Revista Diario

De mordor a la oromía

Publicado el 22 abril 2016 por Kaktus

Se me acerca un niño corriendo por la calle. Me enseña la mano. En el dedo pulgar, lleva una anilla de hierro:

_ Me he encontrado el anillo de Frodo –me suelta

_ ¿Y qué vas a hacer con él?

_ Destruirlo antes de que vengan los orcos

_ Cuidado con el poder –le digo – te destruirá a ti

_ Ya, ya lo noto cómo me va entrando –me replica riéndose

Su madre sale de una casa cercana. Tiene que ir a por agua. Se despide: “Nos vemos el domingo”.

En la misión en la que vivo ahora, comparto vida y trabajo con gente que conoció mi trabajo con mi Santa Infancia. Ya la primera semana, me pidieron que comenzara aquí también con mi actividad cinéfila. Digo mi actividad cinéfila porque es así: es mía. No pongo grandes condiciones, sólo una: si yo traduzco, es mía también la decisión final sobre las películas que se proyectan.

Pongo esta condición porque hay más gente de la que parece que, cuando nosotros decimos “los domingos tenemos cine”, entienden “los domingos hacemos un cine-fórum”. No. Son actividades distintas. Podríamos hacer un cine fórum… pero es complicado con niños de edades tan distintas… y no me apetece.

A lo largo de los años, me he encontrado con dos opiniones, fundamentalmente expresadas por gente que trabaja en proyectos católicos:

  1. El cine es un elemento de colonización cultural, por lo que cualquier referencia audiovisual no etíope debe ser evitada y jamás incentivada. Las películas no hablan de su cultura y, por lo tanto, no les aportan nada. Acto seguido suelen sugerirte que proyectes El Rey León, esa película hecha en américa, con argumento y espíritu americanos, con música compuesta por un inglés. Pero salen leones. Creo que en toda Etiopía debe haber veinte leones. Los más radicales suelen prohibir cine y televisión al interno de proyectos y orfanatos.

Ante este argumento, yo mantengo la idea de que uno de los recuerdos más potentes y muchas veces más entrañables que todos tenemos habla de cuando íbamos al cine de pequeños. Y no íbamos a ver películas ni de Alfredo Landa ni de Buñuel. Íbamos a ver los Goonies y ET. Y nos encantaban. Y muchos atesoramos estos recuerdos entre los más preciados de nuestra infancia, cualesquiera que fueran las condiciones en las que vivimos. Si yo puedo dar a los chavales etíopes ese mismo recuerdo… ¿por qué no hacerlo?, ¿por qué negárselo? Y, aunque muchos misioneros de la vieja escuela y toda la iglesia ortodoxa parecen haberlo olvidado, el cine es arte. Igual que la literatura. Igual que la música. Lo mismo que estudian literatura, deberían estudiar cine. Nadie diría que estudiar un cuadro de Van Gogh es colonización cultural. No sé por qué, cuando hablamos de recursos audiovisuales, hay gente que pretende que sólo veamos películas etíopes. Películas que, por cierto, tienen una calidad pésima desde todos toditos los puntos de vista. Y que rara vez son mínimamente adecuadas y/o atractivas para niños.

  1. Es desperdiciar recursos. Las películas tienen que hacerles pensar. Que reflexionen. Y acto seguido te preguntan si ya has proyectado Hotel Rwuanda. Mi Santa Infancia, después de ver Hotel Ruanda, Shooting Dogs y The Last King of Scotland, me preguntaron si no había películas de africanos en las que no mataran salvajemente a otros africanos. Sí, claro. Hay también películas de rappers de Sudáfrica, y películas etíopes de calidad… hechas en el extranjero por etíopes de la diáspora con fondos extranjeros y que son muy difíciles de conseguir, no ya en copia original, sino en copia pirata de calidad medio decente.

Volviendo a mi respuesta anterior, nadie decimos “cómo la gocé viendo La Lista de Schindler”. Puede ser que nos gustara La Lista de Schindler, pero seguramente no forma parte de esos recuerdos entrañables. Sí que nos hubiera gustado salvar judíos, pero a una cierta edad le ves más atractivo a volar en bicicleta.

No digo que no haya que hacer cine fórums. Sí que hay que hacerlos. Pero con grupos pequeños y personal preparado para hacerlos… y mi amárico no da para tanto (ni mi tiempo, son cosas que hay que preparar muy bien).

Además, como reina soberana de la actividad, lo digo bien claro: el objetivo no es que piensen, no es que reflexionen. Quiero que sueñen. Que se evadan. Que se escapen de la porquería de vidas que suelen tener. Muchas veces, no puedo cambiarles la vida. Pero, durante dos horas, pueden ser reyes y reinas de Narnia. Pueden encontrarse el anillo de Frodo en la polvorienta calle de su casa, al lado de los restos de la última vaca muerta

En mi sitio actual, como primera película, elegí la primera de Narnia. Éxito brutal. Después de las tres de Narnia, recalamos temporalmente en Spider Man y, desde hace varios fines de semana, estamos inmersos en El Señor de los Anillos. Nos ocupa bastantes domingos porque el salón en el que lo hacemos acumula mucho, mucho calor y hemos comprobado que después de una hora y media, los niños se ponen agresivos. En serio. Cuando vimos entera la tercera parte de Spiderman, en la segunda hora, un chaval le pegó a otro porque se había tirado un pedo. Tuvimos que separarlos por la fuerza. Así que vemos como máximo una hora y media cada domingo, para que nadie se deshidrate.

Como espero que se entienda, a mí me fascina. Me encanta ver las películas con ellos y me encanta que salgan de mi boca palabras con la sabiduría de Legolas. Es una actividad que, lo digo honestamente, me deja exhausta. Es como hacer teatro improvisado durante una hora y media, traduciendo entre dos lenguas (inglés y amárico) que no son la tuya. Pero me da un subidón de adrenalina que, me acompaña toda la semana.


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