Desayuno continental.

La vieja camiseta le llegaba hasta las rodillas. Toda la casa olía a él y a café. El suelo cubierto por su camisa de cuadros y su no muy refinada lencería daban indicios de lo que pudo pasar la noche anterior. Cerró los ojos. Aventurándose  a escrutar el no muy dulce café, tarareó una melodía. Él sonreía aún dormido. Ella se acercó, lentamente, como si estuviera flotando en el ambiente,posó la