a tantos y a tantas púberes de mediana y mayor edad, que ya todo me resulta dudoso. Yo, que apenas he tenido adolescencia (en su sentido más salvaje) cuando me tocaba, que no sé lo que es cometer una locura importante (las inventadas por los demás no cuentan), y con un inconsciente tan severo que somatiza y transforma en enfermedad cuanto siento, me pregunto si algún día volveré a los 17. Y claro, como soy como soy, me contesto -firme y responsable- que ojalá nunca lo haga…


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