Deliciosa locura.

Llévame contigo, contamíname con tu locura, mézclame con tu risa, reinventa mi mirada, pero no me dejes.

Cógeme de la mano, redibuja mi personalidad, decolora mi futuro, sácame de este mundo. Mas no dejes de mirarme.

Apagaré la luz, correré las cortinas, acariciaré tu mirada, besaré tus gestos, para graparte a mi alma.

Le guiñaré a la luna, que nos guarde un rincón donde no exista el alba, donde sólo exista yo. Y tú al fondo, mirándome.

Diciéndome que te mueres, que no respiras por verme.

Y me chiva el destino que te me guarda.

Así que no te apures, te alcanzo en la última curva, de tu locura

y de mi magia.

El sosiego de abrazarte me mueve,

El encontrarte es pura dicha; reconocerte me salva.

Y susurras en mi oído:

"Aquí estoy mi niña, no me voy, nunca te dejaré, no puedo separarme de ti. No te angusties. Aquí me quedo. Cierra los ojos, duerme un rato. No te haré daño. No podría. Antes muero. Necesito verte bien. Mi niña, mi muñeca, mi bombón."

Y mi alma se hincha, respira, se relaja.

Mi mirada duerme tranquila. Mi sonrisa se tatúa.

Qué sosiego. Qué paz.

Qué dicha tenerte.

Yacer aquí, a tu vera.

Saber que no me dejas.

Qué silencio.

Pararon las sirenas.

No pesa ya el estrés.

Atrás dejé mi angustia.

Angustia de perderte.

Ayer quedó ya lejos.

Miedo, desasosiego.

El hoy trae dulzuras.

Tu risa y yo su causa.

Mi travesura.

Esa mirada.

Qué dicha de tenerte.

De haberte encontrado.

Sentirme yo tu niña.

Qué gris que no estuvieras.

La vida, sus sustos.

Sus giros, sus vaivenes.

No te apartes mi niño, no mires a otro lado.

No apartes la mirada.

Quédate a mi lado, sin dejar de mirarme.

Con eso basta.

Mirándote.

La Suelta.