¿Viste la naturaleza cuando se desborda, cuando estalla, cuando supura, cuando se rebela?
¿Viste el río cuando llueve mucho?
Hay cosas que la gente hace para que no desborde: defensas y muros de contención.
En mi pueblo ponían tierra y bolsas para que el río no hiciera agua en el poblado.
Yo pasé de ser un río triste, de medio pelo, de medio cauce, entre vacío y apaciguado; a ser un río torrentoso y crecido.
Así estaba yo: plena y resplandeciente, hasta que empezó a llover cien días sin parar.
Pensé que no me iba a pasar nada, cuando ya me estaba pasando de todo.
Pensé que podía manejarlo dentro de los ámbitos de una comodidad superflua.
Una colección de pensamientos pelotudos y sentires controlados.
Tuve que salir a correr cuatro horas, y otro día casi cinco, para que una vocecita despertara y al fin me dijera: “Mirá piba, hay mucho agua, ¿qué vamos a hacer con tanto?”
Tanto agua que no se escurre, tanta lluvia que no se filtra y la tierra que vomita agua amarronada.
Sí, el pueblo se inundó.
Los niños se mojaron hasta las rodillas, los ancianos hasta los tobillos, y en la iglesia Santa María quedó la marca sobre la pared: hasta aquí el amor, de ahí hasta el cielo el desamor.
El día que se te inunda la vida no queda otra que reconocerlo: hay agua de sobra.
Yo soy el río que desborda. Y ahora no sé qué hacer con tanto.
Dicen que un río sin crecidas es un río muerto. Las crecidas son mecanismos que tiene el río para limpiar periódicamente su propio cauce, cauce transporta miedos, sentires, pesares, imposibilidades, y también a vos.
Patricia Lohin
Imagen © Emil Gataullin
#patricialohin
#escritora #río #relatos #escritos