Revista Literatura

Desandar

Publicado el 16 octubre 2023 por Olgasierra @mimododever

 Relato ganador #surrealismopuro convocado por Zenda e Iberdrola

Desandar

Fue mamá quién aseguró haber escuchado tres golpes en la caja, justo en el instante en que se derramó la primera paletada de tierra. Aunque algunas vecinas trataron de tranquilizarla, porque entendían su dolor, ella gritó a los sepultureros que abrieran de inmediato el ataúd. A regañadientes, aceptaron mientras se hacía el silencio en el camposanto. Dentro, papá, ataviado con el mejor de sus trajes, recibía el aire fresco con una amplia sonrisa y un poco de carraspera. En vida siempre había sido un hombre cordial y afable y, cuando llegaba el otoño, su garganta acostumbraba a resentirse. ¡Bienvenido, de nuevo, maldito otoño!, fue lo primero que dijo. Le ayudamos a incorporarse entre mamá, don Anselmo, el viejo párroco, y yo mientras sacudíamos de su ropa la arena y los pétalos de rosa que habíamos depositado en el interior. Si bien a mamá se le desparramaron los ojos de lágrimas por volver a escucharlo, dijo muy enfadada que, si aquello era otra de sus bromas, tenía muy poquita gracia, que habían venido todos los vecinos, los de las partidas de las tardes, sus amigas de manualidades y hasta Paquita Peña, la que –según decían en el barrio– era una hija secreta de mamá.

Papá pidió perdón a todos los allí reunidos por el trastorno de tener que devolver las docenas de ramos y coronas que habían traído para despedirle. Se disculpó con afecto de sus compañeros de “mus” por no poder acabar el torneo e hizo un guiño a Paquita Peña. Dicen que le escucharon decir que cuidara de su verdadera madre y que no hiciese caso de pamplinas de chismosas. Luego, besó en los labios a mamá y explicó que había olvidado algo muy importante. Que no sabía muy bien qué era, pero que necesitaba recuperarlo antes de encomendarse al sueño eterno. No hubo manera de hacerle entrar en razón, ni siquiera cuando le dijimos que tía Margarita estaba siendo trasladada al hospital tras desmayarse al verlo salir de la caja. Un infarto, creo que afirmó uno de los sanitarios. Menudo susto se llevó la pobre. Después de velarlo durante toda la noche y hartarse de llorar con mamá mientras lo amortajaba, parece que su maltrecho y deshidratado corazón no pudo resistir más emociones... 

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