Revista Literatura

Desayuno sin diamantes

Publicado el 17 octubre 2012 por Borjavier
Desayuno sin diamantes
Este microrrelato, versión en castellano del original escrito en catalán, quedó finalista del "I Premi de microrelats La Nau", del Centre Cultural La Nau de Castelló, en abril del 2009.
Hoy tengo ganas de llorar, y no sé muy bien por qué. No es por la regla, no la tengo, ya no me baja. Analizo, introspecciono… Puede que haya visto demasiadas películas neoyorquinas y piense que con el psicoanálisis se puede solucionar todo. Repaso acontecimientos.
El despertador ha sonado a las cinco. He desayunado un zumo de pomelo y un café negro, sin azúcar. Después me he cepillado los dientes hasta hacerme sangrar las encías y me he duchado con agua fría. Se me va la vida cada vez que lo hago. Me he frotado el cuerpo con una esponja rasposa hasta dejarme la piel roja y reluciente como la de una cereza; pero ya hace tiempo que no está tan tersa como la de las cerezas: Crema hidratante, secador, maquillaje, pero que parezca que no voy maquillada, perfume, como si hubiera de enamorar a alguien, como si pudiera enamorar a alguien. Pido un taxi que llega con retraso. Doy la dirección del gimnasio. El taxista inicia una charlra insustancial. Yo me pongo el periódico delante para abortar cualquier conato de conversación. En el gimnasio, me mortifico con las máquinas y con la música hortera que sale a raudales por los altavoces. Masaje. Rayos UVA. Otra ducha fría. Con cepillo. Crema hidratante. Más secador. Más maquillaje, pero que parezca que no voy maquillada.
Llego a los juzgados. Antes, los ordenanzas me miraban al pasar, ahora es como si no les pasara nadie por delante. Café negro, sin azúcar. Enciendo el ordenador y reviso las pilas de expedientes que no menguan: informes, declaraciones, denuncias, peritajes, sumarios, sentencias… I después, a la sala.
Hoy he desalojado de su casa a dos familias y le he quitado el hijo a otra. He comido sola, ensalada sin aceite y café solo, sin azúcar. Siempre como sola, ensalada sin aceite y café negro, sin azúcar. Después, me he cepillado los dientes hasta hacerme sangrar las encías. Intento redibujarme las facciones que este rostro de vieja ha devorado. De nuevo en el despacho, me he sumergido en el mar de relaciones, antecedentes, trámites, instrucciones, procedimientos…
Pido un taxi. Doy la dirección del centro de belleza. Depilación, tonificación, peeling. Mañana, peluquería, y pasado mañana, blanqueamiento dental. Pido un taxi. El taxista ni saluda. Le doy la dirección de mi casa y me pido la cena por teléfono: ensalada de algas y sushi vegetariano. ¿Qué cuántas raciones? Una, sólo una.
Llego a casa, una casa limpia, ordenada...
...vacía…
Hoy tengo ganas de llorar, y no sé muy bien por qué.
©texto JAVIER VALLS BORJA marzo 2009 ©fotografía emuriel (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons
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