Revista Diario

Delicuente vs Inocente narcotraficante

Publicado el 30 abril 2011 por Menagerieintime
Fue el día 12 de julio. Lo recuerdo como si fuera ayer porque fue el primer día que hablé con un abogado en Italia. Lo recuerdo aún mejor porque fue el día en el que ese abogado me dijo que iba a estar en la cárcel entre 8 y 20 años. Ese día.
Fue por la tarde mientras, tratando de limpiar mi cabeza de la mierda que me había dicho el abogado, jugaba a las cartas. Mientras jugaba a la escoba con Ekezie. Mientras ganaba a las cartas a Ekezie sin mucho mérito. Él no sabía sumar, así que usábamos el juego de cartas para que aprendiera. Al equivocarse en una suma le dije, con mucha sorna, que no hiciera “patatí-patatá”, sino que se fijara bien en los números y los sumara son tranquilidad. Él, de repente, empezó a reírse y a decir que sí, que lo haría con tranquilidad. Que yo tenía 20 años por delante para estar tranquilo.
Le tiré las cartas al rostro. Me levanté. Y puse mi cara justo enfrente a la suya. Muy cerca. Por un momento, por un microsegundo, llegué a desear que no se levantara él. Medía casi dos metros, era negro como el tizón y fuerte como un tren de acero. Pero luego me dio igual, la verdad. Le grité. Como nunca antes lo había hecho. Gritos que venían del estómago, del corazón. Vísceras.
“Yo no he hecho nada. Yo estoy aquí por error. Y antes o después se sabrá. Antes o después. De todas formas, si hubiera hecho algo, si fuera verdad eso de que he traficado con no sé cuántos cientos de kilos de coca, ¿qué hay de malo? ¿Acaso ese delito es peor que los que tú cometes, pedazo de mierda? Dime, ¿a cuántos tíos has atracado? ¿A cuántos tíos, grandes y fuertes como tú? ¿A ninguno? ¿Cuántas veces te has enfrentado a alguien sin navaja de por medio? Los cabrones como tú son los que deberían de estar en la cárcel toda su puta vida. Toda la vida. Os aprovecháis de lo grandes que sois y vais por ahí atracando y asustando a chicas, a muchachas que quedan con miedo de por vida. Eso es lo que tú haces, delicuente de mierda. Y encima tienes el valor de ponerte a llorar cuando recibes la notificación de que te han puesto otra denuncia porque te han reconocido por fotos. Un mierda, eso es lo que eres. Un mierda que cree que puede hacer lo que quiera. Pero eso dejará de ser así el mismo día en que encuentres a alguien capaz de pararte los pies. Y a lo mejor tengo que ser yo”. Y mil lindezas más.
Cuando acabé de hablar, ya tenía cerca a Vincenzo, Baba, Barón y Tibi. Todos de mi lado, dispuestos a saltar sobre Ekezie en caso de que intentara hacerme algo. Ekezie solo me miraba asustado. Se había vuelto blanco. Tardó un minuto en empezar a llorar, dos en pedirme disculpas, tres en abrazarme y cuatro en volverse a relajar.
Esa noche, al acostarnos, Tibi me dijo que tratara de no dormir profundo, que no se fiaba de Ekezie. Él y Barón harían guardia para que no pasara nada. Yo le dije que no se preocuparan de nada. Que durmieran tan a gusto como lo iba a hacer yo. Hay veces en las que las palabras duelen más que las cuchilladas. Y comprendí que es cierto el refrán de “más vale una vez colorao que ciento amarillo”. Y entendí, esta vez por mi propia experiencia, que hay que tener miedo de los que no tienen nada que perder. Justo como yo ese día. Y Ekezie, tras mi insensata demostración, ya me temía. Y me respetaba. Desde ese día me refería a Ekezie como "delincuente". Y él agachaba la cabeza y asentía a todo lo que yo decía.

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